Emilia Casas
Miércoles, 15 de Diciembre de 2021
SENTIMIENTOS

La pasión tiene el poder de inspirar

[Img #60125] Todos en algún momento de nuestra vida hemos sido estudiantes. Y durante esa etapa nos hemos encontrado con multitud de profesores, y de entre ellos con algunos que destacaban por su capacidad.  

 

 En mi caso, nunca he dejado de estudiar, de formarme; es algo que, al igual que trabajar (desde muy joven), me ha gustado. Suena extraño ¿verdad? Pero soy, una orgullosa adicta al trabajo y, además, yonque del conocimiento. Incluso en mi etapa adulta he continuado mi formación, de diferente manera, claro. En esa etapa, recuerdo haber tenido tres profesores, en diversas materias: El formador mediocre, el que solamente explica y, por último: el gran formador; el que inspira. El que enseña habilidades aplicables en cualquier tiempo o contexto. El que forja relaciones de confianza y entendimiento. El que motiva a rebasar tu potencial y, en cierto modo (a su manera) te hace entender que siempre se puede ser mejor; porque en este proceso ellos mismos han comprendido que enseñar y aprender son dos cosas que se pueden y que se deben hacer al mismo tiempo.  

 

 Gabriel García Márquez decía que “todos tenemos una vida pública, una vida privada y una vida secreta. Que la primera es abierta, que parte de la segunda debe serlo y que la secreta es de la absoluta intimidad de cada uno de nosotros”. Estoy de acuerdo. También estoy de acuerdo en que la vida privada (y más aún la secreta) debe ser preservada del escrutinio público. Yo, gusto de hacerlo. Es uno de los pocos privilegios que me doy (junto a los bombones, o el café). 

 

 Son muchos los que, en cierto modo, gastan una cantidad ingente de su preciosa energía intentando integrarse, ser como los demás, formar parte de colectivos renunciando incluso a la propia individualidad para hallar un sentido de pertenencia. En la mayoría de estos casos, se les olvida un aspecto básico: lo excepcional de ser único, diferente al resto; como ese formador que inspira, con el que inicié este texto: árboles fascinantes, que florecen en una tonalidad violácea mientras a su alrededor, los demás solo lo hacen en color verde.

Emilia Casas 

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