ME QUEDA LA PALABRA
El independentismo pequeño burgués gana la batalla
Una mayoría de vascos se siente españoles. Una mayoría mínima de catalanes, también. Los castellanos, leoneses, andaluces, extremeños, madrileño, manchegos, valencianos, murcianos y gallegos compramos los productos que se fabricaban en el País Vasco y Cataluña desde finales del siglo XIX, desde que Cánovas del Castillo, un conservador, asesinado por un anarquista, decidió subir los aranceles para productos textiles británicos con el objetivo de que el resto de España comprase camisas, trajes, pantalones. Esa medida política empobreció a Castilla y enriqueció a aquella región del noreste español. Desde entonces, los gobiernos nacionales, tanto los de la Restauración, como los de la dictadura de Primo de Rivera, II República, dictadura de Franco y democracia legislaron siempre a favor de Cataluña. Incluso, a un golfo como Pujol, arquitecto del secesionismo, pillado con las manos en la masa de Banca Catalana, se le perdonó. Ahora Pedro Sánchez, el magnánimo, apóstol de la paz, cristiano evangélico, porque pone la otra mejilla, la buena, también se dispone a darlo todo por Cataluña.
La izquierda española o antiespañola, que ya ni se sabe, nunca fue jacobina. Incompresible, porque la izquierda europea se distingue por su jacobonismo. De hecho, siempre apoyó a los nacionalismos secesionistas, tanto a los de extrema derecha, como a los republicanos burgueses, en origen fascistas, y a los terroristas marxista de ETA. No se comprende. El PSOE es una excepción a la regla de la izquierda europea. Y si no eres jacobino, no eres de izquierdas.
Ahora bien intuyo, que es un verbo muy femenino, ni los secesionistas vascos ni los catalanes desean romper drásticamente con España, porque quieren seguir ordeñando la ubre del resto de la nación. El desarrollo extraordinario de esas dos regiones españolas se basó en vender sus productos a nosotros, leoneses, a los castellanos, al resto de las regiones que forman España. Sin clientes tan sumisos, ni País Vasco ni Cataluña habrían alcanzado su enorme potencial económico.
Supongo que Sánchez firmará todo lo que convenga a los representantes de la burguesía catalana. Le trae sin cuidado la Ley, porque él, como cualquier otro dictador, se halla por encima de la Ley. El Tribunal Supremo, al que llegan los magistrados más dispuestos a la obediencia al PSOE y al PP, y sus sentencias le importan un higo al presidente del Gobierno.
Si los secesionistas piden referéndum, se concederá. Si exigen reformar la Constitución, no habrá problema, porque se buscará algún filtro para cambiar la Carta Magna. Me temo que España se constituya en una Monarquía con dos estados confederados, Cataluña y el País Vasco, que gozarán de todos los privilegios posibles y de ningún tipo de cargas económicas solidarias que contribuyan al desarrollo de la España constitucional.
La burguesía nunca pierde. Solo juega a ganar. Afirmaba Marx que todo pequeño burgués es egoísta. Le doy la razón. Y esta partida ya se acabó. La nación más antigua de Europa se quiebra. Un gobierno de un partido que lleva el nombre de Español se ha rendido. No va más. Habrá que pensar ya en otra forma de vivir, en otra nación menguante, en un adiós a la España de nuestra infancia, juventud y madurez. Me hago viejo y asumo la derrota. Los jacobinos hemos perdido la última batalla. España, lo que queda de ella, gobernada por sus enemigos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Una mayoría de vascos se siente españoles. Una mayoría mínima de catalanes, también. Los castellanos, leoneses, andaluces, extremeños, madrileño, manchegos, valencianos, murcianos y gallegos compramos los productos que se fabricaban en el País Vasco y Cataluña desde finales del siglo XIX, desde que Cánovas del Castillo, un conservador, asesinado por un anarquista, decidió subir los aranceles para productos textiles británicos con el objetivo de que el resto de España comprase camisas, trajes, pantalones. Esa medida política empobreció a Castilla y enriqueció a aquella región del noreste español. Desde entonces, los gobiernos nacionales, tanto los de la Restauración, como los de la dictadura de Primo de Rivera, II República, dictadura de Franco y democracia legislaron siempre a favor de Cataluña. Incluso, a un golfo como Pujol, arquitecto del secesionismo, pillado con las manos en la masa de Banca Catalana, se le perdonó. Ahora Pedro Sánchez, el magnánimo, apóstol de la paz, cristiano evangélico, porque pone la otra mejilla, la buena, también se dispone a darlo todo por Cataluña.
La izquierda española o antiespañola, que ya ni se sabe, nunca fue jacobina. Incompresible, porque la izquierda europea se distingue por su jacobonismo. De hecho, siempre apoyó a los nacionalismos secesionistas, tanto a los de extrema derecha, como a los republicanos burgueses, en origen fascistas, y a los terroristas marxista de ETA. No se comprende. El PSOE es una excepción a la regla de la izquierda europea. Y si no eres jacobino, no eres de izquierdas.
Ahora bien intuyo, que es un verbo muy femenino, ni los secesionistas vascos ni los catalanes desean romper drásticamente con España, porque quieren seguir ordeñando la ubre del resto de la nación. El desarrollo extraordinario de esas dos regiones españolas se basó en vender sus productos a nosotros, leoneses, a los castellanos, al resto de las regiones que forman España. Sin clientes tan sumisos, ni País Vasco ni Cataluña habrían alcanzado su enorme potencial económico.
Supongo que Sánchez firmará todo lo que convenga a los representantes de la burguesía catalana. Le trae sin cuidado la Ley, porque él, como cualquier otro dictador, se halla por encima de la Ley. El Tribunal Supremo, al que llegan los magistrados más dispuestos a la obediencia al PSOE y al PP, y sus sentencias le importan un higo al presidente del Gobierno.
Si los secesionistas piden referéndum, se concederá. Si exigen reformar la Constitución, no habrá problema, porque se buscará algún filtro para cambiar la Carta Magna. Me temo que España se constituya en una Monarquía con dos estados confederados, Cataluña y el País Vasco, que gozarán de todos los privilegios posibles y de ningún tipo de cargas económicas solidarias que contribuyan al desarrollo de la España constitucional.
La burguesía nunca pierde. Solo juega a ganar. Afirmaba Marx que todo pequeño burgués es egoísta. Le doy la razón. Y esta partida ya se acabó. La nación más antigua de Europa se quiebra. Un gobierno de un partido que lleva el nombre de Español se ha rendido. No va más. Habrá que pensar ya en otra forma de vivir, en otra nación menguante, en un adiós a la España de nuestra infancia, juventud y madurez. Me hago viejo y asumo la derrota. Los jacobinos hemos perdido la última batalla. España, lo que queda de ella, gobernada por sus enemigos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.145