Nélida L. Del Estal Sastre
Martes, 14 de Diciembre de 2021
CON LOS CINCO SENTIDOS

Esta pequeña ciudad provinciana (I)

[Img #60075] No sé en qué momento me dio por fijar mis ojos en la gente mientras deambulaba por las calles empedradas de nuestra querida ciudad. Miraba a niños, mujeres, varones apetecibles y otros no tanto, de esos dejados por los años y la apatía de la vida. Canosos y con tripa cervecera. Se les veía felices, aunque dudo que lo fueran. 

 

Miré de soslayo a una señora de mediana edad, morena, de pelo ondulado, que movía con una gracia especial sus piernas por encima de unos tacones imposibles para el común de las mortales. Era bella, de tez clara como el rocío y labios rojos que invitaban a besarla, aunque no lo pidiera ni lo insinuara. Yo la hubiera besado, incluso, le hubiese ayudado a colocarse perfectamente la raya posterior de esas exquisitas medias que llevaba puestas, para deleite de los que volvían su rostro y la admiraban. Me recordó a unas cuantas películas italianas, en las que yo soy el niño/hombre que madura gracias a una mujer como ella. Entonces dejo de ser fémina, para convertirme al hedonismo y clamar por un cuerpo donde tengan cabida todos los astros del espectro sexual. Todos. Sólo para poder besar a esa mujer sin sentir que soy un bicho raro o que desvié mi camino en un recodo que no recuerdo. 

 

Esa señora, porque, a pesar de su juventud es una señora, un monumento a la belleza femenina, me mira, se sonríe y me pide que le ayude a cruzar la calle porque va cargada de bolsas de zapatos y lencería. Miro dentro de sus paquetes de soslayo y se me escapa un “ay”.  

 

      Pienso en besarla, creo que ella lo sabe y espera. Llegamos a su casa, después de 72 escalones sin ascensor (ahora entiendo esas portentosas piernas) y me ofrece su boca. Yo, convertido en imberbe varón hormonado hasta las trancas, me acerco y la beso como un niño nervioso y ávido, entonces ella, ELLA, me coge por la nuca y me da el beso de mi vida, con lengua. Me voy. Por hoy fue suficiente para soñarla el resto de mi vida. 

Nélida L. del Estal Sastre 

 

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