DEMOGRAFÍA
Apuntes sobre la despoblación de Zamora
Desde hace muchos años, me preocupa la despoblación, porque soy zamorano y deseo que nuestra ciudad y provincia acojan al mayor número posible de ciudadanos, porque, sin seres humanos, no existe la historia. Y Zamora se encamina hacia el desierto demográfico: menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado. Las comarcas occidentales, Sayago, Aliste y Sanabria ya se puede definir de tan triste manera. Lo que leerá en los párrafos que siguen no aspira a ser una tesis doctoral, sino apuntes, una especie de trazos impresionistas sobre el lienzo de esta mi querida provincia.
Pero las decisiones políticas que más daño causaron a esta provincia, verbigracia, la profunda y silente reconversión agroganadera, las ejecutaron gobiernos del PSOE, de Felipe González, obedeciendo órdenes de la Unión Europea. Ecuador de los ochenta. La poderosa agricultura francesa no iba a consentir que la española le quitase mercado. Recuerde que pasaba con los camiones, procedentes de España, antes de ingresar en el Mercado Común. O se ha olvidado el vulgo. El progreso de España, el aumento del nivel de vida de la población y el mayor poder adquisitivo de la clase media contribuiría a comprar los bienes de producción de Francia, Alemania e Italia. Además, la res de autovías y autopistas favorecían que las clases media y obreras de Europa eligieran el sol de España para veranear.
Se entró en Europa a cambio de destruir la industria franquista, siderurgia y naval; producir menos leche, para que Francia exportase sus lácteos; y que la agricultura no incordiase a los ricos agricultores galos. Después, las grandes multinacionales de la transformación de la remolacha en azúcar se hicieron con el mercado español, mientras multinacionales de alimentación galas y germanas con lo que quedaba. Las pequeñas tiendas de barrio, de ultramarinos, tuvieron que cerrar. Las explotaciones de vacuno, también, unas 4.000 en Zamora; el campo recibía subvenciones, el pan de hoy y el hambre de mañana, y un modelo productivo pasaba a mejor vida. Estas reconversiones solo las podría ejecutar un partido que, por sus siglas históricas, pareciese de izquierdas, mientras sus políticas se alejasen de criterios marxistoides, totalitarios.
Voy intentar ser claro: al sistema le interesa la despoblación, que la gente no cobre pensiones más de 20 años, que ya es demasiado; porque lo convierte en insostenible. Ningún gobierno, ni del PSOE ni del PP, como ocurrió durante el franquismo, legisla para premiar la natalidad, con lo que el futuro de los nonatos y criaturas que han nacido en este siglo XXI se presenta muy complicado. A no tardar, este modo de producción, si me permite el lector la terminología marxista, dará paso a otro distinto, del que yo soy incapaz de escribir una sola palabra. No sé si llegará de una forma gradual o revolucionaria, pero, sin duda, acontecerá.
Tampoco se pueden comparar la despoblación de esta centuria con la de la segunda mitad del siglo XX. Entonces, la provincia perdió habitantes. Los agricultores más humildes abandonaron el campo para trasladarse a los polos de desarrollo franquistas, Bilbao, Cataluña y Madrid, y Europa: los países más ricos, como Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Suiza. Proceso natural, como aconteció en otras naciones europeas. La dialéctica campo-ciudad. Pero en los pueblos permanecieron los agricultores más acomodados, que invertían en maquinaría agrícola, con lo que la industria se desarrollaba. Aquella pérdida de población migrante, se palío con una política de natalidad importante.
Ahora, en el agro no nacen niños, porque la gente es mayor, los jóvenes se van. Ya no hay respuesta interna a la despoblación, como sucedió en ese periodo de profundo cambio social en la España de la Dictadura, cuando se creó una numerosa clase media, tanto rural como urbana. Entonces, las ciudades crecían, como sucedió con Zamora, y España, también. Los demógrafos no se planteaban este fenómeno de la despoblación.
El problema ahora es distinto: la pequeña burguesía de los negocios y de la función pública, desde hace años, se planteó vivir con comodidad. Nadie se arriesga a tener más de dos hijos, y, en numerosos casos, solo uno. Se contraen menos matrimonios y los cónyuges pasan por el altar, ayuntamiento o juzgados a una edad muy superior a la de antaño. Son cambios de los que los sociólogos ya han escrito. Tener más de dos hijos hoy corresponde a matrimonios del Opus y musulmanes. Nuestra sociedad se ha aburguesado, quiere vivir mejor, sin grandes sacrificios, sin pasarlas putas. Los estadios, donde se concentran masas importantes, ya no dejan espacio para ver los partidos de fútbol de pie, ni asientos que reciban el agua de lluvia. Son ejemplos de esa evolución hacia la comodidad de nuestra sociedad. Lógico. El hombre quiere ser felicidad.
Los poderes públicos, como he comentado al inicio de este artículo, prefieren la actual deriva hacia la despoblación, porque el sistema no aguanta un crecimiento demográfico a la mejicana, china o hindú. Se quebraría. Lo único que se les exige a los políticos consiste en mantener la actual población, un reparto equitativo de las inversiones y no convertir en paganos del sistema a los autónomos y trabajadores.
