CON LOS CINCO SENTIDOS
No soporto la futilidad
Quizá la odie tanto como la incongruencia o la incoherencia de ciertas acciones del ser humano. Me parecen de una bajeza ética inconmensurable. No hay patrón ni medida que lo pueda valorar, porque es absurdo intentarlo.
Hay personas que viven y actúan de una extraña forma que no llego a comprender. Vivimos en el mismo planeta, comemos casi las mismas cosas, pero son incapaces de mantener una constancia en sus comportamientos, algo que me haga pensar que estoy ante alguien con un mínimo de seriedad y de cordura. No soporto a la gente voluble, la que hoy te come y mañana ni te saluda cuando te ve por la calle. No lo entiendo. Me gusta la estabilidad emocional, no la gente estúpida que piensa que con esa manera de actuar puede resultar más interesante, o inaccesible…
He tenido que parar un momento para no desmoronarme de la risotada que he soltado, por lo de “inaccesible”. Prosigo.
Siempre he sido más o menos igual, quizá los años me han curtido más el corazón y agudizado el ingenio y la ironía, pero, básicamente, no he cambiado, he evolucionado sobre el molde que ya existía anteriormente. Con sinceridad, creo que sería de las personas que no cambiaría su modo de actuar si la vida fuese excesivamente generosa conmigo. Eso sólo lo hacen los gilipollas y los que no han llegado a madurar, por muchos años que ya tengan a las espaldas, que no hace falta ser joven para sentirse como un descerebrado, hay mucho descerebrado de una edad en la que, sospechosamente, no habría de serlo. También están los típicos que creen, pobres de ellos, que son algo importante…En fin.
La futilidad nos invade. La mediocridad es un vestido caro del que cuesta deshacerse porque a algunos les sienta hasta bien. Pero a mí no, a mí me da picores, como la pura lana virgen. Prefiero tener pocos amigos. Tuve un profesor de Biología en 1º de BUP (qué años…) que decía que “los verdaderos amigos se han de contar con los dedos de una oreja”; eso y llamarme a la pizarra utilizando mi nombre completo con los dos apellidos constituían la atracción principal para sorna y regocijo de la clase. Si hemos de contar los verdaderos amigos con “los dedos de una oreja”, mal anda la cosa. Sin más, ahí lo dejo.
Nélida L. del Estal Sastre
Quizá la odie tanto como la incongruencia o la incoherencia de ciertas acciones del ser humano. Me parecen de una bajeza ética inconmensurable. No hay patrón ni medida que lo pueda valorar, porque es absurdo intentarlo.
Hay personas que viven y actúan de una extraña forma que no llego a comprender. Vivimos en el mismo planeta, comemos casi las mismas cosas, pero son incapaces de mantener una constancia en sus comportamientos, algo que me haga pensar que estoy ante alguien con un mínimo de seriedad y de cordura. No soporto a la gente voluble, la que hoy te come y mañana ni te saluda cuando te ve por la calle. No lo entiendo. Me gusta la estabilidad emocional, no la gente estúpida que piensa que con esa manera de actuar puede resultar más interesante, o inaccesible…
He tenido que parar un momento para no desmoronarme de la risotada que he soltado, por lo de “inaccesible”. Prosigo.
Siempre he sido más o menos igual, quizá los años me han curtido más el corazón y agudizado el ingenio y la ironía, pero, básicamente, no he cambiado, he evolucionado sobre el molde que ya existía anteriormente. Con sinceridad, creo que sería de las personas que no cambiaría su modo de actuar si la vida fuese excesivamente generosa conmigo. Eso sólo lo hacen los gilipollas y los que no han llegado a madurar, por muchos años que ya tengan a las espaldas, que no hace falta ser joven para sentirse como un descerebrado, hay mucho descerebrado de una edad en la que, sospechosamente, no habría de serlo. También están los típicos que creen, pobres de ellos, que son algo importante…En fin.
La futilidad nos invade. La mediocridad es un vestido caro del que cuesta deshacerse porque a algunos les sienta hasta bien. Pero a mí no, a mí me da picores, como la pura lana virgen. Prefiero tener pocos amigos. Tuve un profesor de Biología en 1º de BUP (qué años…) que decía que “los verdaderos amigos se han de contar con los dedos de una oreja”; eso y llamarme a la pizarra utilizando mi nombre completo con los dos apellidos constituían la atracción principal para sorna y regocijo de la clase. Si hemos de contar los verdaderos amigos con “los dedos de una oreja”, mal anda la cosa. Sin más, ahí lo dejo.
Nélida L. del Estal Sastre





















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.80