Sábado, 22 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 27 de Enero de 2022
PASIÓN POR ZAMORA

Una esperanza verde y roja para nuestra tierra

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A Zamora se la quiere como a esa mujer que te desprecia después de llenarla de piropos, obsequiarla, mimarla,  tratarla como a una diosa. Regresé a mi ciudad ha mucho tiempo. No me he arrepentido, porque cada cual es responsable de sus decisiones. Nadie me obligó a volver. ¿Me equivoqué? Soy un fue, un será y un es cansado. El pasado solo vuelve en el corcel de la memoria, pero siempre desvirtuado. Soy lo que soy ahora. No me importa lo que fui. Uno se re-alma cada ciertos años. No me reconozco en el que trabajo en TVE, ni en El Correo de Zamora, devorado por el periodismo ultracapitalista, sin alma, sin sentimiento por nuestra tierra. Soy otro. Y si la vida no se cansa de mí, distinto dentro de otros siete años.

 

Después de reflexiones varias, de numerosas lecturas, de experiencias extraordinarias, sé que el mayor enemigo de Zamora, de su progreso, de su futuro, se halla en nuestro carácter, un tanto ácrata, en el sentido más peyorativo del término. Cada cual va a lo suyo, en una ciudad que, hace décadas, se asociaba, se ayudaba, se lamentaba de las derrotas del amigo. Sin unión, los que somos pocos caemos en la batalla contra los que son más. Y aquí, en Zamora, hay más gente tirando en contra del porvenir que la que intenta romper con el pasado.

 

Hubo un tiempo que el zamorano se alegraba, de corazón, del triunfo del paisano, sea cual fuere la manifestación en la que participase: cultura, arte, deporte, ciencia. Después, la política nos envenenó conciencia y mente. Ahora se persigue al que piensa, se intenta acabar con cualquier idea distinta, se premia al inútil y jeta y se castiga al que propone avance, progreso y una nueva era o forma de ver la vida, la ciudad, el urbanismo, la fiesta. Porque el zamorano, también el que se cree de izquierdas sin saber que es ultraconservador, quiere que todo siga igual, como fiel discípulo de Lampedusa: “Que todo cambie para que todo siga igual”.

 

Y cambia la epidermis, pero en los adentros perdura una ideología antigua, periclitada, pusilánime y resentida, la que obstaculiza la senda que conduce a otra parte más abierta, fresca y libre; a una tierra, que nadie ha prometido, pero que sirve como objetivo, como un nuevo horizonte.

 

Los zamoranos solo debemos mirar hacia atrás, sin ira, para conservar nuestro patrimonio, para obtener beneficio económico. Nunca busquemos en tiempos pretéritos ni la bondad ni la venganza. Apoyemos a los que aportan ideas geniales. Verbigracia: a Vicente Merino Febreros solo le escuchó, sostuvo,  aconsejó este menda, allá dónde trabajé; mientras el resto de medio, si exceptuamos COPE, lo despreciaron, se mofaron, lo vilipendiaron.  Ahora todavía le falta subir un peldaño para alcanzar su meta. No depende ya de sus fuerzas, sino de un simple acto, de una firma de Francisco J. Requejo y el delegado de Iberdrola en Castilla y León. Al respecto, afirmo, con rotundidad que, si el presidente de la Diputación hubiera sido un Maíllo o una Pozo, nada hubiese sido posible. Hay demasiados intereses económicos en juego como para que altos cargos del PP apostasen por la Biorrefinería de Barcial del Barco.

 

Y, como el sucedido con el ingeniero zamorano-leonés, acontecerá con otro zamorano, o forastero, que quiere emprender en nuestra tierra. El mal vence por cansancio del bien. Y aquí la gente oscura no descansa: día y noche tramando cómo impedir el avance de Zamora, como despoblarla más, como llevarla a mayor inactividad económica, como acabar con las pequeñas empresas, como convertir la provincia en una descomunal residencia para mayores. Porque el anciano es la materia prima de la extraer una gran producción.

 

Los caciques modernos, sin la clase de los decimonónicos, prefieren esta Zamora, sin fuste, sin brío, si capacidad para rebelarse, sin genio, antes que una ciudad con trabajadores, con vida, con una economía pujante, con un comercio envidiable, con una hostelería profesional y excepcional. A los poderosos les molesta la gente del común, quizá porque suda, llenan los bares y cafeterías, cines y teatros, cales y rúas. Ellos hallan su confort en una ciudad pacata, menguante, vacía, sin sorpresas ni sustos, una vida convencional, tranquila, que se respira aire puro, mucho paz, tipo cementerio pero sin lápidas ni lágrimas, y que los jóvenes estudien fuera y se vayan a otros lares. Cuantos menos seamos, más se les verá a ellos, con toda su gloria y poder.

 

La política nos ha envenenado, nos ha inculcado el odio, ha dividido a nuestra sociedad en buenos y en malos.  Y hay canallas a la diestra y a la siniestra, y buenas ideas por doquier. Así han quebrado la unión de todos los zamoranos, nos han desligado incluso de esa enorme fuerza que representan los zamoranos que trabajan en otras ciudades, regiones y países. Nuestros paisanos en el exterior quizá sientan más su tierra que los que vivimos todo el año cerca del Duero, respiramos el olor de sus choperas y nos perdemos entre las nieblas de otoño. Los necesitamos para transformar Zamora. No lo olvidemos los de dentro.

 

Los  universitarios terminarán sus carreras y se marcharán de su patria chica. Y Zamora quedará como siempre: las mismas caras, idénticas conversaciones, los cotilleos clásicos, las esquelas y las críticas en las barras de las cafeterías, ninguna constructiva. Mientras, los que piensa diferente, dan la cara e imaginan otra ciudad y provincia, censurados.

 

Ahora bien, todavía creo que hay zamoranos en Zamora10, en Viriatos, en los alcaldes de Ricobayo, en la gente que lucha contra las fotovoltaicas, en los agricultores y ganaderos jóvenes, inteligentes, esforzados y trabajadores, con el potencial suficiente para sacar a nuestra tierra del olvido, enseñarla, levantarla y potenciarla. Antes acabemos con el caciquismo político que nos condujo casi a la inanidad. Nos queda la esperanza. Lo último que se pierde. El color verde y rojo de nuestra seña bermeja.

Eugenio-Jesús de Ávila

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