HABLEMOS
Hipocresía y ventaja (I)
Carlos Domínguez
Rayando la infamia, el separatismo aboca a la sociedad española a una situación de preguerra civil, azuzando el enfrentamiento no ya entre territorios o comunidades, caso de Valencia contra Madrid, sino entre ciudadanos de una misma nación con independencia de la residencia que debiera ser opción libre de cada quien.
Sin embargo, lo que se persigue no es la independencia, tampoco una república propiamente federal. Aquello que dos regiones, la catalana y la vasca, pretenden es ampliar hasta el abuso los privilegios de que disfrutan por vía del foralismo o el autonomismo, abriendo las puertas a un confederalismo, a una fórmula asimétrica o multinivel en versión PSOE, mediante la cual la aldea euskalduna y sobre todo la periferia mediterránea, la Gran Bulgaria reciclada en el neoimperio fantasmagórico de los países catalanes, parasiten con ambición colonial el resto de España, convertida en provechoso mercado del hegemonismo artificial de supuestas nacionalidades –¿por qué no naciones de una vez?– que siempre claman, siempre reivindican (Ibarreche, Puigdemont y demás bizarros capitanes de sus pueblos oprimidos), pero sin tener jamás lo que hay que tener: pueblo, patria y revolución, para hacer valer su supuesta reivindicación nacionalista y soberanista.
¡Que se vayan de una vez! Que se vayan para afrontar también de una vez sus conflictos internos; Navarra contra las Provincias Vascongadas, los hasta ahora sumisos nacionalismos valenciano y balear contra el supremacismo catalán, y si se empeñan, Galicia desde el centralismo coruñés y compostelano contra el ruralismo orensano y lucense, o bien contra el provincialismo pontevedrés de las Rías Bajas, mirando hacia no se sabe dónde, si hacia el Madrid que les envía su maná turístico cada verano, o hacia el Portugal de hermandad idiomática pero que, de llegar el caso y a la vista de sus magros recursos, no haría más que parasitar un galleguismo que ha adulterado hasta el esperpento la herencia insigne, por española, de Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y Valle Inclán, éste, por cierto, maestro en el arte de la cosa. Que lo lean.
¡Bradomines!
Rayando la infamia, el separatismo aboca a la sociedad española a una situación de preguerra civil, azuzando el enfrentamiento no ya entre territorios o comunidades, caso de Valencia contra Madrid, sino entre ciudadanos de una misma nación con independencia de la residencia que debiera ser opción libre de cada quien.
Sin embargo, lo que se persigue no es la independencia, tampoco una república propiamente federal. Aquello que dos regiones, la catalana y la vasca, pretenden es ampliar hasta el abuso los privilegios de que disfrutan por vía del foralismo o el autonomismo, abriendo las puertas a un confederalismo, a una fórmula asimétrica o multinivel en versión PSOE, mediante la cual la aldea euskalduna y sobre todo la periferia mediterránea, la Gran Bulgaria reciclada en el neoimperio fantasmagórico de los países catalanes, parasiten con ambición colonial el resto de España, convertida en provechoso mercado del hegemonismo artificial de supuestas nacionalidades –¿por qué no naciones de una vez?– que siempre claman, siempre reivindican (Ibarreche, Puigdemont y demás bizarros capitanes de sus pueblos oprimidos), pero sin tener jamás lo que hay que tener: pueblo, patria y revolución, para hacer valer su supuesta reivindicación nacionalista y soberanista.
¡Que se vayan de una vez! Que se vayan para afrontar también de una vez sus conflictos internos; Navarra contra las Provincias Vascongadas, los hasta ahora sumisos nacionalismos valenciano y balear contra el supremacismo catalán, y si se empeñan, Galicia desde el centralismo coruñés y compostelano contra el ruralismo orensano y lucense, o bien contra el provincialismo pontevedrés de las Rías Bajas, mirando hacia no se sabe dónde, si hacia el Madrid que les envía su maná turístico cada verano, o hacia el Portugal de hermandad idiomática pero que, de llegar el caso y a la vista de sus magros recursos, no haría más que parasitar un galleguismo que ha adulterado hasta el esperpento la herencia insigne, por española, de Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y Valle Inclán, éste, por cierto, maestro en el arte de la cosa. Que lo lean.
¡Bradomines!
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.17