NOCTURNOS
El erotismo como arte
Si una mujer solo pretende mantener una relación amistosa contigo, nunca le hables de amor. Cuanto menos encuentros mantengas con ella, mejor para que tu ego se vaya curando. No le eches la culpa por pasar de ti. Tú eres el único reo de que el deseo no se convirtiera en realidad.
Te aconsejo que solo hables de amor cuando intuyes que esa dama siente algo por ti. ¿Cómo desnuda el alma una señorita? Pues me resulta muy sencillo advertirlo: su mirada acaricia, se enreda con tus pestañas, no disimula, no baja sus párpados, y si tus ojos se clavan en sus pupilas, y ella aguanta que tú le escribas en su retina, con tinta de lágrimas secas, que la deseas, que las quieres amar, que besarla te conduciría al éxtasis, algo sucede entre su alma y lo que queda de vaho de Dios en tus adentros.
Con tus amigas, aquellas que no te atraen, a las que ni tan si quiera, en una isla desierta, les dedicarías unas cuantas carantoñas, aprovecha para hablar de temas relacionados con la política, la enfermedad, la familia, el trabajo y asuntos baladís. También, si se tercia, plantéales problemas que versen sobre el mundo femenino y sus circunstancias: cómo aman las mujeres, que esperan de un novio, amante, pareja; que desprecian en el hombre, que les encanta de los caballeros; que defectos hallan en ti, y, por qué no, que virtudes posees. Y si un día te sientes profundo, pregúntales por la existencia de Dios y el misterio del tiempo, o si hay vida después de la muerte.
Y sabrás que una mujer solo se quedará en amiga o conocida, cuando, mientras charlas con ella, te olvidas de su sexo, y la tratas como a una amigo, con el que hablas de todo, menos de amor.
Yo amo, como bien se sabe, a una dama deliciosa: me embelesa su rostro, tan bonito, hermoso, delicado; pero me encanta debatir con ella sobre literatura, arte, periodismo, cine…sobre la vida. Nunca me canso de escucharla. Me gusta más que me hable que soltar mi clásica verborrea. La escucho con deleite. A veces, me refrené, porque mis manos le habrían tomado su rostro y me la hubiera comido a besos, libado el néctar de su saliva, humedecido sus labios de frambuesa, mordido su mamolita de muñeca de porcelana china.
Aprovecho esto de escribir para hablarle de amor, porque, en persona, me da mucho corte. Quizá le molesten mis metáforas. Y yo solo pretendo que, a mi vera, disfrute, se sienta cómoda, encantada, como si yo fuese un satélite que gira alrededor de su belleza, pero, de momento, no un asteroide que se precipitase sobre su piel de nena.
Reconozco que conocerla transformó mi vida, que existe un antes y un después de Carlota; que me olvidé del sexo hedonista para conocer el nirvana de la cópula inteligente y lírica. Soy un enamorado que se encontró con el camino que conduce al erotismo como arte.
Eugenio-Jesús de Ávila
Si una mujer solo pretende mantener una relación amistosa contigo, nunca le hables de amor. Cuanto menos encuentros mantengas con ella, mejor para que tu ego se vaya curando. No le eches la culpa por pasar de ti. Tú eres el único reo de que el deseo no se convirtiera en realidad.
Te aconsejo que solo hables de amor cuando intuyes que esa dama siente algo por ti. ¿Cómo desnuda el alma una señorita? Pues me resulta muy sencillo advertirlo: su mirada acaricia, se enreda con tus pestañas, no disimula, no baja sus párpados, y si tus ojos se clavan en sus pupilas, y ella aguanta que tú le escribas en su retina, con tinta de lágrimas secas, que la deseas, que las quieres amar, que besarla te conduciría al éxtasis, algo sucede entre su alma y lo que queda de vaho de Dios en tus adentros.
Con tus amigas, aquellas que no te atraen, a las que ni tan si quiera, en una isla desierta, les dedicarías unas cuantas carantoñas, aprovecha para hablar de temas relacionados con la política, la enfermedad, la familia, el trabajo y asuntos baladís. También, si se tercia, plantéales problemas que versen sobre el mundo femenino y sus circunstancias: cómo aman las mujeres, que esperan de un novio, amante, pareja; que desprecian en el hombre, que les encanta de los caballeros; que defectos hallan en ti, y, por qué no, que virtudes posees. Y si un día te sientes profundo, pregúntales por la existencia de Dios y el misterio del tiempo, o si hay vida después de la muerte.
Y sabrás que una mujer solo se quedará en amiga o conocida, cuando, mientras charlas con ella, te olvidas de su sexo, y la tratas como a una amigo, con el que hablas de todo, menos de amor.
Yo amo, como bien se sabe, a una dama deliciosa: me embelesa su rostro, tan bonito, hermoso, delicado; pero me encanta debatir con ella sobre literatura, arte, periodismo, cine…sobre la vida. Nunca me canso de escucharla. Me gusta más que me hable que soltar mi clásica verborrea. La escucho con deleite. A veces, me refrené, porque mis manos le habrían tomado su rostro y me la hubiera comido a besos, libado el néctar de su saliva, humedecido sus labios de frambuesa, mordido su mamolita de muñeca de porcelana china.
Aprovecho esto de escribir para hablarle de amor, porque, en persona, me da mucho corte. Quizá le molesten mis metáforas. Y yo solo pretendo que, a mi vera, disfrute, se sienta cómoda, encantada, como si yo fuese un satélite que gira alrededor de su belleza, pero, de momento, no un asteroide que se precipitase sobre su piel de nena.
Reconozco que conocerla transformó mi vida, que existe un antes y un después de Carlota; que me olvidé del sexo hedonista para conocer el nirvana de la cópula inteligente y lírica. Soy un enamorado que se encontró con el camino que conduce al erotismo como arte.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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