EMBELLECER ZAMORA
Reformar la Plaza Mayor de Zamora (I)
No concibo la estética sin ética, más cuando abordo asuntos relacionados con la sociedad. Quiero una Zamora que deslumbre por su ética, por la seriedad, la honradez, la honestidad de sus políticos, los que administran y los que se oponen. Pero conoce el lector habitual de mis artículos sobre nuestra ciudad mi filia por lo estético, por embellecer, ennoblecer Ocelum Durii. Una de mis fijaciones se llama Plaza Mayor, para un servidor la más fea de las capitales de provincia de Castilla y León. Hoy, voy a dedicar esta columna al proyecto elaborado por el arquitecto José María Aparicio Alonso, que data del primer mandato de Andrés Luis Calvo, entre los años 1983-1987. Espero publicar un par de páginas al respecto en nuestra edición de papel, que verá la luz pública la última semana del presente mes. Pero hoy voy a ofrecer las propuestas que el mencionado arquitecto. Voy a ello.
Escribía Aparicio que resultaba conveniente para reformar el ágora mayor de Zamora, “volver a construir un edificio. Se dispone para ello del solar que dejaron, tras su derribo, las viviendas adosadas a los ábsides de San Juan. Consideramos que este edificio debe unirse a la iglesia en los puntos en que los grandes muros ciegos tienen el carácter de medianerías, debe separarse para preservar los descubrimientos románicos fruto de la última restauración y debe asentarse lo menos posible en los restos de muralla del primer recinto que han aparecido siguiendo el trazado de las viejas casas”.
Continúa el estudio del arquitecto: “También pensamos que este nuevo edificio debería presentar a la plaza una fachada que en cierta forma recordase el carácter público de su uso, pero que no compitiese con las casas consistoriales de carácter más monumental. El hecho de asentarse en lo que fue en otro tiempo la muralla, hace que nos hayamos decidido por un revestimiento pétreo, de granito rojo del lugar o piedra arenisca, que le confiera un carácter sólido y algo masivo”.
Medita Aparicio que “el espacio que dista entre los ábsides y la muralla, hace que el edificio, cuya continuidad de fachada a la plaza consideramos absolutamente básica, se ensanche en sus extremos norte y sur, donde tiene sus principales dependencias”.
El edificio proyectado, que ocupará el espacio de los antiguo inmuebles, los adosados a la iglesia de San Juan, “presenta una fachada a la plaza en tres alturas, de las cuales, las dos primeras están ocupadas por un pórtico abierto con pilastras ochavadas, rematándose la tercera con el cuerpo cerrado perforado por ventanas y persianas del librillo. El pórtico está recorrido a nivel de la primera planta por una pasarela metálica que, sin interrumpir el ritmo de las pilastras, proporciona acceso a los locales de ese nivel. A esta pasarela de acceso público se sube mediante una escalera exterior. La fachada que da a la plaza resulta ser en parte pública y en parte privada (archivo municipal), pudiendo ocuparse los días de celebración como palcos de teatro desde los que observar los acontecimientos”.
La planta baja del edificio y el sótano se destinan a sacristía, comunicada con el ábside norte, y restaurante, al que se accede desde la plaza. En la planta primera, una biblioteca y/o archivo municipal con una sala de control y lectura en doble altura, y un archivo a nivel de segunda planta al que se accede mediante una escalera interior y que ocupa todo el espacio sobre el pórtico.
El edificio, colocado más al sur, presenta una planta muy diferente, a causa de su composición urbana en un punto de mayores condicionantes. Su planta triangular ocupa la cimentación de lo que fue antigua sacristía y en su sótano se concentran los servicios mecánicos del conjunto.
En la primera planta se dispone una oficina de información turística y en la segunda una sala de exposiciones y reuniones. Presenta una fachada casi completamente ciega a la plaza de Leopoldo Queipo, que se ha regularizado en el proyecto con una disposición en abanico, cuyo vértice está ocupado por la portada de la iglesia, con lo que queda debidamente valorado.
Es entre este edificio y la iglesia donde se ubica la escalera de acceso a la pasarela, al dejarse un patio abierto en forma de “ele” que permite separar la nueva edificación de las ventanas románicas del ábside sur, ahora en recuperadas y visibles.
Finalmente, Aparicio hace referencia al pavimento de la plaza, realizado por el arquitecto José Luis González: “Su solución valora la huella de la cimentación de la muralla evidenciando su trazado, pero no interrumpiendo el espacio de la plaza”.
Mañana, abundaré en este estudio sobre reordenación de la Plaza Mayor de Zamora, tan caro para mí.
