PASIÓN POR ZAMORA
Hay ya una Zamora que se rebela, que no se calla
La Zamora que piensa, la Zamora que siente, la Zamora que vive y la Zamora que no se resigna, que es la misma, se ha puesto peto y espaldar para irse al frente a combatir contra los que pretenden convertirnos en una descomunal residencia de la tercera edad, en un desierto demográfico, en una tierra para fotovoltaicas.
Así lo entiende este longevo escribidor, alguien que conoció las linotipias, las máquinas de escribir Olivetti o Remington, y que ahora escribe noticias para las redes sociales, cuando escuchó, ayer, los discursos de Francisco J. Requejo, presidente de la Diputación, y hoy, el de Cipriano García Rodríguez, director general de Caja Rural, cerebro de la única entidad bancaria zamorana.
Si loaba ayer la madurez y claridad de Requejo, hoy también quiero aplaudir la fuerza, la franqueza, la verdad del banquero zamorano. Lo dijo todo ante gente del PSOE. No se dejó nada guardado. Se desnudó y desvistió la realidad de nuestra tierra. Habló de las propuesta de Zamora10 y de cómo se han ninguneado desde la res pública; de infraestructuras, de carencias y querencias seculares. Y pidió unidad entre todos los nacidos en Zamora y sus hijos adoptivos para romper las cadenas que no nos permiten avanzar, que nos empujan hacia el pasado, donde no hay nada, solo polvo en el tiempo, roña, mugre.
Ahora bien, advierto, por enésima vez, que no podemos esperar nada de los partidos políticos nacionales, ni de sus vicarios en la provincia. Experiencia. Empírico. Cuando gobierna el PSOE, diputados y senadores socialistas zamoranos obedecen, prietas las filas, a los designios de su formación que a las necesidades de los zamoranos. Verbigracia: ¿Hemos escuchado a Antidio Fagúndez, diputado nacional socialista, y a José Fernández Blanco, senador, exigir al ejecutivo de Pedro Sánchez que cumpla con su palabra sobre Monte la Reina o que aceleré la transformación en autovía de la N-112 entre Zamora y Alcañices? Silencio, verdad.
Pero no es este un olvido, una amnesia de los socialistas zamoranos, porque, cuando mandaba Rajoy, los diputados y senadores zamoranos del PP conspiraron contra Zamora. Martínez-Maíllo acumuló en sus manos un enorme poder político. ¿Cuál fue su gran obra para que los zamoranos le recordemos? Ninguna. Al parecer, según sus amigos populares del Zamora, gracias a sus ruegos, se logró que un AVE saliese a primera hora hacia Madrid desde nuestra ciudad. Eso es todo. Habrá que dedicarle una calle o bulevar al mencionado personaje.
Se colige, pues, como corolario, que los políticos de las dos grandes formaciones nacionales, aunque vieran la luz primera cerca del Duero, en la Ciudad del Romancero, quieren más a sus caudillos, jefes, jerarcas, que al pueblo llano, al zamorano medio.
Esta gente que se colocó en Senado y Congreso va a lo suyo, al chollo de pasar, cuanto más legislaturas mejor, en ambas cámaras. ¿Qué deben hacer para mantenerse en el cargo? Obedecer, rendir pleitesía al jerarca de turno; consentir, traicionar a su tierra, doctorarse en adulación, como tantos, cada vez más, medios de comunicación. Todo por perpetuarse en el Senado o Congreso de los Diputados. Hasta que la muerte los separe del sillón, como los matrimonios de antes, los desposorios católicos.
Sí, como zamorano deseo, anhelo y rezo, aunque no me lo permita mi ateísmo, la unidad entre todos los nacidos aquí, pero sospecho de los políticos profesionales, de los que viven por encima de sus méritos, capacidades e intelectos, a cuenta de hacer la reverencia a los gerifaltes de sus partidos.
Aquí, en Zamora, solo creo en Requejo, como hombre del liberalismo político, y en Guarido, y sus discípulos como genuinos representantes de la socialdemocracia real a la europea. Por supuesto, en la Caja Rural, liderada por Cipriano García Rodríguez y sus asesores y consejeros; y en empresarios que han triunfado sin necesidad de acudir a la ayuda política; en Vicente Merino Febrero, ejemplo para todo joven que quiera transformar nuestro sistema económico a través del mundo empresarial, de las ideas y de una enorme capacidad para combatir al mal, que sí existe, a los enemigos del progreso. Y no me olvido tampoco ni de Zamora10, ni de su gerente, Paco Prieto Toranzo, un zamorano que vino a sufrir y padecer con su tierra; ni de Viriatos y Ana Morillo, ni de las plataformas que surgen por toda la provincia para defender el sector primario de las súper granjas porcinas, de las plantas solares y los aerogeneradores, enemigos de los románticos molinos del Quijote. Y no espero nada, lógico, de unos medios que viven del dinero público.
Solo queda que el pueblo despierte, que se agite, que exija, que se transforme en ciudadanía.
