CON LOS CINCO SENTIDOS
¿Qué me das?
¿Qué me das que me desarmas?, que es ver tu rostro o escuchar tus susurros y derrumbarse el armazón que sustenta mi fragilidad aniñada, esa que se esconde tras una coraza de mujer fuerte y potente. Incluso tus silencios me atormentan. ¿Pensarás en mí mientras transcurre el día? ¿Cuántas veces lo harás? Quizá sí, quizá planearás la manera de olvidarte de que existo y ocupo un espacio en tu mente que no puedes ni crees que debes dar a nadie. No sé qué estrategia tienes. Lo desconozco y eso me arrebata. Necesito saber que controlo cada instante de mi vida. He estado demasiadas veces en un lado oscuro y no puedo volver porque conseguí salir y no entra en mis planes sucumbir de nuevo al abismo.
Sé que te amo porque, si no estás cerca, me falta el aire, pero precisamente, cuando me alejo de ti, es cuando menos sufro. Mi mente se acopla al devenir tedioso y aburrido, cómodo y estable del día a día. Te pienso de noche. Te veo en mi mente acariciando mi largo cabello salvaje. Después, duermo, pero duermo poco. No me dejas descansar. Me besas con ansiedad, me amarras con ansiedad, como si el tiempo corriera en nuestra contra y hubiéramos de apurar el horizonte antes de verlo, digerirlo antes de masticarlo o alimentarnos de él a bocanadas.
Tengo fiebre de ti. Te anhelo como te odio, con la misma débil y morbosa intensidad. Estoy enferma por tu culpa y no hallo la cura porque no me da la gana sanar esta herida abierta que me hace sentir, que me hace vivir, aunque me arrepienta en cada despedida; porque por tu culpa mi corazón sangra, sólo sutura cuando llegan las horas en las que nuestra piel se convierte en una.
No hay remedio a mi mal, sino olvidarte y arrojarte al vacío para que no ocupe tu naturaleza ni tu aroma espacio alguno en la esfera de mi mente y de mi cuerpo. Puede que se marchite mi alma con tu ausencia, o que resurja en otros brazos más amables. No tengo idea ni me importa. Ahora eres tú el que lo ocupa todo sin pagar alquiler en la posada de mi esencia. Vives de regalo, porque soy gente de bien y no cobro peaje a nadie, aunque me arranquen la piel a tiras. Eso te gusta. Eso detestas. Creo que no quieres quererme porque amarme te convierte en humano y no puedes sufrir por amor, pero sufres. Lamento decirte que en asuntos de amor nadie es dueño de lo que siente. No puedes evitar querer, no puedes evitar enamorarte, como evitas ver a un amigo que ya no lo es o a un familiar que te dañó un día.
En el amor, no hay cartas marcadas para poder hacer trampa. Es lo que hay. Es lo que soy. Eso soy yo.
Nélida L. del Estal Sastre
¿Qué me das que me desarmas?, que es ver tu rostro o escuchar tus susurros y derrumbarse el armazón que sustenta mi fragilidad aniñada, esa que se esconde tras una coraza de mujer fuerte y potente. Incluso tus silencios me atormentan. ¿Pensarás en mí mientras transcurre el día? ¿Cuántas veces lo harás? Quizá sí, quizá planearás la manera de olvidarte de que existo y ocupo un espacio en tu mente que no puedes ni crees que debes dar a nadie. No sé qué estrategia tienes. Lo desconozco y eso me arrebata. Necesito saber que controlo cada instante de mi vida. He estado demasiadas veces en un lado oscuro y no puedo volver porque conseguí salir y no entra en mis planes sucumbir de nuevo al abismo.
Sé que te amo porque, si no estás cerca, me falta el aire, pero precisamente, cuando me alejo de ti, es cuando menos sufro. Mi mente se acopla al devenir tedioso y aburrido, cómodo y estable del día a día. Te pienso de noche. Te veo en mi mente acariciando mi largo cabello salvaje. Después, duermo, pero duermo poco. No me dejas descansar. Me besas con ansiedad, me amarras con ansiedad, como si el tiempo corriera en nuestra contra y hubiéramos de apurar el horizonte antes de verlo, digerirlo antes de masticarlo o alimentarnos de él a bocanadas.
Tengo fiebre de ti. Te anhelo como te odio, con la misma débil y morbosa intensidad. Estoy enferma por tu culpa y no hallo la cura porque no me da la gana sanar esta herida abierta que me hace sentir, que me hace vivir, aunque me arrepienta en cada despedida; porque por tu culpa mi corazón sangra, sólo sutura cuando llegan las horas en las que nuestra piel se convierte en una.
No hay remedio a mi mal, sino olvidarte y arrojarte al vacío para que no ocupe tu naturaleza ni tu aroma espacio alguno en la esfera de mi mente y de mi cuerpo. Puede que se marchite mi alma con tu ausencia, o que resurja en otros brazos más amables. No tengo idea ni me importa. Ahora eres tú el que lo ocupa todo sin pagar alquiler en la posada de mi esencia. Vives de regalo, porque soy gente de bien y no cobro peaje a nadie, aunque me arranquen la piel a tiras. Eso te gusta. Eso detestas. Creo que no quieres quererme porque amarme te convierte en humano y no puedes sufrir por amor, pero sufres. Lamento decirte que en asuntos de amor nadie es dueño de lo que siente. No puedes evitar querer, no puedes evitar enamorarte, como evitas ver a un amigo que ya no lo es o a un familiar que te dañó un día.
En el amor, no hay cartas marcadas para poder hacer trampa. Es lo que hay. Es lo que soy. Eso soy yo.
Nélida L. del Estal Sastre






























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.48