La biorrefinería debe esperar

El tiempo acelera. En Zamora, el reloj de la vida camina con paso lento, como un anciano, donde el minuto contiene 70 segundos, de ahí que viajemos al pasado, también Cronos nos rebasa. Así, cuando celebraba, en la anterior edición en papel, que el Gobierno convertiría Monte la Reina en una moderna instalación militar, la semana pasada aconteció una dolorosa noticia, de esas que te hielan el alma: Vicente Merino decidió el martes, 16 de noviembre, paralizar las obras de planeamiento que venían ejecutándose en Barcial del Barco, en terrenos que adquirió la Diputación, con el objetivo de construir en esas hectáreas una biorrefinería multifuncional. La drástica decisión del ingeniero zamorano-leonés la motivó lo que él considera como “corrupción” de algunos políticos de la Junta.

Todo iba bien. Merino alcanzaba sus últimos objetivos, después de librar una guerra incruenta con politicastros, ya casi todos fallecidos, y empresarios políticos, para que su proyecto se hiciese realidad. Poco a poco, Vicente venció obstáculos. Solo faltaba que una empresa abordase la construcción de la factoría. Había varias interesadas. La idea, genial: extraer bioetanol de la remolacha y el maíz. Agricultores, sindicatos, trabajadores, satisfechos por la transformación que la biorrefinería aportaría a esta desdichada provincia. Pero el mal nunca descansa, no se toma un respiro. Cuando creíamos que el enemigo, el que quiere que Zamora siga siendo el mendigo de la región, se rendía, realizó una última maniobra, que quizá acabe en los juzgados.

Por Eugenio. J. de Ávila.