Mª Soledad Martín Turiño
Jueves, 17 de Junio de 2021
ZAMORANA

Cualquier excusa vale para recordar

[Img #54252]Una película antigua de la España de hace cincuenta años en un pueblo de Castilla, ojear un álbum de fotografías de entonces o, simplemente, recordar aquellas infancias, es suficiente para volver la vista atrás y enlazar con los orígenes de muchos adultos de ahora, antes niños.

 

Pueblos de Zamora, diversos y ricos, desde las zonas de piedra y humedales del oeste, a las villas orientales de secano, con terrones áridos y un esfuerzo ímprobo hasta que surge el grano que dará sustento para todo un año. Laderas enormes de tierras mirando al cielo, que se convierten como si fuera un milagro en campos fértiles, ya sea de cereal ondeando al viento, de altos maizales, de girasoles que, con la caída de la tarde, se inclinan en una respetuosa reverencia, o de colza que parece retar con su brillante color limonado, dejando claro que también en los campos zamoranos tiene su lugar propio. Y ¡qué decir de los viñedos, con sus cepas retorcidas, que regalan unos caldos intensos, duros de sabor, contundentes y deliciosos!, o la remolacha azucarera que ha dado tanto y tan buen rendimiento.

 

Hombres de Zamora, campesinos rudos que miran al cielo, porque de lluvia, viento, frio, niebla o escarcha depende el sustento de sus familias. Ganaderos que cuidan su ganado en los establos de casa o los llevan a tierras áridas hasta encontrar unas briznas de hierba con que alimentarlos antes de regresar, a la atardecida, a casa para ordeñar, y reponerse un poco, con un vaso de vino hasta el día siguiente que, de nuevo, con sol o con lluvia, repetirán el mismo esquema.

 

   Gentes zamoranas temerosas de Dios, mujeres enlutadas, hombres con gesto austero, de mucha labor y escaso asueto, familias de misa de domingo, engalanados para la ocasión; gente, en fin, diversa y conformista, acostumbrada a poco cuya misión es sobrevivir con lo que tienen, sin reclamar otra cosa que premie el esfuerzo de cada día.

 

Niños y niñas siempre separados en sendas escuelas para todas las edades, dominados por una enjuta maestra o un maestro altivo con la vara en la mano, presta al castigo, para hacer buena la expresión tan escuchada por aquellos días: “la letra con sangre entra”.

 

Niños reverenciando al cura, temiéndole en la confesión, silenciados en la homilía, acostumbrados al besamanos nada más ver aquella sotana negra que infundía miedo y respeto al mismo tiempo.

 

Gentes zamoranas, parcas de sonrisas, de amplias espaldas sosteniendo hijos, padres, tierras y ganado, todo al mismo tiempo. Gentes de Zamora que ahora sois viejos, que os fuisteis del pueblo dejando vacíos aquellos lares y aquí, en la ciudad, perdidos y abrumados, como fuera de lugar, esperáis sentados en un parque que os lleven de nuevo a ese pueblo querido, aunque esta vez sea para descansar por siempre en el cementerio.

 

Miro una y otra vez aquellos documentales del NODO franquista que obligaban al recato, la compostura, el silencio; nunca alzar la voz por nada, personas sometidas a la autoridad, a los padres, al clero o al cacique de turno y me indigna que aquella actitud persista todavía, que se haya grabado a fuego entre los zamoranos de hoy, más libres pero igualmente parcos; supongo que llevan la sumisión en los genes, por eso no salen a la calle, ni se sublevan cuando comprueban como Zamora entera –ciudad y pueblos- se vacían sin remedio; cuando no llegan los servicios mínimos que gozan otras ciudades, cuando los gobernantes les prometen y sistemáticamente incumplen su palabra dejando patente que merecen todo el descrédito.

 

Amo profundamente a mi tierra y, a pesar de la distancia, lucho en la medida de mis posibilidades para que Zamora resurja, se haga visible y sea un punto a destacar en el mapa de España, y quisiera confiar en quienes mandan, ya sea la Diputación, la Junta o el gobierno central, aunque sea de manera muy escéptica porque la realidad está ahí y no es cosa de obviarla; a pesar de todo, apelo a todas las instituciones porque confío en que habrá alguien que ame Zamora y, desde su posición de privilegio, pueda hacer algo en su favor. Saben que somos muchos los que no lo olvidaríamos.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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