ZAMORANA
Carlos, de “Il Divo” (In memoriam)
Nos quedamos sin poesía cuando no se escucha cantar la voz del poeta; nos quedamos sin música cuando la garganta se cierra y no aflora el hermoso sonido de las notas. Hoy nos hemos quedado sin una voz magistral, limpia e imponente; tal vez tenía que irse a lo alto para entretener a las buenas gentes que ya no están con nosotros; puede que le disfrutáramos durante tanto tiempo que el mismísimo Dios tuvo celos y le llamó para tenerle cerca.
Carlos, Carlitos, el español, como él mismo se presentaba ante el gran público, esa voz portentosa que llevó a España en sus giras, la sonrisa amplia, el rizo sobre la frente y esa elegancia de caballero español junto con la asombrosa voz eran sus signos más distintivos.
Nos ha dejado demasiado pronto, demasiado joven, y nos hemos quedado huérfanos de música y desamparados de esas letras de canciones a las que ponía la nota más alta, cantando con todo el esfuerzo de su cuerpo.
Decía Mecano en una de sus canciones aquello de “los genios no deben morir”. Se nos ha ido uno de esos genios; solo nos queda el consuelo de su recuerdo, sus grabaciones y reproducir unas canciones que relataban historias que él –todo el grupo- modulaban con un estilo único.
Quiero creer que sigue cantando para otro público igual de entregado.
Mª Soledad Martín Turiño
Nos quedamos sin poesía cuando no se escucha cantar la voz del poeta; nos quedamos sin música cuando la garganta se cierra y no aflora el hermoso sonido de las notas. Hoy nos hemos quedado sin una voz magistral, limpia e imponente; tal vez tenía que irse a lo alto para entretener a las buenas gentes que ya no están con nosotros; puede que le disfrutáramos durante tanto tiempo que el mismísimo Dios tuvo celos y le llamó para tenerle cerca.
Carlos, Carlitos, el español, como él mismo se presentaba ante el gran público, esa voz portentosa que llevó a España en sus giras, la sonrisa amplia, el rizo sobre la frente y esa elegancia de caballero español junto con la asombrosa voz eran sus signos más distintivos.
Nos ha dejado demasiado pronto, demasiado joven, y nos hemos quedado huérfanos de música y desamparados de esas letras de canciones a las que ponía la nota más alta, cantando con todo el esfuerzo de su cuerpo.
Decía Mecano en una de sus canciones aquello de “los genios no deben morir”. Se nos ha ido uno de esos genios; solo nos queda el consuelo de su recuerdo, sus grabaciones y reproducir unas canciones que relataban historias que él –todo el grupo- modulaban con un estilo único.
Quiero creer que sigue cantando para otro público igual de entregado.
Mª Soledad Martín Turiño
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