CON LOS CINCO SENTIDOS
De certezas y tormentas de verano
Ha caído una buena tormenta en Zamora y sigue lloviendo, ahora, más pausadamente. Parece que la lluvia, cuando cae mansamente, limpia el alma y arrastra los miedos, se lleva algunos grados y hace reverdecer las hierbas mustias y pajizas. El cielo está gris y no parece junio, ni por el calor sofocante de estos días, ni por nada. Parece un mes absolutamente extraterrestre. Dicen los científicos que, a partir de ahora, los veranos serán tórridos y las estaciones ya no serán cuatro. Pobre Vivaldi, “il prete rosso”, allá donde te encuentres. Quién te iba a decir a ti que algún día, pasados varios siglos, sobrarían seis movimientos, dos estaciones, de tu obra más conocida para el común de los mortales sin estudios musicales. Pasaremos del calor estival al frío invernal, sin mediar primaveras ni mi adorado otoño, esa estación en la que vuelvo a ser persona después del letargo al que me obliga un calor que no soporto.
Pienso en silencio en un otoño más en Zamora, esta ciudad medio viva medio muerta, y no concibo que nos arrebatemos a nosotros mismos de cuajo dos estaciones. Estamos asesinando al planeta que nos cobija y alimenta. Nos extinguiremos antes de tiempo por nuestra adoración por el dinero y el poder en detrimento del cuidado del entorno. Pero es que los seres humanos no sabemos sacrificarnos por nada, no nos gusta porque no nos provoca satisfacción. Somos unos necios que viven a golpe de chequera y orgasmo, sin pensar en las generaciones venideras. Queremos dinero ahora, sexo ahora, todo ahora. Esa es nuestra penosa filosofía, nuestra herencia vital para los que nos sucedan. Les vamos a dejar un planeta podrido, en llamas, enfermo y estúpido. Total, no vivimos de media más de ochenta y cinco años… nos da todo igual.
Existe un desencanto en la juventud, un cabreo en los adultos y una falta de expectativas a causa de gobiernos mendaces y mentirosos que ahora prometen y mañana incumplen sin que se les tuerza ni un gesto; con un par. Todo eso provoca desazón, sensación de inmediatez y vapor de agua en casi todo lo que acontece. Las personas de bien tenemos que poder vivir con certezas, queremos y necesitamos aferrarnos a lo posible, no a lo probable. Y si hablamos del futuro de nuestros hijos, más si cabe. Pero parece que no importa lo que venga en unos decenios, ya no estaremos presentes, ya no seremos ni una gota de agua de esas que han caído a borbotones y violentamente en estos días extraños.
Mañana amanecerá de nuevo y hará calor, o no; lloverá, o no; te amaré, o no; seré, o no. ¡Qué más da!
Nélida L. del Estal Sastre
Ha caído una buena tormenta en Zamora y sigue lloviendo, ahora, más pausadamente. Parece que la lluvia, cuando cae mansamente, limpia el alma y arrastra los miedos, se lleva algunos grados y hace reverdecer las hierbas mustias y pajizas. El cielo está gris y no parece junio, ni por el calor sofocante de estos días, ni por nada. Parece un mes absolutamente extraterrestre. Dicen los científicos que, a partir de ahora, los veranos serán tórridos y las estaciones ya no serán cuatro. Pobre Vivaldi, “il prete rosso”, allá donde te encuentres. Quién te iba a decir a ti que algún día, pasados varios siglos, sobrarían seis movimientos, dos estaciones, de tu obra más conocida para el común de los mortales sin estudios musicales. Pasaremos del calor estival al frío invernal, sin mediar primaveras ni mi adorado otoño, esa estación en la que vuelvo a ser persona después del letargo al que me obliga un calor que no soporto.
Pienso en silencio en un otoño más en Zamora, esta ciudad medio viva medio muerta, y no concibo que nos arrebatemos a nosotros mismos de cuajo dos estaciones. Estamos asesinando al planeta que nos cobija y alimenta. Nos extinguiremos antes de tiempo por nuestra adoración por el dinero y el poder en detrimento del cuidado del entorno. Pero es que los seres humanos no sabemos sacrificarnos por nada, no nos gusta porque no nos provoca satisfacción. Somos unos necios que viven a golpe de chequera y orgasmo, sin pensar en las generaciones venideras. Queremos dinero ahora, sexo ahora, todo ahora. Esa es nuestra penosa filosofía, nuestra herencia vital para los que nos sucedan. Les vamos a dejar un planeta podrido, en llamas, enfermo y estúpido. Total, no vivimos de media más de ochenta y cinco años… nos da todo igual.
Existe un desencanto en la juventud, un cabreo en los adultos y una falta de expectativas a causa de gobiernos mendaces y mentirosos que ahora prometen y mañana incumplen sin que se les tuerza ni un gesto; con un par. Todo eso provoca desazón, sensación de inmediatez y vapor de agua en casi todo lo que acontece. Las personas de bien tenemos que poder vivir con certezas, queremos y necesitamos aferrarnos a lo posible, no a lo probable. Y si hablamos del futuro de nuestros hijos, más si cabe. Pero parece que no importa lo que venga en unos decenios, ya no estaremos presentes, ya no seremos ni una gota de agua de esas que han caído a borbotones y violentamente en estos días extraños.
Mañana amanecerá de nuevo y hará calor, o no; lloverá, o no; te amaré, o no; seré, o no. ¡Qué más da!
Nélida L. del Estal Sastre
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.123