Sábado, 22 de Noviembre de 2025

Emilia Casas
Sábado, 31 de Julio de 2021
LITERATURA

El templo de las musas

[Img #55511]Durante los seiscientos años que se iniciaron hacia el 300 a. de C., fue cuando los seres humanos emprendieron, en un sentido básico, la aventura intelectual que nos ha llevado a las orillas del espacio.

Alejandría, una de las ciudades más grandes del mundo antiguo, fue fundada por Alejandro Magno después de su conquista de Egipto. Se convirtió en la primera ciudad cosmopolita de la historia ya que en esta urbe convivían pueblos diversos, de diferentes razas, religiones y culturas. Además, acudían comerciantes por su situación estratégica, estudiantes y eruditos atraídos por el prestigio de sus instituciones culturales como su biblioteca. Lamentablemente no queda nada del paisaje y de las sensaciones de aquella gloriosa ciudad. La opresión y el miedo al saber han arrasado casi todos los recuerdos de la antigua Alejandría. El destino de su templo, dedicado al saber, constituye uno de los más simbólicos desastres culturales de la historia y sigue siendo un misterio para muchos que creen en su pasado, ya que hay algunos que ni siquiera creen que haya existido. Se ha investigado mucho y sólo se manejan hipótesis de cómo estaba estructurada. Lo que no hay duda es que existió. En el año 2.004, un equipo de arqueólogos egipcios dirigidos por Zahi Hawass, en la zona conocida por Brucheion, encontraron lo que parece ser una parte de la Gran Biblioteca. Se descubrieron trece salas de conferencias, cada una con un podium central; lo que indica que era una edificación muy grande para su época.

La Biblioteca de Alejandría fue la primera universidad del mundo, un centro de investigación y diálogo. Tenía como finalidad compilar todas las obras del ingenio humano, de todas las épocas y todos los países, que debían ser «incluidas» en una suerte de colección inmortal para la posteridad. Lo que hoy conocemos como Biblioteca eran en realidad dos centros, uno adyacente al otro, el Museion o Biblioteca Interior y el Serapeum o Biblioteca Exterior, ambos, divididos en Facultades. Allí vivían más de 100 académicos a tiempo completo para realizar investigaciones, dar conferencias o traducir y copiar escritos. Se debatían los principios médicos y científicos, así como cuestiones de filosofía, literatura y administración política. La Biblioteca tenía un observatorio en su terraza superior. Estaba rodeado de aulas, laboratorios, instrumentos astronómicos, jardines botánicos y salas de disección“. Había un sacerdote a cargo del Museo, designado por el Rey. Ptolomeo II, encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de los volúmenes y libros. Creó un fichero al que llamó “Pinakes” o “Tablas”. Fue el primer Bibliotecario de Alejandría. Las personas que escribían o copiaban se llamaban Amanuenses. Los papiros jamás se plegaban: se enrollaban. Las obras se presentaban en rollos (volumen). Cada volumen estaba formado por hojas de papiro unidas unas a otras, formando una banda que se enrollaba en un cilindro de madera. Otros, en hojas cortadas, que formaban los llamados tomos. Cada una de estas obras podía dividirse en “partes” o “libros”. Los textos estaban escritos en columnas, con tinta amarilla diluida en mirra. Aunque no se conoce el número con exactitud, se cree que en su apogeo la Biblioteca tuvo de 500.000 a 700.000 manuscritos, los cuales equivalen aproximadamente a unos 100.000 libros impresos de hoy. El archivo era tan grande que tenía otra sucursal más pequeña en el Templo de Serapis.

Se cree que en la biblioteca se llegaron a depositar tres volúmenes con el título de Historia del mundo, cuyo autor, era un sacerdote babilónico llamado Beroso, y que el primer volumen narraba desde la Creación hasta el Diluvio, periodo que según él había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se cita en el Antiguo Testamento. Ese número permitió identificar el origen del saber de Beroso, la India. También se sabe que allí estaban depositadas más de cien obras del dramaturgo griego Sófocles, de las que sólo han perdurado siete

En el Oriente y en el Occidente, entre los cristianos y los musulmanes, se han cruzado durante siglos mutuas acusaciones de culpabilidad acerca de la destrucción de este gran centro intelectual. El carácter polémico, evasivo, y cordialmente tedioso del tema ha propiciado decenas de hipótesis. Infinidad de veces me he preguntado si nuestra sabiduría actual sería la misma de no haberse destruido. Ya fuera por un incendio, por algún desastre natural o porque novelísticamente hablando, alguien quiso hacer algún tipo de reinicio o reseteo del conocimiento humano, hoy en día los historiadores todavía no son capaces de ponerse de acuerdo sobre la forma en que fue destruida.

 EMILIA CASAS FERNÁNDEZ

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