El lujo de haberla conocido

No es un lujo recitar poesías durante esta época de virus e infamia política, de muerte sin luto, de ignorancia y estolidez para una dama bellísima.

Me enriquezco si esa mujer se deleita con este aedo anacrónico. Lujo sería que te amase una diosa.

Lujo besar los labios de una fémina que me planteó siempre un debate entre si su talento supera a su hermosura, o su encanto a su inteligencia.

Lujo que su linda testa se acueste en tu pecho.

Lujo amarla al alba y a la postura del sol. Lujo que te cante su voz con rimas de Bécquer. Lujo que estime.

Lujo que no te ame, que solo seas parte del proletariado de hombres que  admiran su arquitectura física y su modelaje psíquico.

Lujo haber pasado por su vida, que guarde mi voz en la grabadora de su cerebro, que me estime, que me dedique algún tiempo.

Lujo haber recibido una limosna en forma de mirada, unas cuantas monedas de palabras, un trozo de pan de su sonrisa.

Lujo haber vivido para conocerla.

  Eugenio-Jesús de Ávila