ILUMINADOS
Ideologías religiosas
Hay personas católicas con una fe a prueba de razones. Saben que hubo papas, cardenales, obispos curas rijosos, violentos, conspiradores. La verdad no perturba su creencia en un ser superior. Hay gente de izquierdas, comunistas y así, que tienen fe en sus ideales, en su religión. El Capital es su Biblia. Marx, Moisés. Lenin, San Pablo, y Stalin el arcángel San Gabriel. También hay santos, como Mao, Castro, Ho Chi Minh y ahora Maduro, sucesor en el altar de la iglesia venezolana de Chávez. Los sacerdotes católicos ofrecieron un paraíso en un cielo inexistente. Los apóstoles del marxismo, un paraíso en la tierra.
Y al creyente comunista le importa un carajo que la historia, documentada, muestre que los regímenes religiosos marxistas causaron millones de muertos allí donde aplicaron su fe, su doctrina, su catecismo. Se trata de creencias oportunas, construidas sobre unos cimientos falsos, un edificio antinatura, como el cristianismo. Unos tiene 2.000 años, el otro, se levanto en 1848. Anacronismo. Después, una vez tomado el poder, sufren una serie de crisis por administrar la ortodoxia. Se superan con las purgas: Juicios de Moscú y Revolución Cultural en China.
Intentar convencer a una persona que alcanzó un nivel de fe supremo, sublime, infranqueable, con inteligencia, con talento, con razón, con lógica, resulta tarea estúpida, ridícula, extravagante. Que cada cual, cristiano, marxista, musulmán, comulgue con sus ruedas de molino anacrónicas, idealistas, utópicas. Nunca haré proselitismo de la libertad, la democracia, la verdad con crédulos de cualquier fe. El personal que se esclavice a su manera.
Observe el lector ecuánime, que suele utilizar la lógica, que los revolucionarios contemporáneos proceden de seminarios: Robespierre y Stalin. Recibieron educación religiosa. Después la aplicaron. El “incorruptible” se inventó la diosa razón como divinidad. El georgiano se quedó con la momia de Lenin como objeto de peregrinación para los fieles de su Iglesia, imagen de culto y adoración. El hombre necesita un Dios. María krupskaya, mujer de Vladimir se negó. El dictador soviético supo lo que hacía. Se adelantó en el tiempo. Goebbels también lo puso en práctica. La sociedad preparada para convertirse en rebaño. A balar.
Yo perdí toda fe en un dios divino y en el hombre de carne y hueso ha tiempo. Apliqué la razón. No necesité mucho tiempo para autoconvencerme. Mi fe infantil, perdida a los 15 años tras unos ejercicios espirituales; mi fe en las izquierdas, destruida por el empirismo, por la vida, por la incoherencia de los predicadores marxistas, por la Historia, llegó al sumun con Pablo Iglesias y su partido de gente bien, acomodada, religiosa como Ananías. Ahora, adoran a su líder, santo que luce en el templo barroco de Galapagar.
Desde hace décadas, libre de toda carga espiritual, sin cubrirme con sotanas de ideología política, ni tonsuras marxistas ni nacionalsocialistas, pestes ideológicas del siglo XX, que todavía perduran, aún en estas dos primeras décadas de la actual centuria, en gente obtusa, crédula, papamosca, me crezco al castigo cuando me censuran por contar mi verdad, basada en hechos, en sus incoherencias ideológicas, en sus trotes sobre corceles de pelaje de las contradicciones. Me siento orgulloso de que esta gentica me critique. Me engrandece que el poder se fije en mí y me intente callar.
Soy tan libre que publico en mi medio de comunicación sus exabruptos ideológicos. Eso sí, los dictadores que admiran suprimen la libertad de prensa allá donde ejercen sus diabólicos gobiernos. Como respondió su mesías, Lenín, a Fernando de los Ríos, cuando el dirigente socialista lo visitó en el Kremlin y le preguntó cuándo caería la dictadura bolchevique y los ciudadanos rusos serían libres, después de una extenso discurso, concluyó con el célebre aserto: “¿Libertad…para qué? Pues, verbigracia, para criticar al poder y publicar lo que sus vicarios hayan sentido al poner en solfa su fe, su credulidad, su evangelio, su catecismo.