Eugenio-Jesús de Ávila
La Zamora que piensa, la Zamora que siente, la Zamora que vive y la Zamora que no se resigna, que es la misma, se ha puesto peto y espaldar para irse al frente a combatir contra los que pretenden convertirnos en una descomunal residencia de la tercera edad, en un desierto demográfico, en una tierra para fotovoltaicas.
Así lo entiende este longevo escribidor, alguien que conoció las linotipias, las máquinas de escribir Olivetti o Remington, y que ahora escribe noticias para las redes sociales, cuando escuchó, ayer, los discursos de Francisco J. Requejo, presidente de la Diputación, y hoy, el de Cipriano García Rodríguez, director general de Caja Rural, cerebro de la única entidad bancaria zamorana.
Si loaba ayer la madurez y claridad de Requejo, hoy también quiero aplaudir la fuerza, la franqueza, la verdad del banquero zamorano. Lo dijo todo ante gente del PSOE. No se dejó nada guardado. Se desnudó y desvistió la realidad de nuestra tierra. Habló de las propuesta de Zamora10 y de cómo se han ninguneado desde la res pública; de infraestructuras, de carencias y querencias seculares. Y pidió unidad entre todos los nacidos en Zamora y sus hijos adoptivos para romper las cadenas que no nos permiten avanzar, que nos empujan hacia el pasado, donde no hay nada, solo polvo en el tiempo, roña, mugre.
Ahora bien, advierto, por enésima vez, que no podemos esperar nada de los partidos políticos nacionales, ni de sus vicarios en la provincia. Experiencia. Empírico. Cuando gobierna el PSOE, diputados y senadores socialistas zamoranos obedecen, prietas las filas, a los designios de su formación que a las necesidades de los zamoranos. Verbigracia: ¿Hemos escuchado a Antidio Fagúndez, diputado nacional socialista, y a José Fernández Blanco, senador, exigir al ejecutivo de Pedro Sánchez que cumpla con su palabra sobre Monte la Reina o que aceleré la transformación en autovía de la N-112 entre Zamora y Alcañices? Silencio, verdad.
Pero no es este un olvido, una amnesia de los socialistas zamoranos, porque, cuando mandaba Rajoy, los diputados y senadores zamoranos del PP conspiraron contra Zamora. Martínez-Maíllo acumuló en sus manos un enorme poder político. ¿Cuál fue su gran obra para que los zamoranos le recordemos? Ninguna. Al parecer, según sus amigos populares del Zamora, gracias a sus ruegos, se logró que un AVE saliese a primera hora hacia Madrid desde nuestra ciudad. Eso es todo. Habrá que dedicarle una calle o bulevar al mencionado personaje.
Se colige, pues, como corolario, que los políticos de las dos grandes formaciones nacionales, aunque vieran la luz primera cerca del Duero, en la Ciudad del Romancero, quieren más a sus caudillos, jefes, jerarcas, que al pueblo llano, al zamorano medio.
Esta gente que se colocó en Senado y Congreso va a lo suyo, al chollo de pasar, cuanto más legislaturas mejor, en ambas cámaras. ¿Qué deben hacer para mantenerse en el cargo? Obedecer, rendir pleitesía al jerarca de turno; consentir, traicionar a su tierra, doctorarse en adulación, como tantos, cada vez más, medios de comunicación. Todo por perpetuarse en el Senado o Congreso de los Diputados. Hasta que la muerte los separe del sillón, como los matrimonios de antes, los desposorios católicos.
Sí, como zamorano deseo, anhelo y rezo, aunque no me lo permita mi ateísmo, la unidad entre todos los nacidos aquí, pero sospecho de los políticos profesionales, de los que viven por encima de sus méritos, capacidades e intelectos, a cuenta de hacer la reverencia a los gerifaltes de sus partidos.
Aquí, en Zamora, solo creo en Requejo, como hombre del liberalismo político, y en Guarido, y sus discípulos como genuinos representantes de la socialdemocracia real a la europea. Por supuesto, en la Caja Rural, liderada por Cipriano García Rodríguez y sus asesores y consejeros; y en empresarios que han triunfado sin necesidad de acudir a la ayuda política; en Vicente Merino Febrero, ejemplo para todo joven que quiera transformar nuestro sistema económico a través del mundo empresarial, de las ideas y de una enorme capacidad para combatir al mal, que sí existe, a los enemigos del progreso. Y no me olvido tampoco ni de Zamora10, ni de su gerente, Paco Prieto Toranzo, un zamorano que vino a sufrir y padecer con su tierra; ni de Viriatos y Ana Morillo, ni de las plataformas que surgen por toda la provincia para defender el sector primario de las súper granjas porcinas, de las plantas solares y los aerogeneradores, enemigos de los románticos molinos del Quijote. Y no espero nada, lógico, de unos medios que viven del dinero público.
Solo queda que el pueblo despierte, que se agite, que exija, que se transforme en ciudadanía.
Eugenio-Jesús de Ávila
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