PORTADA TORO
En las caras, pinto un verano
“Sueños en una noche de estío”
No conozco a la gente, aunque, aun así, me paro a mirarles fijamente a las caras. Sin que se den cuenta, claro. Parecen felices. El verano ha llegado. Paseo por las calles ya no desiertas como en los meses anteriores, y me imagino un lienzo en mi cerebro mientras doy pinceladas de lo que mis ojos ven: el cielo azul, con trazos de nubes que aportan un color blanco- un cuadro digno de cualquier artista-, y cientos de personas que desde un avión puntos son para el ojo humano. Parece un ambiente sacado de un poema en el que las personas, sus caras y gestos son cada uno de los versos que lo forman. El verano es lo que tiene: trae esa felicidad necesaria en tiempos complicados.
No conozco a la gente, aunque esta vez decido pasar de largo. Cierro los ojos mientras paseo tranquilamente una noche de verano; sí, como la que Antonio Machado trata en su poema: “Es una hermosa noche de verano. Tienen las altas casas abiertos los balcones del viejo pueblo a la anchurosa plaza. En el amplio rectángulo desierto, bancos de piedra, evónimos y acacias simétricos dibujan sus negras sombras en la arena blanca (...)”. En la plaza de mi pueblo en una hermosa noche veo, en cambio, las terrazas llenas; y no es un sueño. Música parece que se escucha desde el fondo- de la Plaza de Toros puede venir-, y un chirrido constante de risas a mi oído llegan. No puedo hablar y mejor me callo. Disfruto del ambiente nocturno de esta noche de verano que tanto anhelaba. Turistas y vecinos paseando de un lado a otro hay, y yo me mareo de tanto ajetreo; o quizás no, y sea la confusión que siento ahora mismo al creer que todo esto ha pasado, mientras en las caras de los primeros transeúntes de los que he hablado imaginaba la historia de cada uno, en los meses que sucederán.
“Sueños en una noche de estío”
No conozco a la gente, aunque, aun así, me paro a mirarles fijamente a las caras. Sin que se den cuenta, claro. Parecen felices. El verano ha llegado. Paseo por las calles ya no desiertas como en los meses anteriores, y me imagino un lienzo en mi cerebro mientras doy pinceladas de lo que mis ojos ven: el cielo azul, con trazos de nubes que aportan un color blanco- un cuadro digno de cualquier artista-, y cientos de personas que desde un avión puntos son para el ojo humano. Parece un ambiente sacado de un poema en el que las personas, sus caras y gestos son cada uno de los versos que lo forman. El verano es lo que tiene: trae esa felicidad necesaria en tiempos complicados.
No conozco a la gente, aunque esta vez decido pasar de largo. Cierro los ojos mientras paseo tranquilamente una noche de verano; sí, como la que Antonio Machado trata en su poema: “Es una hermosa noche de verano. Tienen las altas casas abiertos los balcones del viejo pueblo a la anchurosa plaza. En el amplio rectángulo desierto, bancos de piedra, evónimos y acacias simétricos dibujan sus negras sombras en la arena blanca (...)”. En la plaza de mi pueblo en una hermosa noche veo, en cambio, las terrazas llenas; y no es un sueño. Música parece que se escucha desde el fondo- de la Plaza de Toros puede venir-, y un chirrido constante de risas a mi oído llegan. No puedo hablar y mejor me callo. Disfruto del ambiente nocturno de esta noche de verano que tanto anhelaba. Turistas y vecinos paseando de un lado a otro hay, y yo me mareo de tanto ajetreo; o quizás no, y sea la confusión que siento ahora mismo al creer que todo esto ha pasado, mientras en las caras de los primeros transeúntes de los que he hablado imaginaba la historia de cada uno, en los meses que sucederán.


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.29