NOCTURNOS
¡Cuánto más me odias, más te amo!
¿Acaso no dejé nada bueno en tu vida, mujer... fui un ser tan baldío, vano, inane? ¿No recuerdas ni tan si quiera un momento de dicha a mi lado, ni una palabra hermosa, ni una cita poética, ni una caricia, ni una mirada, ni un debate sobre qué es el tiempo, la existencia de Dios, la reencarnación? ¡Si llegaste a confesarme que éramos almas gemelas, o quizá mellizas!
No sé, amor, qué sucedió en tu cerebro para echarme a la zahúrda de la memoria. Comprendo que el amor se transfigure en odio cuando, verbigracia, el engaño, la calumnia, la humillación protagonizan la relación entre un hombre y una mujer.
Sostengo que el rencor delata el estado psíquico de la persona que lo manifiesta. No sé si el que odia tanto conoce qué es el amor. El odio no es la antítesis del amor. La persona que ha amado mucho desconoce ese sentimiento que se denomina odio.
En verdad, me he sentido envidiado, y me resulta un hecho inexplicable que escapa a la razón, desde mi años jóvenes; pero nunca me supe odiado. No me afecta. Lo siento por ella. Porque odiar es un verbo que si no lo sabes conjugar te roba el alma, te la jibariza, te la pudre.
Sé que el eterno combate entre el bien y el mal se libre entre los ejércitos del odio y del amor. Y de nada valen las alianzas hipócritas de los que rezan a cristos y vírgenes en las iglesias y odian en silencio, porque son gente muerta que camina, que respira, que come y, cuando se muestran en público, también ríen. Verdad. ¡Cuánto más me odies, más te amaré!
Eugenio-Jesús de Ávila
¿Acaso no dejé nada bueno en tu vida, mujer... fui un ser tan baldío, vano, inane? ¿No recuerdas ni tan si quiera un momento de dicha a mi lado, ni una palabra hermosa, ni una cita poética, ni una caricia, ni una mirada, ni un debate sobre qué es el tiempo, la existencia de Dios, la reencarnación? ¡Si llegaste a confesarme que éramos almas gemelas, o quizá mellizas!
No sé, amor, qué sucedió en tu cerebro para echarme a la zahúrda de la memoria. Comprendo que el amor se transfigure en odio cuando, verbigracia, el engaño, la calumnia, la humillación protagonizan la relación entre un hombre y una mujer.
Sostengo que el rencor delata el estado psíquico de la persona que lo manifiesta. No sé si el que odia tanto conoce qué es el amor. El odio no es la antítesis del amor. La persona que ha amado mucho desconoce ese sentimiento que se denomina odio.
En verdad, me he sentido envidiado, y me resulta un hecho inexplicable que escapa a la razón, desde mi años jóvenes; pero nunca me supe odiado. No me afecta. Lo siento por ella. Porque odiar es un verbo que si no lo sabes conjugar te roba el alma, te la jibariza, te la pudre.
Sé que el eterno combate entre el bien y el mal se libre entre los ejércitos del odio y del amor. Y de nada valen las alianzas hipócritas de los que rezan a cristos y vírgenes en las iglesias y odian en silencio, porque son gente muerta que camina, que respira, que come y, cuando se muestran en público, también ríen. Verdad. ¡Cuánto más me odies, más te amaré!
Eugenio-Jesús de Ávila

















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