ACCIÓN
Nos toca reflexionar, aprender y actuar
¿Hemos notado alguna vez cómo nuestros ojos se abren un poco más cuando nos sorprendemos?Es como si hasta ese momento hubiéramos estado dormidos, soñando despiertos o caminando como sonámbulos en medio de la rutina, hasta que escuchamos nuestra canción favorita en la radio, o desde los charcos en el estacionamiento levantamos la mirada y vemos un arco iris, o suena el teléfono y escuchamos la voz de un viejo amigo, y así, de repente, nos despertamos.
Los seres humanos somos complejos por naturaleza. Es una condición que a veces nos hace ignorar ciertas situaciones de la vida cotidiana. Para algunos, se trata de un recorrido de gracia con ciertos toques grisáceos. Para otros, significa un camino con demasiados obstáculos, por lo que se empecinan en quejarse de todo lo que les sucede. Es una condición que no les permite siquiera valorar las cosas positivas que llegan y cómo llegan. Cuando escasean las grandes razones para sentirse feliz y confiado, conviene redescubrir los sencillos goces cotidianos que nos regala la vida. No se trata de escapar de la dura realidad, sino de ampliar nuestra visión y valorar los detalles, para levantar el ánimo y hacer acopio de fuerzas con las que afrontar nuevos retos.
Puede que te sorprenda. Si buscamos en el diccionario de la RAE la definición de la palabra “felicidad” nos dice que es un “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien“. Obviamente nuestra admirada institución de la lengua no tiene por qué saber de psicología. Está claro que una idea como esta viene a apoyar una vez más esa falsa imagen de que para conseguir la felicidad uno debe acumular cosas. No podemos negar que las personas necesitamos de bienes materiales para vivir. Pero, lo material no siempre cubre todas nuestras complejas necesidades como seres humanos. Las personas tenemos aspiraciones, necesidades básicas como la superación, la satisfacción personal, el bienestar cotidiano, la tranquilidad, el equilibrio emocional, el alcanzar un sueño, el sentirnos realizados… Dimensiones invisibles que no siempre cubre un buen talonario.
No hay receta mágica para ser felices, hemos de tenerlo claro. También hemos de ser conscientes de que la felicidad no siempre es permanente. Hay curvas, caídas, pequeños y grandes agujeros negros que a veces nos arrastran y nos desintegran un poco por dentro. No hay vida sin dolor y no hay medicina más efectiva que el sufrimiento para saber qué es la felicidad, de ahí que en ocasiones, lo que más debamos valorar mientras la vida nos prepara su definitiva derrota, sea disfrutar de las pequeñas victorias que nos ofrece: una sonrisa oportuna, una palabra amable, la invitación a un café, una excursión a un lugar que no esperabas conocer, un abrazo discreto pero reconfortante. El secreto es aprender a ser humilde y ser feliz con todo lo que te rodea. Después de todo, la vida es un tejido de gestos y de discretas complicidades que muchos se pierden hasta que con suerte, despiertan de ese letargo.
Ya lo decía el ilustre filósofo español Julián Marías: “La felicidad no consiste simplemente en estar bien, sino en estar haciendo algo que llene la vida, partiendo de cierto nivel que cada época se fija.”
Emilia Casas
¿Hemos notado alguna vez cómo nuestros ojos se abren un poco más cuando nos sorprendemos?Es como si hasta ese momento hubiéramos estado dormidos, soñando despiertos o caminando como sonámbulos en medio de la rutina, hasta que escuchamos nuestra canción favorita en la radio, o desde los charcos en el estacionamiento levantamos la mirada y vemos un arco iris, o suena el teléfono y escuchamos la voz de un viejo amigo, y así, de repente, nos despertamos.
Los seres humanos somos complejos por naturaleza. Es una condición que a veces nos hace ignorar ciertas situaciones de la vida cotidiana. Para algunos, se trata de un recorrido de gracia con ciertos toques grisáceos. Para otros, significa un camino con demasiados obstáculos, por lo que se empecinan en quejarse de todo lo que les sucede. Es una condición que no les permite siquiera valorar las cosas positivas que llegan y cómo llegan. Cuando escasean las grandes razones para sentirse feliz y confiado, conviene redescubrir los sencillos goces cotidianos que nos regala la vida. No se trata de escapar de la dura realidad, sino de ampliar nuestra visión y valorar los detalles, para levantar el ánimo y hacer acopio de fuerzas con las que afrontar nuevos retos.
Puede que te sorprenda. Si buscamos en el diccionario de la RAE la definición de la palabra “felicidad” nos dice que es un “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien“. Obviamente nuestra admirada institución de la lengua no tiene por qué saber de psicología. Está claro que una idea como esta viene a apoyar una vez más esa falsa imagen de que para conseguir la felicidad uno debe acumular cosas. No podemos negar que las personas necesitamos de bienes materiales para vivir. Pero, lo material no siempre cubre todas nuestras complejas necesidades como seres humanos. Las personas tenemos aspiraciones, necesidades básicas como la superación, la satisfacción personal, el bienestar cotidiano, la tranquilidad, el equilibrio emocional, el alcanzar un sueño, el sentirnos realizados… Dimensiones invisibles que no siempre cubre un buen talonario.
No hay receta mágica para ser felices, hemos de tenerlo claro. También hemos de ser conscientes de que la felicidad no siempre es permanente. Hay curvas, caídas, pequeños y grandes agujeros negros que a veces nos arrastran y nos desintegran un poco por dentro. No hay vida sin dolor y no hay medicina más efectiva que el sufrimiento para saber qué es la felicidad, de ahí que en ocasiones, lo que más debamos valorar mientras la vida nos prepara su definitiva derrota, sea disfrutar de las pequeñas victorias que nos ofrece: una sonrisa oportuna, una palabra amable, la invitación a un café, una excursión a un lugar que no esperabas conocer, un abrazo discreto pero reconfortante. El secreto es aprender a ser humilde y ser feliz con todo lo que te rodea. Después de todo, la vida es un tejido de gestos y de discretas complicidades que muchos se pierden hasta que con suerte, despiertan de ese letargo.
Ya lo decía el ilustre filósofo español Julián Marías: “La felicidad no consiste simplemente en estar bien, sino en estar haciendo algo que llene la vida, partiendo de cierto nivel que cada época se fija.”
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