Jueves, 25 de Septiembre de 2025

Emilia Casas
Martes, 14 de Septiembre de 2021
LITERATURA

Ciudad paralela del metal

[Img #56768]Conocemos como ‘morgue’ al lugar en el que se depositan los cadáveres a la espera de ser identificados o realizarles la autopsia. Poco se sabe sobre el origen más remoto de esta palabra que nos llegó desde el francés, pero la historia conocida muestra una curiosa evolución del significado. Aunque su término es muy discutido. Se considera derivado verbal del antiguo francés morguer (mirar desde arriba).

Alrededor del siglo IX, ese término no era utilizado para referirse al depósito de cadáveres, sino al lugar donde se encerraba a los delincuentes que habían sido arrestados por primera vez. Era un tiempo en el que todavía no existían los documentos de identificación ni las fichas policiales y, por tanto, los criminales eran exhibidos en una celda de la prisión a la que acudían algunos voluntariosos ciudadanos, para indicar si conocían de algo al reo y de ese modo tenerlos identificados. Los visitantes miraban desde arriba (del recinto) a los presos y por tal motivo se acuñó el término. Pero, con el tiempo, las autoridades parisinas se dieron cuenta que esa fórmula de identificación de criminales también podía ser útil a la hora de descubrir la identidad de muchos de los fallecidos que aparecían en las calles de la ciudad (sobre todo en el fondo del río Sena). Así que en los sótanos del Grand Châtelet de París, se habilitó un habitáculo donde se exhibían los cuerpos sin vida sin identificar y por el que iban desfilando los ciudadanos que debían ayudar a reconocer los cadáveres. Como el modo de exhibir los cuerpos sin vida se realizaba de una manera muy similar a como se había estado haciendo con los presos, aquel depósito de cadáveres pasó a ser conocido con el mismo término: ‘morgue’ y de ese modo ha llegado hasta nuestros días.

  La Revolución Industrial produjo un amplio trasvase de personas del campo y las pequeñas villas a las grandes ciudades, en especial París, donde los hombres jóvenes encontraban trabajo en fábricas o en la construcción de los numerosos inmuebles y bulevares que se levantaban sin descanso en la capital, con la reforma del barón de Haussmann. Las medidas de seguridad eran mínimas y los accidentes numerosos entre una población en la que la mayoría de gente ya no se conocía; de ahí surgió la idea de mostrar los cadáveres en las vitrinas para que pudieran ser reconocidos: familias, ricos propietarios, visitantes de provincia y transeúntes de todo tipo y condición convirtieron la morgue de París durante el siglo XIX en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Situada junto a Notre-Dame, recibía incluso más visitas que la propia catedral y figuraba en todas las guías y recorridos.

Para entonces, Charles Dickens ya se había convertido en un visitante habitual, que describía en sus diarios como “una vista extraña que he contemplado muchas veces durante los últimos doce años”. El escritor Émile Zola (pionero del Naturalismo), así como el dramaturgo Léon Gozlan, criticaron duramente que la morgue fuera un entretenimiento. Después de que se generalizaran las críticas al espectáculo en que el público la había convertido, cerró sus puertas y fue demolida por órdenes de Napoleón Bonaparte. Se construyó un nuevo edificio cerca de la facultad de medicina de la Universidad de La Sorbona, el juzgado y el cuartel de policía, que comenzó a vincularse con la identificación médica de cuerpos, así como los avances en medicina forense y la profesionalización de la policía. Tenía una sala de autopsias, un pequeño laboratorio para el análisis químico y salas donde la policía podía inspeccionar los cuerpos e investigar cualquier asesinato o suicidio.

 

Emilia Casas

 

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