Juventud sin futuro

    Para bien o para mal, tengo para mí que lo primero, algunos pertenecemos a una generación pesimista que, fiel a la sabiduría de nuestros padres, sigue siendo partidaria como ideal de vida del deber, el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio. Quizá todo radique en que quienes nacimos allá por la década entre mitad de los cuarenta y los cincuenta del siglo pasado, aun sin pasar hambre ni auténticas penurias, sí recordamos el talante de nuestros padres, gentes tristes por lo austero, cuando al calor de la cocina económica o el brasero de cisco, y peor aún, a la luz de la maldita bombilla de cuarenta vatios que iba y venía bajo el no menos maldito platillo verde, azul o rojo, sin que aquí el color quiera decir nada (o acaso sí), narraban en voz baja historias trágicas. Y algunos todavía sabrán de qué hablo.

   Mas aquellos recuerdos junto al estilo de vida curtían y curaban de espanto, de modo que cuando para nuestros padres llegó la bonanza, el desarrollo, el trabajo, el piso y el seiscientos, los hijos teníamos las cosas claras como el agua clara. Esfuerzo, trabajo, estudio y sacrificio…, luego empleo y vivienda, en la senda de una vida como siempre con altibajos, pero al menos con esperanza. Y lo cierto es que, en cuanto a mi generación, quienes fuimos compañeros de escuela, instituto o Universidad, digo todos sin excepción, hallamos acomodo por una u otra vía en forma de proyecto materializado en trabajo, familia y hogar, con miras a algo tan prosaico como el simple vivir.

   En cambio, la juventud actual es una masa amorfa y narcotizada por las migajas del Bienestar, todo al servicio de una educación degradada y degradante, en lo que atañe a sabiduría, formación y espíritu crítico. Porque fuera de la minoría de oportunistas con vocación de militancia política o sindical, o sea, trepas de cargo, escaño y liberaduría perpetua, la juventud es hoy víctima de un fracasado experimento de ingeniera social, magnífica coartada para el muy rentable negocio de una casta de advenedizos, aferrados con habilidad al  privilegio de cargo, poltrona y nómina pública.

    Hoy la pregunta es: en sintonía con el montaje de Foros y Agendas varias, ¿qué ofrece esta democracia radicalizada y profundamente adulterada a nuestra juventud, después de cuarenta años de políticas progresistas bajo la etiqueta socialdemócrata del tramposo Bienestar? ¿Acaso frente a una familia de tradición milenaria los experimentos homo, bi y trans, con empoderamientos hembristas e inversión de roles sexuales? O bien, frente al trabajo digno en un sector privado dinámico y libre de una fiscalidad abusiva, ¿acaso lo que se ofrece a los jóvenes es el espejismo funcionarial de un puesto de trabajo de tres al cuarto, para vegetar de por vida aunque sin garantías para hijos y nietos al día de mañana? Y en cuanto a vivienda u hogar, ¿quizá la alternativa socialcomunista para nuestra alienada juventud es la “revolución” okupa de un lumpen de haraganes por hábito y mentalidad, sin oficio ni beneficio alguno tanto para ellos como para la sociedad? De un modo u otro parásitos perpetuos, a expensas de la subvención y una miserable dádiva pública, sin ir muy lejos los insultantes doscientos y pico euros de ayuda con que la socialburocracia pretende justificar sus aberrantes y ruinosas políticas, a los ojos de una juventud expropiada de familia, techo y trabajo. De vida y futuro, en definitiva.