NOCTURNOS
Cuando el sexo se impone al seso
![[Img #55487]](https://eldiadezamora.es/upload/images/07_2021/3873_qqqqq.jpg)
Cuando eres joven, el sexo se impone al seso. Te gustan todas las chicas. Desearías tocarlas, acariciarlas, seducirlas, amarlas, ya fueran rubias o morenas, castañas o pelirrojas, altas o con menos estatura. No importa. Lo único importante es que sean mujeres, a ser posible, hermosas, que estén buenas, si se me permite expresión vulgarizada entre la tropa machista. No amas a ninguna. Quizá, si eres un romántico, te enamoras de alguna en particular. Incluso, si no lo piensas bien, acabas en el altar. Después, con el paso del tiempo, la convivencia acaba con el mito del amor. Y todo se desmorona. Y surgen las amantes. Se acude a los divorcios. Todo tiene su fin.
Cuando se es joven, el varón solo es una fábrica que produce espermatozoides, semillas que sembrar en cualquier campo, cuerpo, femenino. El hombre, en esencia, es un ser hedonista. Si la cópula no se resolviese con placer, el ser humano ya habría desaparecido de la faz de la tierra. La mujer entiende el amor de otra manera, más profunda, más sacra. Incluso sin gozar, daría a luz nuevos seres humanos. La hembra crea vida con el dolor. Desafía al tiempo esculpiendo nueva vida.
Hay hombres que jamás evolucionan y alcanzan la tercera edad y mantienen aún sus prioridades sexuales en sus relaciones con las mujeres. Otros, como es mi caso, aprendieron lo que significa amar ya en una edad madura, cuando, en su juventud, habían contribuido al mandamiento edénico: “Creced y multiplicaos”.
Cuando se es joven, desconoces por qué amas. Ahora, sin embargo, yo sé por qué amo a una mujer. Me explico: por su forma de ser y de estar, por su belleza, por su talento, por su personalidad, por su avidez de cultura, por su sensibilidad, porque se siente dichosa sintiéndose amada.
Y, a mi edad, después de haber jugado con el amor, he decidido ganar la partida, dando lo mejor de mí, lo poco que me queda, porque, durante mi camino hacia la nada, fue perdiendo egoísmo, narcisismo, estupidez, todos los vicios que me alejaron de la verdadera pasión, del néctar del amor, de la cópula de los sesos, del orgasmo de la belleza.
Eugenio-Jesús de Ávila
Cuando eres joven, el sexo se impone al seso. Te gustan todas las chicas. Desearías tocarlas, acariciarlas, seducirlas, amarlas, ya fueran rubias o morenas, castañas o pelirrojas, altas o con menos estatura. No importa. Lo único importante es que sean mujeres, a ser posible, hermosas, que estén buenas, si se me permite expresión vulgarizada entre la tropa machista. No amas a ninguna. Quizá, si eres un romántico, te enamoras de alguna en particular. Incluso, si no lo piensas bien, acabas en el altar. Después, con el paso del tiempo, la convivencia acaba con el mito del amor. Y todo se desmorona. Y surgen las amantes. Se acude a los divorcios. Todo tiene su fin.
Cuando se es joven, el varón solo es una fábrica que produce espermatozoides, semillas que sembrar en cualquier campo, cuerpo, femenino. El hombre, en esencia, es un ser hedonista. Si la cópula no se resolviese con placer, el ser humano ya habría desaparecido de la faz de la tierra. La mujer entiende el amor de otra manera, más profunda, más sacra. Incluso sin gozar, daría a luz nuevos seres humanos. La hembra crea vida con el dolor. Desafía al tiempo esculpiendo nueva vida.
Hay hombres que jamás evolucionan y alcanzan la tercera edad y mantienen aún sus prioridades sexuales en sus relaciones con las mujeres. Otros, como es mi caso, aprendieron lo que significa amar ya en una edad madura, cuando, en su juventud, habían contribuido al mandamiento edénico: “Creced y multiplicaos”.
Cuando se es joven, desconoces por qué amas. Ahora, sin embargo, yo sé por qué amo a una mujer. Me explico: por su forma de ser y de estar, por su belleza, por su talento, por su personalidad, por su avidez de cultura, por su sensibilidad, porque se siente dichosa sintiéndose amada.
Y, a mi edad, después de haber jugado con el amor, he decidido ganar la partida, dando lo mejor de mí, lo poco que me queda, porque, durante mi camino hacia la nada, fue perdiendo egoísmo, narcisismo, estupidez, todos los vicios que me alejaron de la verdadera pasión, del néctar del amor, de la cópula de los sesos, del orgasmo de la belleza.
Eugenio-Jesús de Ávila
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