Eugenio-Jesús de Ávila
Desde hace muchos años, me preocupa la despoblación, porque soy zamorano y deseo que nuestra ciudad y provincia acojan al mayor número posible de ciudadanos, porque, sin seres humanos, no existe la historia. Y Zamora se encamina hacia el desierto demográfico: menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado. Las comarcas occidentales, Sayago, Aliste y Sanabria ya se puede definir de tan triste manera. Lo que leerá en los párrafos que siguen no aspira a ser una tesis doctoral, sino apuntes, una especie de trazos impresionistas sobre el lienzo de esta mi querida provincia.
Pero las decisiones políticas que más daño causaron a esta provincia, verbigracia, la profunda y silente reconversión agroganadera, las ejecutaron gobiernos del PSOE, de Felipe González, obedeciendo órdenes de la Unión Europea. Ecuador de los ochenta. La poderosa agricultura francesa no iba a consentir que la española le quitase mercado. Recuerde que pasaba con los camiones, procedentes de España, antes de ingresar en el Mercado Común. O se ha olvidado el vulgo. El progreso de España, el aumento del nivel de vida de la población y el mayor poder adquisitivo de la clase media contribuiría a comprar los bienes de producción de Francia, Alemania e Italia. Además, la res de autovías y autopistas favorecían que las clases media y obreras de Europa eligieran el sol de España para veranear.
Se entró en Europa a cambio de destruir la industria franquista, siderurgia y naval; producir menos leche, para que Francia exportase sus lácteos; y que la agricultura no incordiase a los ricos agricultores galos. Después, las grandes multinacionales de la transformación de la remolacha en azúcar se hicieron con el mercado español, mientras multinacionales de alimentación galas y germanas con lo que quedaba. Las pequeñas tiendas de barrio, de ultramarinos, tuvieron que cerrar. Las explotaciones de vacuno, también, unas 4.000 en Zamora; el campo recibía subvenciones, el pan de hoy y el hambre de mañana, y un modelo productivo pasaba a mejor vida. Estas reconversiones solo las podría ejecutar un partido que, por sus siglas históricas, pareciese de izquierdas, mientras sus políticas se alejasen de criterios marxistoides, totalitarios.
Voy intentar ser claro: al sistema le interesa la despoblación, que la gente no cobre pensiones más de 20 años, que ya es demasiado; porque lo convierte en insostenible. Ningún gobierno, ni del PSOE ni del PP, como ocurrió durante el franquismo, legisla para premiar la natalidad, con lo que el futuro de los nonatos y criaturas que han nacido en este siglo XXI se presenta muy complicado. A no tardar, este modo de producción, si me permite el lector la terminología marxista, dará paso a otro distinto, del que yo soy incapaz de escribir una sola palabra. No sé si llegará de una forma gradual o revolucionaria, pero, sin duda, acontecerá.
Tampoco se pueden comparar la despoblación de esta centuria con la de la segunda mitad del siglo XX. Entonces, la provincia perdió habitantes. Los agricultores más humildes abandonaron el campo para trasladarse a los polos de desarrollo franquistas, Bilbao, Cataluña y Madrid, y Europa: los países más ricos, como Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Suiza. Proceso natural, como aconteció en otras naciones europeas. La dialéctica campo-ciudad. Pero en los pueblos permanecieron los agricultores más acomodados, que invertían en maquinaría agrícola, con lo que la industria se desarrollaba. Aquella pérdida de población migrante, se palío con una política de natalidad importante.
Ahora, en el agro no nacen niños, porque la gente es mayor, los jóvenes se van. Ya no hay respuesta interna a la despoblación, como sucedió en ese periodo de profundo cambio social en la España de la Dictadura, cuando se creó una numerosa clase media, tanto rural como urbana. Entonces, las ciudades crecían, como sucedió con Zamora, y España, también. Los demógrafos no se planteaban este fenómeno de la despoblación.
El problema ahora es distinto: la pequeña burguesía de los negocios y de la función pública, desde hace años, se planteó vivir con comodidad. Nadie se arriesga a tener más de dos hijos, y, en numerosos casos, solo uno. Se contraen menos matrimonios y los cónyuges pasan por el altar, ayuntamiento o juzgados a una edad muy superior a la de antaño. Son cambios de los que los sociólogos ya han escrito. Tener más de dos hijos hoy corresponde a matrimonios del Opus y musulmanes. Nuestra sociedad se ha aburguesado, quiere vivir mejor, sin grandes sacrificios, sin pasarlas putas. Los estadios, donde se concentran masas importantes, ya no dejan espacio para ver los partidos de fútbol de pie, ni asientos que reciban el agua de lluvia. Son ejemplos de esa evolución hacia la comodidad de nuestra sociedad. Lógico. El hombre quiere ser felicidad.
Los poderes públicos, como he comentado al inicio de este artículo, prefieren la actual deriva hacia la despoblación, porque el sistema no aguanta un crecimiento demográfico a la mejicana, china o hindú. Se quebraría. Lo único que se les exige a los políticos consiste en mantener la actual población, un reparto equitativo de las inversiones y no convertir en paganos del sistema a los autónomos y trabajadores.
Eugenio-Jesús de Ávila
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