¿Botellón o bar? ¿Se puede elegir?

Dieron las doce. Para algunos, más esperadas que las de fin de año, porque eso significaba poder salir después, conforme deseo, sin las restricciones que hasta ese momento había que cumplir como niños pequeños a los que se les impone un horario, cuando su responsabilidad pudiera ser cuestionable. Y así fue, paseantes por las calles, en menor número de los que suele haber mismamente a las ocho de la tarde, de cualquier día normal.

            Como era de esperar, también hubo botellones. Cierto, que en la capital, reducidos en cantidad y número de participantes. Sitios apartados, aunque habituales en otros tiempos para estas prácticas, donde los participantes pasaron unas horas de noche, de  conversación con algo que beber, que ayuda a soltar la lengua. Hielo, botes y botellas adquiridos con anterioridad en alguno de esos supermercados, donde se junta tanta gente, especialmente en determinadas horas. No fueron molestados por la autoridad, que solo hubiera conseguido llegado el caso, que para futuras citas, elijan un lugar más apartado y menos accesible para los vehículos policiales.

            Nada que ver, con las concentraciones masivas que conocemos de otras ciudades. Ahora bien, hubo botellones. Era el primer día, habrá más, más días luego....  Hay quien criminaliza a los  participantes, aun sin conocer su comportamiento en ellos. Para  quien guste de tomar algo, pocas alternativas se le ofrece, con los bares cerrando a la hora de la cenicienta. La hostelería, ofrece espacios legales, con inspecciones periódicas que velan por el cumplimiento de la normativa establecida. Establecimientos que prestan un servicio demandado por el ciudadano, que va desde poner un café, un botellín, wisquito hasta agua mineral. Dispone sillas más cómodas que muchos sofás, mesas donde apoyar el vaso con su rajita de limón, sus dos piedras y como no, algo más que se puede beber. Permite estar en el interior, en la calle e ir al baño cuantas veces haga falta usarlo. Ponen música, nos encontramos con colegas, incluso se hacen nuevas amistades hasta hay quien liga o eso dicen. Es lo más parecido a estar en casa, o mucho mejor, porque no hay nada que fregar.

            Mantienen un buen número de puestos de trabajo directos, y alimentan otros de tantos negocios, carnicerías, pescaderías, panaderías, fruterías y demás. Pagan, su seguridad social, su IVA en cada factura, además de los gastos de luz, agua y los impuestos municipales que nos son pequeños,  como los modelos 111, 130 y demás, para que posteriormente el gobierno de Madrid, destine lo recaudado donde mejor le parezca a ellos, que no a nosotros. Hay, y habrá, aun ilegales botellones, se seguirán produciendo, pero que conste que la única alternativa a los mismos, que es la hostelería abierta hasta una hora prudencial no existe, porque la junta no lo permite, y lo peor, se crea un hábito difícil de reconducir.

Manuel Herrero Alonso