NOCTURNOS
El polvo de la nada
Soy lo poco que queda de un hombre que va camino de la nada, de dejar de estar y de ser, de pasar de lo copulativo a lo intransitivo. Mientras Cronos sigue dando cuerda al reloj de mi vida, amo. No confieso a quién. Ella lo sabe. Como yo sé que no existo para esa mujer. Soy como su sombra. No sé da cuenta de que estoy, solo me percibe cuando camina de espaldas al sol o se detiene a bailar con la brisa de la mañana mientras suena la música que interpretan las nubes blancas con los instrumentos de la luz.
Quizá fui algo. Pero ahora soy un fue. Pudiera ser que viviera sin darme cuenta, muy deprisa, sin disfrutar de esos instantes mágicos que convierten la existencia en un misterio. No amé, porque me tomé el amor como una excusa esencial para alcanzar el placer. Besaba, mientras mis labios recordaban el dulce sabor de la miel. Me acerqué a ombligos femeninos como un vulcanólogo al cráter. Convertí cada cópula como un desafío al hedonismo. Deleitar a la mujer hasta conducirla al nirvana, hasta que llorara lágrimas de emoción, de goce, de dolor sexual.
Pero, cuando se es tan poco como soy yo ahora, solo amas sin esperar nada. Quizá una sonrisa de esa dama a la que adoras, unas gracias, un buenas noches o un hasta mañana. Mi amor se reduce a que me traten con educación. No aspiro a nada más.
Necesito, cuanto antes, que las parcas me vengan a buscar. Me ha suspendido la vida. Me aguarda esa ser femenino que solo te ama una vez: un único orgasmo para llegar al polvo de la nada.
Eugenio-Jesús de Ávila
Soy lo poco que queda de un hombre que va camino de la nada, de dejar de estar y de ser, de pasar de lo copulativo a lo intransitivo. Mientras Cronos sigue dando cuerda al reloj de mi vida, amo. No confieso a quién. Ella lo sabe. Como yo sé que no existo para esa mujer. Soy como su sombra. No sé da cuenta de que estoy, solo me percibe cuando camina de espaldas al sol o se detiene a bailar con la brisa de la mañana mientras suena la música que interpretan las nubes blancas con los instrumentos de la luz.
Quizá fui algo. Pero ahora soy un fue. Pudiera ser que viviera sin darme cuenta, muy deprisa, sin disfrutar de esos instantes mágicos que convierten la existencia en un misterio. No amé, porque me tomé el amor como una excusa esencial para alcanzar el placer. Besaba, mientras mis labios recordaban el dulce sabor de la miel. Me acerqué a ombligos femeninos como un vulcanólogo al cráter. Convertí cada cópula como un desafío al hedonismo. Deleitar a la mujer hasta conducirla al nirvana, hasta que llorara lágrimas de emoción, de goce, de dolor sexual.
Pero, cuando se es tan poco como soy yo ahora, solo amas sin esperar nada. Quizá una sonrisa de esa dama a la que adoras, unas gracias, un buenas noches o un hasta mañana. Mi amor se reduce a que me traten con educación. No aspiro a nada más.
Necesito, cuanto antes, que las parcas me vengan a buscar. Me ha suspendido la vida. Me aguarda esa ser femenino que solo te ama una vez: un único orgasmo para llegar al polvo de la nada.
Eugenio-Jesús de Ávila
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