HABLEMOS
La derecha ante sus problemas
Carlos Domínguez
Sin duda es una calamidad para la derecha conservadora que el PP, primer partido de la oposición dotado de una sólida implantación en cualquier ámbito territorial, sumada a una envidiable y amplia organización de aparato, esté empeñado en marchar hacia la marginalidad si no la desaparición, a causa de rivalidades o personalismos de tres al cuarto, tocantes a congresos y presidencias regionales, a cuotas de audiencia mediática y a encuestas de popularidad manipuladas en su mayoría. Bien es cierto que posiblemente el auténtico motivo resida en la incapacidad, a lo largo de décadas, de abordar una definición ideológica y programática necesaria para garantizar la credibilidad ante el electorado, y asimismo de cara a una eficaz labor de gobierno, libre de incoherencias y ambigüedades.
Cuestión pendiente que en el fondo no es imputable a la inutilidad de un Rajoy que jamás debió dirigir nada distinto a la oficina del Registro en una localidad de provincias, sino a Aznar como gran fiasco de la derecha española durante la transición, por su manifiesta ineptitud, bajo disfraz de un histrionismo hilarante y con el tiempo agudizado, a la hora de colocar al PP en la senda de un conservadurismo homologable en ideario y programa a partidos perfectamente asentados a nivel europeo. El aznarismo jugó al cambalache, a la indefinición centrista equiparada de forma interesada a un liberalismo claudicante frente a las políticas e incluso el ideario socialdemócrata, por aquí PSOE de la memoria histórica, la república, la ruptura y el cambio de régimen con quiebra de la unidad nacional; esto, presidente cumbre, acompañado de cesiones de soberanía a un separatismo desleal y anticonstitucional, se llama visión de la jugada.
No se explica, no tiene la menor justificación ante el electorado de la derecha y una mayoría sociológica conservadora que, aprovechando el negacionismo (confiemos que pasajero) teñido de acritud y absolutamente irracional del PP contra la posibilidad de una coalición conservadora en el gobierno de Castilla y León, un Sánchez envalentonado y arropado por adláteres de segunda o cuarta, se haya permitido poco menos que ningunear y humillar al primer partido de la oposición, ofreciendo hipócritamente su “ayuda” en forma de abstención, al tiempo que pide nada menos que “explicaciones” junto a la “exigencia” en términos imperativos de una condena y repudio expreso a la tercera fuerza política nacional, Vox en calidad de partido legítimo, legal, parlamentario y constitucional, según vienen refrendando las urnas contra lo pretendido por los voceros de una izquierda a día de hoy abiertamente liberticida.
Sin duda es una calamidad para la derecha conservadora que el PP, primer partido de la oposición dotado de una sólida implantación en cualquier ámbito territorial, sumada a una envidiable y amplia organización de aparato, esté empeñado en marchar hacia la marginalidad si no la desaparición, a causa de rivalidades o personalismos de tres al cuarto, tocantes a congresos y presidencias regionales, a cuotas de audiencia mediática y a encuestas de popularidad manipuladas en su mayoría. Bien es cierto que posiblemente el auténtico motivo resida en la incapacidad, a lo largo de décadas, de abordar una definición ideológica y programática necesaria para garantizar la credibilidad ante el electorado, y asimismo de cara a una eficaz labor de gobierno, libre de incoherencias y ambigüedades.
Cuestión pendiente que en el fondo no es imputable a la inutilidad de un Rajoy que jamás debió dirigir nada distinto a la oficina del Registro en una localidad de provincias, sino a Aznar como gran fiasco de la derecha española durante la transición, por su manifiesta ineptitud, bajo disfraz de un histrionismo hilarante y con el tiempo agudizado, a la hora de colocar al PP en la senda de un conservadurismo homologable en ideario y programa a partidos perfectamente asentados a nivel europeo. El aznarismo jugó al cambalache, a la indefinición centrista equiparada de forma interesada a un liberalismo claudicante frente a las políticas e incluso el ideario socialdemócrata, por aquí PSOE de la memoria histórica, la república, la ruptura y el cambio de régimen con quiebra de la unidad nacional; esto, presidente cumbre, acompañado de cesiones de soberanía a un separatismo desleal y anticonstitucional, se llama visión de la jugada.
No se explica, no tiene la menor justificación ante el electorado de la derecha y una mayoría sociológica conservadora que, aprovechando el negacionismo (confiemos que pasajero) teñido de acritud y absolutamente irracional del PP contra la posibilidad de una coalición conservadora en el gobierno de Castilla y León, un Sánchez envalentonado y arropado por adláteres de segunda o cuarta, se haya permitido poco menos que ningunear y humillar al primer partido de la oposición, ofreciendo hipócritamente su “ayuda” en forma de abstención, al tiempo que pide nada menos que “explicaciones” junto a la “exigencia” en términos imperativos de una condena y repudio expreso a la tercera fuerza política nacional, Vox en calidad de partido legítimo, legal, parlamentario y constitucional, según vienen refrendando las urnas contra lo pretendido por los voceros de una izquierda a día de hoy abiertamente liberticida.





























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