HABLEMOS
Europa y su lado oscuro
Carlos Domínguez
¡Ignominiosa!. No hay otro calificativo que mejor cuadre a la reciente actitud supremacista, inquisitorial y en último término chantajista de la eurocracia, o socialburocracia parapetada tras los privilegios disfrutados gracias al monopolio del gigantesco aparato en que se han convertido las instituciones comunitarias. Actitud dirigida contra Hungría en calidad de Estado miembro, y hacia quien la representa en nombre de sus ciudadanos, el presidente Víktor Orbán.
Que una Europa infestada durante el último medio siglo de marxismo y comunismo prosoviético, camuflados bajo la servil máscara del arlequín socialdemócrata, declare como dogma a profesar por todos los súbditos del nuevo Reich continental las ideologías de sexo y género, es algo que podía esperarse, dado el actual evangelio de la corrección política. Esto es así, y se acepta como efecto de la relación de fuerzas que se abre camino de forma sibilina en Occidente, ante la pasividad de las clases medias y la idiocia de un liberalismo acostumbrado a ceder a la “cultura” y las políticas socialdemócratas, avalando el trampantojo del Bienestar.
Pero que la eurocracia bloquee los fondos que legalmente corresponden a Hungría, país, él sí, todavía soberano a diferencia de unos PIGS pordioseros y lacayos, es síntoma de lo que la UE es y siempre fue. Una inmensa estructura de poder con ambiciones totalitarias, en idéntica línea a la de otros experimentos históricos bien conocidos. Y asimismo proyecto imperial bajo disfraz de un nuevo despotismo ilustrado, que se traduce en el diktat de un pensamiento único, igual que valedor de lo social, lo público y estatal (bureau), en perjuicio del individuo y su libertad.
Es por ello que el ciudadano con conciencia de serlo, dentro de unos Estados nacionales que deberían recuperar su soberanía frente al designio de socialburócratas aspirando a crear en el continente un nuevo Reich Protektor, Estados nacionales que para nosotros representan la única garantía de un sistema de libertades y derechos civiles, saludará la rebeldía de Orbán y Hungría, desafiando como hiciera Polonia a un engendro burocrático cuyo mejor destino sería su inmediata disolución.
Y por cierto, acaso tengan algo que decir Bruselas y la eurocracia sobre el delito de opinión que, buscando perseguir juicios o pronunciamientos de naturaleza política, quiere imponer en nuestro país la Ley de memoria histórica, aquí con bula y padrinazgo de un gobierno socialista/comunista, valga la siempre vasta, perfecta y fraternal redundancia.
¡Ignominiosa!. No hay otro calificativo que mejor cuadre a la reciente actitud supremacista, inquisitorial y en último término chantajista de la eurocracia, o socialburocracia parapetada tras los privilegios disfrutados gracias al monopolio del gigantesco aparato en que se han convertido las instituciones comunitarias. Actitud dirigida contra Hungría en calidad de Estado miembro, y hacia quien la representa en nombre de sus ciudadanos, el presidente Víktor Orbán.
Que una Europa infestada durante el último medio siglo de marxismo y comunismo prosoviético, camuflados bajo la servil máscara del arlequín socialdemócrata, declare como dogma a profesar por todos los súbditos del nuevo Reich continental las ideologías de sexo y género, es algo que podía esperarse, dado el actual evangelio de la corrección política. Esto es así, y se acepta como efecto de la relación de fuerzas que se abre camino de forma sibilina en Occidente, ante la pasividad de las clases medias y la idiocia de un liberalismo acostumbrado a ceder a la “cultura” y las políticas socialdemócratas, avalando el trampantojo del Bienestar.
Pero que la eurocracia bloquee los fondos que legalmente corresponden a Hungría, país, él sí, todavía soberano a diferencia de unos PIGS pordioseros y lacayos, es síntoma de lo que la UE es y siempre fue. Una inmensa estructura de poder con ambiciones totalitarias, en idéntica línea a la de otros experimentos históricos bien conocidos. Y asimismo proyecto imperial bajo disfraz de un nuevo despotismo ilustrado, que se traduce en el diktat de un pensamiento único, igual que valedor de lo social, lo público y estatal (bureau), en perjuicio del individuo y su libertad.
Es por ello que el ciudadano con conciencia de serlo, dentro de unos Estados nacionales que deberían recuperar su soberanía frente al designio de socialburócratas aspirando a crear en el continente un nuevo Reich Protektor, Estados nacionales que para nosotros representan la única garantía de un sistema de libertades y derechos civiles, saludará la rebeldía de Orbán y Hungría, desafiando como hiciera Polonia a un engendro burocrático cuyo mejor destino sería su inmediata disolución.
Y por cierto, acaso tengan algo que decir Bruselas y la eurocracia sobre el delito de opinión que, buscando perseguir juicios o pronunciamientos de naturaleza política, quiere imponer en nuestro país la Ley de memoria histórica, aquí con bula y padrinazgo de un gobierno socialista/comunista, valga la siempre vasta, perfecta y fraternal redundancia.































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