Eugenio-Jesús de Ávila
No concibo la estética sin ética, más cuando abordo asuntos relacionados con la sociedad. Quiero una Zamora que deslumbre por su ética, por la seriedad, la honradez, la honestidad de sus políticos, los que administran y los que se oponen. Pero conoce el lector habitual de mis artículos sobre nuestra ciudad mi filia por lo estético, por embellecer, ennoblecer Ocelum Durii. Una de mis fijaciones se llama Plaza Mayor, para un servidor la más fea de las capitales de provincia de Castilla y León. Hoy, voy a dedicar esta columna al proyecto elaborado por el arquitecto José María Aparicio Alonso, que data del primer mandato de Andrés Luis Calvo, entre los años 1983-1987. Espero publicar un par de páginas al respecto en nuestra edición de papel, que verá la luz pública la última semana del presente mes. Pero hoy voy a ofrecer las propuestas que el mencionado arquitecto. Voy a ello.
Escribía Aparicio que resultaba conveniente para reformar el ágora mayor de Zamora, “volver a construir un edificio. Se dispone para ello del solar que dejaron, tras su derribo, las viviendas adosadas a los ábsides de San Juan. Consideramos que este edificio debe unirse a la iglesia en los puntos en que los grandes muros ciegos tienen el carácter de medianerías, debe separarse para preservar los descubrimientos románicos fruto de la última restauración y debe asentarse lo menos posible en los restos de muralla del primer recinto que han aparecido siguiendo el trazado de las viejas casas”.
Continúa el estudio del arquitecto: “También pensamos que este nuevo edificio debería presentar a la plaza una fachada que en cierta forma recordase el carácter público de su uso, pero que no compitiese con las casas consistoriales de carácter más monumental. El hecho de asentarse en lo que fue en otro tiempo la muralla, hace que nos hayamos decidido por un revestimiento pétreo, de granito rojo del lugar o piedra arenisca, que le confiera un carácter sólido y algo masivo”.
Medita Aparicio que “el espacio que dista entre los ábsides y la muralla, hace que el edificio, cuya continuidad de fachada a la plaza consideramos absolutamente básica, se ensanche en sus extremos norte y sur, donde tiene sus principales dependencias”.
El edificio proyectado, que ocupará el espacio de los antiguo inmuebles, los adosados a la iglesia de San Juan, “presenta una fachada a la plaza en tres alturas, de las cuales, las dos primeras están ocupadas por un pórtico abierto con pilastras ochavadas, rematándose la tercera con el cuerpo cerrado perforado por ventanas y persianas del librillo. El pórtico está recorrido a nivel de la primera planta por una pasarela metálica que, sin interrumpir el ritmo de las pilastras, proporciona acceso a los locales de ese nivel. A esta pasarela de acceso público se sube mediante una escalera exterior. La fachada que da a la plaza resulta ser en parte pública y en parte privada (archivo municipal), pudiendo ocuparse los días de celebración como palcos de teatro desde los que observar los acontecimientos”.
La planta baja del edificio y el sótano se destinan a sacristía, comunicada con el ábside norte, y restaurante, al que se accede desde la plaza. En la planta primera, una biblioteca y/o archivo municipal con una sala de control y lectura en doble altura, y un archivo a nivel de segunda planta al que se accede mediante una escalera interior y que ocupa todo el espacio sobre el pórtico.
El edificio, colocado más al sur, presenta una planta muy diferente, a causa de su composición urbana en un punto de mayores condicionantes. Su planta triangular ocupa la cimentación de lo que fue antigua sacristía y en su sótano se concentran los servicios mecánicos del conjunto.
En la primera planta se dispone una oficina de información turística y en la segunda una sala de exposiciones y reuniones. Presenta una fachada casi completamente ciega a la plaza de Leopoldo Queipo, que se ha regularizado en el proyecto con una disposición en abanico, cuyo vértice está ocupado por la portada de la iglesia, con lo que queda debidamente valorado.
Es entre este edificio y la iglesia donde se ubica la escalera de acceso a la pasarela, al dejarse un patio abierto en forma de “ele” que permite separar la nueva edificación de las ventanas románicas del ábside sur, ahora en recuperadas y visibles.
Finalmente, Aparicio hace referencia al pavimento de la plaza, realizado por el arquitecto José Luis González: “Su solución valora la huella de la cimentación de la muralla evidenciando su trazado, pero no interrumpiendo el espacio de la plaza”.
Mañana, abundaré en este estudio sobre reordenación de la Plaza Mayor de Zamora, tan caro para mí.
Eugenio-Jesús de Ávila
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