COSAS MÍAS
Confesiones a media noche de un desencantado
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        
Cuando me voy, me despido. No me gusta partir sin decir adiós. Es posible que no vuelva. Pero anhelo regresar a mi patria, a la ciudad del alma, a esta Zamora en la que nací y deseo morirme. Pero no siempre los deseos se realizan. Si muero lejos, en La Toscana, expiraré en la región que quise fuese mi última morada.
 
Y si no regreso, confieso que escribí como soy: apasionado, lírico, sensible. En cada palabra, van mis sentimientos, lágrimas y sonrisas, besos que se escaparon y besos que encontraron labios femeninos. Carecí de ambición. Nunca pretendí llegar más allá de mi talento. Cuando no amé, dejé de vivir. No he comprendido una vida sin amar. Cuando no se ama, se vive por inercia. Cuando se ama, se detiene el tiempo, se desafía a Cronos. Amar es un arte. Amar es escribir versos sobre el alma de la persona que amas hasta la adoración.
 
No envidié a nadie. Me envidiaron. Solo odié el mal, encarnado en un monstruo político, en un malandrín de la res pública, tan feo como malo, tan grotesco como vil. Me amaron más que amé. Quise morir enamorado. Quizá lo logre.
 
Si muriera ahora, me sentiría bien conmigo mismo, porque, aun reconociendo mi fracaso como historiador y periodista, como hombre, como ser humano, me han querido bellas personas, hombres y mujeres extraordinarios. Me reconforta saber que me amaron los mejores y me odiaron los hijos del mal.
 
No lloréis por mí. Disfrute de la vida cuanto pude, que no fue mucho; amé a alguna mujer maravillosa, mágica, diosa. Mis padres, un ejemplo,  me trataron mejor que lo que merecía. Y mis hijas y nieta son mujeres inteligentes, bellas y buenas. ¡Qué  más puede pedir un hombre tan vulgar como yo! Y si regreso, volveré a seguir escribiendo sobre el amor y la política, tan alejados uno de la otra. Necesito pensar para vivir y vivir para escribir, porque me cura el alma, sutura las heridas de mi espíritu y me ayuda a vomitar cuitas de mis adentros.
Eugenio-Jesús de Ávila
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
Cuando me voy, me despido. No me gusta partir sin decir adiós. Es posible que no vuelva. Pero anhelo regresar a mi patria, a la ciudad del alma, a esta Zamora en la que nací y deseo morirme. Pero no siempre los deseos se realizan. Si muero lejos, en La Toscana, expiraré en la región que quise fuese mi última morada.
Y si no regreso, confieso que escribí como soy: apasionado, lírico, sensible. En cada palabra, van mis sentimientos, lágrimas y sonrisas, besos que se escaparon y besos que encontraron labios femeninos. Carecí de ambición. Nunca pretendí llegar más allá de mi talento. Cuando no amé, dejé de vivir. No he comprendido una vida sin amar. Cuando no se ama, se vive por inercia. Cuando se ama, se detiene el tiempo, se desafía a Cronos. Amar es un arte. Amar es escribir versos sobre el alma de la persona que amas hasta la adoración.
No envidié a nadie. Me envidiaron. Solo odié el mal, encarnado en un monstruo político, en un malandrín de la res pública, tan feo como malo, tan grotesco como vil. Me amaron más que amé. Quise morir enamorado. Quizá lo logre.
Si muriera ahora, me sentiría bien conmigo mismo, porque, aun reconociendo mi fracaso como historiador y periodista, como hombre, como ser humano, me han querido bellas personas, hombres y mujeres extraordinarios. Me reconforta saber que me amaron los mejores y me odiaron los hijos del mal.
No lloréis por mí. Disfrute de la vida cuanto pude, que no fue mucho; amé a alguna mujer maravillosa, mágica, diosa. Mis padres, un ejemplo, me trataron mejor que lo que merecía. Y mis hijas y nieta son mujeres inteligentes, bellas y buenas. ¡Qué más puede pedir un hombre tan vulgar como yo! Y si regreso, volveré a seguir escribiendo sobre el amor y la política, tan alejados uno de la otra. Necesito pensar para vivir y vivir para escribir, porque me cura el alma, sutura las heridas de mi espíritu y me ayuda a vomitar cuitas de mis adentros.
Eugenio-Jesús de Ávila





















Gonzalo Julián | Miércoles, 17 de Noviembre de 2021 a las 23:49:24 horas
Chapeau, maestro.
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