Pero el odio es mucho más poderoso que el amor. Y la lucha de clases no es más que eso, rencor, repulsión y saña, predicada por iluminados, siempre dispuestos a eliminar a cualquier otro ser humano que detenga su camino hacia el paraíso en la tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay personas católicas con una fe a prueba de razones. Saben que hubo papas, cardenales, obispos curas rijosos, violentos, conspiradores. La verdad no perturba su creencia en un ser superior. Hay gente de izquierdas, comunistas y así, que tienen fe en sus ideales, en su religión. El Capital es su Biblia. Marx, Moisés. Lenin, San Pablo, y Stalin el arcángel San Gabriel. También hay santos, como Mao, Castro, Ho Chi Minh y ahora Maduro, sucesor en el altar de la iglesia venezolana de Chávez. Los sacerdotes católicos ofrecieron un paraíso en un cielo inexistente. Los apóstoles del marxismo, un paraíso en la tierra.
Y al creyente comunista le importa un carajo que la historia, documentada, muestre que los regímenes religiosos marxistas causaron millones de muertos allí donde aplicaron su fe, su doctrina, su catecismo. Se trata de creencias oportunas, construidas sobre unos cimientos falsos, un edificio antinatura, como el cristianismo. Unos tiene 2.000 años, el otro, se levanto en 1848. Anacronismo. Después, una vez tomado el poder, sufren una serie de crisis por administrar la ortodoxia. Se superan con las purgas: Juicios de Moscú y Revolución Cultural en China.
Intentar convencer a una persona que alcanzó un nivel de fe supremo, sublime, infranqueable, con inteligencia, con talento, con razón, con lógica, resulta tarea estúpida, ridícula, extravagante. Que cada cual, cristiano, marxista, musulmán, comulgue con sus ruedas de molino anacrónicas, idealistas, utópicas. Nunca haré proselitismo de la libertad, la democracia, la verdad con crédulos de cualquier fe. El personal que se esclavice a su manera.
Observe el lector ecuánime, que suele utilizar la lógica, que los revolucionarios contemporáneos proceden de seminarios: Robespierre y Stalin. Recibieron educación religiosa. Después la aplicaron. El “incorruptible” se inventó la diosa razón como divinidad. El georgiano se quedó con la momia de Lenin como objeto de peregrinación para los fieles de su Iglesia, imagen de culto y adoración. El hombre necesita un Dios. María krupskaya, mujer de Vladimir se negó. El dictador soviético supo lo que hacía. Se adelantó en el tiempo. Goebbels también lo puso en práctica. La sociedad preparada para convertirse en rebaño. A balar.
Yo perdí toda fe en un dios divino y en el hombre de carne y hueso ha tiempo. Apliqué la razón. No necesité mucho tiempo para autoconvencerme. Mi fe infantil, perdida a los 15 años tras unos ejercicios espirituales; mi fe en las izquierdas, destruida por el empirismo, por la vida, por la incoherencia de los predicadores marxistas, por la Historia, llegó al sumun con Pablo Iglesias y su partido de gente bien, acomodada, religiosa como Ananías. Ahora, adoran a su líder, santo que luce en el templo barroco de Galapagar.
Desde hace décadas, libre de toda carga espiritual, sin cubrirme con sotanas de ideología política, ni tonsuras marxistas ni nacionalsocialistas, pestes ideológicas del siglo XX, que todavía perduran, aún en estas dos primeras décadas de la actual centuria, en gente obtusa, crédula, papamosca, me crezco al castigo cuando me censuran por contar mi verdad, basada en hechos, en sus incoherencias ideológicas, en sus trotes sobre corceles de pelaje de las contradicciones. Me siento orgulloso de que esta gentica me critique. Me engrandece que el poder se fije en mí y me intente callar.
Soy tan libre que publico en mi medio de comunicación sus exabruptos ideológicos. Eso sí, los dictadores que admiran suprimen la libertad de prensa allá donde ejercen sus diabólicos gobiernos. Como respondió su mesías, Lenín, a Fernando de los Ríos, cuando el dirigente socialista lo visitó en el Kremlin y le preguntó cuándo caería la dictadura bolchevique y los ciudadanos rusos serían libres, después de una extenso discurso, concluyó con el célebre aserto: “¿Libertad…para qué? Pues, verbigracia, para criticar al poder y publicar lo que sus vicarios hayan sentido al poner en solfa su fe, su credulidad, su evangelio, su catecismo.
Pero el odio es mucho más poderoso que el amor. Y la lucha de clases no es más que eso, rencor, repulsión y saña, predicada por iluminados, siempre dispuestos a eliminar a cualquier otro ser humano que detenga su camino hacia el paraíso en la tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila





















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