HABLEMOS
La desidia, gran enemigo de la libertad
Carlos Domínguez
Respecto a Cuba, desde el carácter criminal de su dictadura socialista y comunista, parece irrelevante abundar en lo obvio, pese a la infame complicidad de unas democracias europeas que, por acción u omisión, amparan la dictadura más abyecta conocida durante décadas en el hemisferio occidental.
Por lo que tiene de evidente, la ignominia está ahí, pisoteando como se pisotea para infortunio de un pueblo hermano la dignidad y libertad de la persona. En razón de lo cual, al presente quizá sea preferible investigar las causas. Son los cubanos quienes sufren el despotismo y el hambre; “¡Patria y vida!” es su reivindicación legítima. Pero también fueron ellos quienes, en su día, saludaron mayoritaria y efusivamente (“¡Patria y muerte!”) la persecución, la encarcelación, el asesinato, la represión y el latrocinio de propiedades ajenas, que los socialistas/comunistas, héroes del pueblo redimido bajo égida y batuta de los Castro, Ché y sátrapas varios, implementaron como método a un tiempo de opresión y de exterminio.
Que ese mismo pueblo padezca ahora el colapso económico y social del totalitarismo comunista, no es ni justicia ni remedio. Pero el hecho no puede menos de llamar a la reflexión, pues es notorio que existió por buena parte de la sociedad cubana una pasividad egoísta y cómplice, aprovechada como fructífera coartada por la dictadura castrista comunista.
La democracia parlamentaria, el Estado de derecho y un sistema de libertades, nunca son maná caído del cielo. Una sociedad cuyos individuos, confiando de modo indigno en disfrutar de su trozo de tarta a piñata y rebatiña de la riqueza ajena, expropiada por vía de lo público, hoy cohecho incívico del Bienestar, ello a costa de excluir a quienes disienten de un decálogo de dogmas impuesto por vía del fanatismo, se halla al final condenada a padecer lo que, siendo primero abyección, indignidad e injusticia, se traduce a la larga en desastre y pura irracionalidad.
En Cuba, el pueblo que jaleó en su momento la ansiada revolución, se muere hoy de hambre, expropiado de vida después de haberlo sido de patria y dignidad. Los comunistas, desde el chivato de barrio al jerarca instalado, ni padecen miseria ni carestía alguna, aun a sabiendas de la inviabilidad del régimen. En la tónica habitual, su única preocupación es cómo irse de rositas, evitando responder ante la justicia de su maligna y dilatada herencia. Sin duda, en aras del “diálogo y la paz”, la Europa bienpensante de una socialdemocracia amiga será su más seguro y cogedor refugio.
Respecto a Cuba, desde el carácter criminal de su dictadura socialista y comunista, parece irrelevante abundar en lo obvio, pese a la infame complicidad de unas democracias europeas que, por acción u omisión, amparan la dictadura más abyecta conocida durante décadas en el hemisferio occidental.
Por lo que tiene de evidente, la ignominia está ahí, pisoteando como se pisotea para infortunio de un pueblo hermano la dignidad y libertad de la persona. En razón de lo cual, al presente quizá sea preferible investigar las causas. Son los cubanos quienes sufren el despotismo y el hambre; “¡Patria y vida!” es su reivindicación legítima. Pero también fueron ellos quienes, en su día, saludaron mayoritaria y efusivamente (“¡Patria y muerte!”) la persecución, la encarcelación, el asesinato, la represión y el latrocinio de propiedades ajenas, que los socialistas/comunistas, héroes del pueblo redimido bajo égida y batuta de los Castro, Ché y sátrapas varios, implementaron como método a un tiempo de opresión y de exterminio.
Que ese mismo pueblo padezca ahora el colapso económico y social del totalitarismo comunista, no es ni justicia ni remedio. Pero el hecho no puede menos de llamar a la reflexión, pues es notorio que existió por buena parte de la sociedad cubana una pasividad egoísta y cómplice, aprovechada como fructífera coartada por la dictadura castrista comunista.
La democracia parlamentaria, el Estado de derecho y un sistema de libertades, nunca son maná caído del cielo. Una sociedad cuyos individuos, confiando de modo indigno en disfrutar de su trozo de tarta a piñata y rebatiña de la riqueza ajena, expropiada por vía de lo público, hoy cohecho incívico del Bienestar, ello a costa de excluir a quienes disienten de un decálogo de dogmas impuesto por vía del fanatismo, se halla al final condenada a padecer lo que, siendo primero abyección, indignidad e injusticia, se traduce a la larga en desastre y pura irracionalidad.
En Cuba, el pueblo que jaleó en su momento la ansiada revolución, se muere hoy de hambre, expropiado de vida después de haberlo sido de patria y dignidad. Los comunistas, desde el chivato de barrio al jerarca instalado, ni padecen miseria ni carestía alguna, aun a sabiendas de la inviabilidad del régimen. En la tónica habitual, su única preocupación es cómo irse de rositas, evitando responder ante la justicia de su maligna y dilatada herencia. Sin duda, en aras del “diálogo y la paz”, la Europa bienpensante de una socialdemocracia amiga será su más seguro y cogedor refugio.






























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.153