LIBROS
"Charcos en tiempos de Sequía": Tomás Sánchez Santiago
Leo otro de los primeros libros publicados por este conciudadano que desarrolló su docencia fuera de Zamora, a la que siempre volvió con sus escritos, y también en su retirada.
Siempre he entendido que su obra plasma un “pasado” ya muy, muy lejano, convirtiéndolo con ello en “presente”... para dejarlo ahí de cara al “futuro” ya eterno.
El primer capítulo (“El diario del excedente”), de los tres que tiene su publicación de 1999 (“PARA QUÉ SIRVEN LOS CHARCOS”), es el que me mueve ha esta pequeña contribución... que no puede llegar a homenaje. Pero sí pretende ser un reconocimiento una vez más.
A modo de “diario mensual”, toma pequeños acontecimientos, recuerdos, allegados, que son intrascendentes salpicaduras del charco vilipendiado con nuestro pie, que no deja de ser inocente y desesperado, por estar carente de toda intención y culpa, al ser nuestra extremidad la perjudicada de nuestra mente, tal vez ya obsoleta y, desde luego, ensimismada.
De estas “salpicaduras” tomaré la que me resulta más entrañable:
“Fragmento de mi madre en aquella cocina: <<...una vez que el aceite está caliente se echa la cebolla, y cuando está rendida...>>”
También la pretendidamente más irreverente:
“Cuando el falo ya es un tótem: <<Una pintada en Logroño, frente a la calle del Laurel: //Picha dura no cree en Dios//>>”
Para finalizar con la que podría se una abreviatura de su quehacer con los acontecimientos, a través de las palabras:
“Acuerdo municipal: <<Hace ya unos meses que mi calle no se denomina DEL CUBO, aludiendo al de una muralla que aún se mantiene en pie y delimita las huertas y el río. Ahora se llama //Calle del Poeta Malo//(*). Mis amigos me mandan irónicamente las cartas a esa dirección poniendo “malo” con minúscula; no puedo dejar de pensar que en el Pleno Municipal alguien se habrá sonreído por dentro.
¡Y yo que hace tiempo me conformaba con ser el mejor poeta de mi barrio...!”
(*) Me permito complementar para los que lo necesiten, como ha sido mi caso, que la calle mutó su nombre para homenajear al poeta Manuel MALO de MOLINA.
Gonzalo Julián
Leo otro de los primeros libros publicados por este conciudadano que desarrolló su docencia fuera de Zamora, a la que siempre volvió con sus escritos, y también en su retirada.
Siempre he entendido que su obra plasma un “pasado” ya muy, muy lejano, convirtiéndolo con ello en “presente”... para dejarlo ahí de cara al “futuro” ya eterno.
El primer capítulo (“El diario del excedente”), de los tres que tiene su publicación de 1999 (“PARA QUÉ SIRVEN LOS CHARCOS”), es el que me mueve ha esta pequeña contribución... que no puede llegar a homenaje. Pero sí pretende ser un reconocimiento una vez más.
A modo de “diario mensual”, toma pequeños acontecimientos, recuerdos, allegados, que son intrascendentes salpicaduras del charco vilipendiado con nuestro pie, que no deja de ser inocente y desesperado, por estar carente de toda intención y culpa, al ser nuestra extremidad la perjudicada de nuestra mente, tal vez ya obsoleta y, desde luego, ensimismada.
De estas “salpicaduras” tomaré la que me resulta más entrañable:
“Fragmento de mi madre en aquella cocina: <<...una vez que el aceite está caliente se echa la cebolla, y cuando está rendida...>>”
También la pretendidamente más irreverente:
“Cuando el falo ya es un tótem: <<Una pintada en Logroño, frente a la calle del Laurel: //Picha dura no cree en Dios//>>”
Para finalizar con la que podría se una abreviatura de su quehacer con los acontecimientos, a través de las palabras:
“Acuerdo municipal: <<Hace ya unos meses que mi calle no se denomina DEL CUBO, aludiendo al de una muralla que aún se mantiene en pie y delimita las huertas y el río. Ahora se llama //Calle del Poeta Malo//(*). Mis amigos me mandan irónicamente las cartas a esa dirección poniendo “malo” con minúscula; no puedo dejar de pensar que en el Pleno Municipal alguien se habrá sonreído por dentro.
¡Y yo que hace tiempo me conformaba con ser el mejor poeta de mi barrio...!”
(*) Me permito complementar para los que lo necesiten, como ha sido mi caso, que la calle mutó su nombre para homenajear al poeta Manuel MALO de MOLINA.
Gonzalo Julián



















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