COSAS DE MI TIERRA
¿El poder piensa en Zamora como cementerio de residuos radiactivos?
Escuché, ya desde la edad temprana, casi con el chupete en la boca, aquel dicho de “piensa mal y acertarás”. Lo pronunciaban los mayores. Cuando me convertí en adulto, por cierto, sin desearlo, la experiencia me demostró que el refrán resultaba muy acertado. La voz del pueblo se pronuncia a través del empirismo.
He iniciado esta carta a los zamoranos con la autoridad de proverbio popular después de comerme el coco, que diría un castizo; de reflexionar, como escribiría un periodista intelectual, un oxímoron. Y me fije en los datos sobre la despoblación generalizada de toda la provincia y, en particular, de las comarcas de occidente. Y he llegado a convencerme que Sayago, cráneo de granito, se ha convertido en un desierto demográfico porque el poder ha diseñado ya un futuro para esa bella comarca zamorana: convertirla en cementerio de residuos radiactivos de media Europa, idea de la que se habló y escribió mucho incluso antes de que nos regalaran esta democracia del tururú.
Se trataría de que esta zona del suroeste zamorano se fuese despoblando desde hace años. Primero, sin que nos diésemos cuenta, y, ya en esta centuria, acelerar el proceso. Como afirmó Valentín Cavero, catedrático de Geografía, ya jubilado, de la Universidad de Salamanca, leonés de nacencia, paisano nuestro, por tanto, Sayago, Aliste y Sanabria se podrían definir como desiertos demográficos y, además, con carácter irreversible: menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado.
La creación de ese campo de residuos provocaría que también las comarcas limítrofes fuesen perdiendo habitantes, incluida la capital de la provincia. Esa es mi hipótesis. Quizá esté equivocado y las bellas tierras del occidente zamorano, las que presentan paisajes más hermosos, líricos, bucólicos, de aquí a una década, se conviertan en zonas de atracción para la gente, para el turismo, para inversiones generosas en la transformación de materias primas, y lo que ahora imagino, nazca de un estado de locura transitoria por el que atraviesa mi cerebro a mi edad. Pero estoy muy mosqueado, más si leí y nos han contado que la geología sayaguesa resulta idónea como destino de esos restos que crean riqueza en otras naciones y cementerios de vida, de futuro, de progreso, en las comarcas más pobres.
Antaño, cuando la juventud, en el postfranquismo, mostraba rebeldía, aunque, cuando alcanzó la madurez se aburguesase, se rebeló contra aquella primera intención del Estado. Hoy, como a los jóvenes solo les interesa partir hacia otros lares, aquí el personal, ya avejentado, no diría ni pío.
En efecto, el poder empobreció a Zamora y la anuló mentalmente. Nadie protesta, nadie se pronuncia, nadie se pregunta, nadie exige. Lo bueno y lo malo, más cargos que espigas, nos lo traen los políticos, que deberían ser los encargados de preguntar en el Congreso de los Diputados y Senado por lo que he planteado en esta carta.
Los zamoranos ya han sufrido una domesticación absoluta. Quedamos algunos quijotes, poetas y rebeldes que no nos resignamos a consentirle a los poderes que jueguen con nosotros como los niños con la plastilina. Pero, a la gran mayoría, a los que ya no esperan nada, a los conservadores y los apáticos, les importa más quién gane la Liga de fútbol o la Copa de Europa, si las heteras públicas cambian de macho y los macarras de hembra, que Zamora se convierta en una zahúrda de residuos radiactivos. ¡Qué más da morirse de un cáncer o de un infarto, o devorado por el tiempo, si todos somos, desde que nacimos, polvo en el tiempo!
Eugenio-Jesús de Ávila
Escuché, ya desde la edad temprana, casi con el chupete en la boca, aquel dicho de “piensa mal y acertarás”. Lo pronunciaban los mayores. Cuando me convertí en adulto, por cierto, sin desearlo, la experiencia me demostró que el refrán resultaba muy acertado. La voz del pueblo se pronuncia a través del empirismo.
He iniciado esta carta a los zamoranos con la autoridad de proverbio popular después de comerme el coco, que diría un castizo; de reflexionar, como escribiría un periodista intelectual, un oxímoron. Y me fije en los datos sobre la despoblación generalizada de toda la provincia y, en particular, de las comarcas de occidente. Y he llegado a convencerme que Sayago, cráneo de granito, se ha convertido en un desierto demográfico porque el poder ha diseñado ya un futuro para esa bella comarca zamorana: convertirla en cementerio de residuos radiactivos de media Europa, idea de la que se habló y escribió mucho incluso antes de que nos regalaran esta democracia del tururú.
Se trataría de que esta zona del suroeste zamorano se fuese despoblando desde hace años. Primero, sin que nos diésemos cuenta, y, ya en esta centuria, acelerar el proceso. Como afirmó Valentín Cavero, catedrático de Geografía, ya jubilado, de la Universidad de Salamanca, leonés de nacencia, paisano nuestro, por tanto, Sayago, Aliste y Sanabria se podrían definir como desiertos demográficos y, además, con carácter irreversible: menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado.
La creación de ese campo de residuos provocaría que también las comarcas limítrofes fuesen perdiendo habitantes, incluida la capital de la provincia. Esa es mi hipótesis. Quizá esté equivocado y las bellas tierras del occidente zamorano, las que presentan paisajes más hermosos, líricos, bucólicos, de aquí a una década, se conviertan en zonas de atracción para la gente, para el turismo, para inversiones generosas en la transformación de materias primas, y lo que ahora imagino, nazca de un estado de locura transitoria por el que atraviesa mi cerebro a mi edad. Pero estoy muy mosqueado, más si leí y nos han contado que la geología sayaguesa resulta idónea como destino de esos restos que crean riqueza en otras naciones y cementerios de vida, de futuro, de progreso, en las comarcas más pobres.
Antaño, cuando la juventud, en el postfranquismo, mostraba rebeldía, aunque, cuando alcanzó la madurez se aburguesase, se rebeló contra aquella primera intención del Estado. Hoy, como a los jóvenes solo les interesa partir hacia otros lares, aquí el personal, ya avejentado, no diría ni pío.
En efecto, el poder empobreció a Zamora y la anuló mentalmente. Nadie protesta, nadie se pronuncia, nadie se pregunta, nadie exige. Lo bueno y lo malo, más cargos que espigas, nos lo traen los políticos, que deberían ser los encargados de preguntar en el Congreso de los Diputados y Senado por lo que he planteado en esta carta.
Los zamoranos ya han sufrido una domesticación absoluta. Quedamos algunos quijotes, poetas y rebeldes que no nos resignamos a consentirle a los poderes que jueguen con nosotros como los niños con la plastilina. Pero, a la gran mayoría, a los que ya no esperan nada, a los conservadores y los apáticos, les importa más quién gane la Liga de fútbol o la Copa de Europa, si las heteras públicas cambian de macho y los macarras de hembra, que Zamora se convierta en una zahúrda de residuos radiactivos. ¡Qué más da morirse de un cáncer o de un infarto, o devorado por el tiempo, si todos somos, desde que nacimos, polvo en el tiempo!
Eugenio-Jesús de Ávila





























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