LA COLUMNA DE DOÑA ELVIRA
Otoño, la elegancia que borda en su nombre
![[Img #58530]](https://eldiadezamora.es/upload/images/11_2021/9654_foto-irene-columna-opinion-nueva.jpg)
El otoño se mueve al son de un aire, de una temperatura más bien fría, viendo pasear, escondido entre la brisa, los árboles y gabardinas color beis, a los transeúntes que se reguardan, bajo un paraguas, de una lluvia que, aunque fina, despeinaría hasta las cabelleras de los árboles. Una estación que mantiene la elegancia en cada una de sus letras, y en cada uno de los elementos que la forman: en aquellas terrazas que permanecen, a pesar de la lluvia, nostálgicas del verano que pasó; en aquel primer beso de dos amantes que se protegen contra la pared, en aquel portal situado en una esquina de la calle más estrecha de la ciudad, esperando no mojarse. Una elegancia acompañada por el suave movimiento de las hojas de los árboles, y por una bandada de pájaros que se disponen a viajar a no sé dónde, - o cuyo nombre no quiero acordarme-. Y es que el otoño tiene la literatura bordada en su nombre, ya que, al compás del fuego soplando en la chimenea, cada uno de los individuos que forman la sociedad, releen sus novelas, poemas, ensayos, obras teatrales... favoritas, acompañando su paladar con un suave vino que les deja apuñalada el alma de un sabor exquisito, del sabor del otoño. Y es que el otoño es, además, el sabor y el sentir de cada uno de los elementos que aparecen día a día rodeando al ser. Otoño es la propia definición del sentimiento puro de lo que es "el sentir"; una pasión que rodea a cada una de las personas que, paseando por la calle deciden dejar de lado, por un momento, el paraguas que les cubre de la lluvia, y dejar que las finas gotas les mojen sus cuerpos y cabelleras para impregnarse, por completo, del sentimiento que esta estación atañe.
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El otoño se mueve al son de un aire, de una temperatura más bien fría, viendo pasear, escondido entre la brisa, los árboles y gabardinas color beis, a los transeúntes que se reguardan, bajo un paraguas, de una lluvia que, aunque fina, despeinaría hasta las cabelleras de los árboles. Una estación que mantiene la elegancia en cada una de sus letras, y en cada uno de los elementos que la forman: en aquellas terrazas que permanecen, a pesar de la lluvia, nostálgicas del verano que pasó; en aquel primer beso de dos amantes que se protegen contra la pared, en aquel portal situado en una esquina de la calle más estrecha de la ciudad, esperando no mojarse. Una elegancia acompañada por el suave movimiento de las hojas de los árboles, y por una bandada de pájaros que se disponen a viajar a no sé dónde, - o cuyo nombre no quiero acordarme-. Y es que el otoño tiene la literatura bordada en su nombre, ya que, al compás del fuego soplando en la chimenea, cada uno de los individuos que forman la sociedad, releen sus novelas, poemas, ensayos, obras teatrales... favoritas, acompañando su paladar con un suave vino que les deja apuñalada el alma de un sabor exquisito, del sabor del otoño. Y es que el otoño es, además, el sabor y el sentir de cada uno de los elementos que aparecen día a día rodeando al ser. Otoño es la propia definición del sentimiento puro de lo que es "el sentir"; una pasión que rodea a cada una de las personas que, paseando por la calle deciden dejar de lado, por un momento, el paraguas que les cubre de la lluvia, y dejar que las finas gotas les mojen sus cuerpos y cabelleras para impregnarse, por completo, del sentimiento que esta estación atañe.



























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