Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Redacción
Miércoles, 25 de Agosto de 2021
HABLEMOS

Hipocresía y ventaja (y II)

Carlos Domínguez

[Img #56128]   Para España el problema real no es el secesionismo. Dos mini Estados segregados a partir de un par de regiones con tres o cuatro provincias, carecen por sí solos de viabilidad económica, política y naturalmente militar, ello en localizaciones altamente conflictivas, así el área mediterránea expuesta a los peligros y amenazas del Magreb.

 

   La voluntad independentista de las Provincias vascongadas y el Principado catalán representa un problema a causa, en primer lugar, de la desastrosa fórmula  orquestada por Suárez, desde una óptica cortoplacista que en buena medida respondía a sus propios intereses. Fórmula cuya negatividad no residía siquiera en la fragmentación de diecisiete taifas regionales, sino en el hecho de no definir jerarquía y funcionamiento del autonomismo en el marco del Estado, con competencias básicas que, como atributos de soberanía, jamás debieron quedar al albur de transferencias a la carta, fruto de coyunturas inestables cuando no del puro chantaje parlamentario. Y fórmula que, desde el “café para todos”, no hizo otra cosa que dividir al conjunto de España, creando intereses, particularismos, rivalidades y conflictos, con autonomías de segunda hoy indefensas frente a la apuesta supremacista de quienes sí gozan en la práctica de soberanía, merced a un sinfín de transferencias abusivas y jamás cerradas.

 

   A la hora de salvaguardar la unidad nacional, el segundo hándicap ha sido durante décadas una UE buscando minar la identidad de los Estados nacionales, en aras de un proyecto totalitario en lo político y en lo ideológico, bajo la hegemonía de una socialdemocracia cuyos orígenes y querencias son los que son, no otros que el marxismo y comunismo del movimiento obrero, con su designio antidemocrático y  liberticida. Es esa Europa, hoy gigantesca estructura de un poder burocrático, la que ejerce de amparo, protección y coartada para nuestros separatismos, pues se supone que, como futuros Estados miembros, éstos gozarían de las ventajas económicas, presupuestarias y, en su caso, también diplomáticas y militares bajo paraguas de la Unión; España incluida.  

 

   La gran mentira que se esconde tras semejante farsa es que dos minúsculos Estados, de alcanzar la independencia, deberían ser autosuficientes en lo económico y lo presupuestario, además de fijar fronteras a defender por ellos mismos, igual que a cerrar a cal y canto por los demás, en ejercicio de idéntica soberanía a la que reclaman. En fin, aquí no hay más que ventajismo e inmensa hipocresía, disfrazando la clásica ley del embudo a sufragar, como siempre, por una España en la que el PSOE no cree porque no le conviene. Y si no creen los propios, poco puede esperarse de una Bruselas acomodaticia, o de cualquier juececillo de los antiguos ducados daneses del Schleswig-Holstein, merendados antaño por Bismarck de una sentada.

   ¡Heroicos!

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