ZAMORANA
La Semana Santa 2022
Las cofradías y hermandades se preparan porque en breve regresarán las celebraciones de Semana Santa a Zamora, ahora que los efectos de la pandemia son más llevaderos y una vez que la mayoría de los españoles ya están vacunados y carecemos de las medidas restrictivas de años anteriores.
Los devotos ansían procesionar, sacar las imágenes de sus templos y pasearlas por la ciudad, escuchar el desgarrado sonido de alguna saeta, el tambor, la trompeta, los esquilones del barandales o el silencio sepulcral que se hacen más patentes en los atardeceres cercanos a la entrada de la noche. Los pasos se cuidan al máximo: se bruñen platas y bronces, se lustra la madera, se abrillantan los faroles, se cuidan los adornos florales, se preparan las capas, caperuzas, túnicas y hábitos de los cofrades, así como los trajes negros, mantillas y joyas que portarán hombres y mujeres tras cada paso procesional para conmemorar, un año más, la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
La Semana Santa es la esencia de Zamora y sus comarcas, la expresión máxima de la religiosidad de este pueblo que lleva en la sangre los ritos seculares de una época que nos educó en la devoción, el respeto y el poder omnímodo de la iglesia, con una tradición que persiste y los zamoranos honran porque en estas tierras adquiere un sentido antiguo muy poderoso y diferente de otros lugares de España. En Zamora se recrea la Pasión de Cristo con interioridad, con respeto, con emoción, en silencio, muy lejos de otras zonas en las que se asemeja más a una fiesta popular con los atributos propios de un acontecimiento de masas en una exaltación multitudinaria, e incluso asalto a las imágenes, cánticos y exageradas manifestaciones.
La Soledad ya paseó por las estrechas calles zamoranas, en un recorrido que la llevó de vuelta a la magnífica catedral; las mujeres hacían la señal de la cruz, alguna lágrima resbalaba ente los asistentes que la observaban en lo alto con respeto y veneración; son momentos para el recuerdo, porque ¿quién no tiene motivo para rezar, o algún ser querido a quien recordar?
Ese año, resultaba difícil comprobar el rostro de los asistentes porque la mascarilla tapaba parte de los rostros, aunque se percibía en el ambiente las ganas de vivir estas fiestas religiosas. En breve, si la lluvia no lo impide, se sucederán una serie de procesiones a lo largo de la ciudad, recorriendo escenarios únicos: las calles principales, el puente sobre el Duero…. Las magníficas iglesias románicas abrirán sus puertas para sacar a la calle sus imágenes durante unos días con objeto de que los zamoranos las contemplen fuera de su recinto habitual; las tallas competirán en belleza por la labor de los grandes imagineros: Ramón Álvarez, Mariano Benlliure, Fernando Mayoral, Hipólito Pérez, Ramón Abrantes y un largo etc. que dejaron constancia de su arte en esculturas únicas que Zamora luce con orgullo a buen recudo en sus templos.
La Semana Santa es, en fin, un motivo más para que Zamora recobre un poco de vida, atraiga visitantes y, al menos durante unos días, parezca que la ciudad sigue viva. Luego, cuando pasen las celebraciones, volverá a ser la pequeña capital provinciana con encanto, algo solitaria, más vacía de lo que quisiéramos, pero hermosa en extremo; una joya que ojalá sea más conocida, más visitada, más habitada por gente que la elija como destino para quedarse; una Zamora donde se puede encontrar, además de tranquilidad, un lugar cómodo donde huir de las prisas y disfrutar de los enormes atractivos paisajísticos, gastronómicos o culturales que brinda esta provincia singular y desconocida.
Mª Soledad Martín Turiño
Las cofradías y hermandades se preparan porque en breve regresarán las celebraciones de Semana Santa a Zamora, ahora que los efectos de la pandemia son más llevaderos y una vez que la mayoría de los españoles ya están vacunados y carecemos de las medidas restrictivas de años anteriores.
Los devotos ansían procesionar, sacar las imágenes de sus templos y pasearlas por la ciudad, escuchar el desgarrado sonido de alguna saeta, el tambor, la trompeta, los esquilones del barandales o el silencio sepulcral que se hacen más patentes en los atardeceres cercanos a la entrada de la noche. Los pasos se cuidan al máximo: se bruñen platas y bronces, se lustra la madera, se abrillantan los faroles, se cuidan los adornos florales, se preparan las capas, caperuzas, túnicas y hábitos de los cofrades, así como los trajes negros, mantillas y joyas que portarán hombres y mujeres tras cada paso procesional para conmemorar, un año más, la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
La Semana Santa es la esencia de Zamora y sus comarcas, la expresión máxima de la religiosidad de este pueblo que lleva en la sangre los ritos seculares de una época que nos educó en la devoción, el respeto y el poder omnímodo de la iglesia, con una tradición que persiste y los zamoranos honran porque en estas tierras adquiere un sentido antiguo muy poderoso y diferente de otros lugares de España. En Zamora se recrea la Pasión de Cristo con interioridad, con respeto, con emoción, en silencio, muy lejos de otras zonas en las que se asemeja más a una fiesta popular con los atributos propios de un acontecimiento de masas en una exaltación multitudinaria, e incluso asalto a las imágenes, cánticos y exageradas manifestaciones.
La Soledad ya paseó por las estrechas calles zamoranas, en un recorrido que la llevó de vuelta a la magnífica catedral; las mujeres hacían la señal de la cruz, alguna lágrima resbalaba ente los asistentes que la observaban en lo alto con respeto y veneración; son momentos para el recuerdo, porque ¿quién no tiene motivo para rezar, o algún ser querido a quien recordar?
Ese año, resultaba difícil comprobar el rostro de los asistentes porque la mascarilla tapaba parte de los rostros, aunque se percibía en el ambiente las ganas de vivir estas fiestas religiosas. En breve, si la lluvia no lo impide, se sucederán una serie de procesiones a lo largo de la ciudad, recorriendo escenarios únicos: las calles principales, el puente sobre el Duero…. Las magníficas iglesias románicas abrirán sus puertas para sacar a la calle sus imágenes durante unos días con objeto de que los zamoranos las contemplen fuera de su recinto habitual; las tallas competirán en belleza por la labor de los grandes imagineros: Ramón Álvarez, Mariano Benlliure, Fernando Mayoral, Hipólito Pérez, Ramón Abrantes y un largo etc. que dejaron constancia de su arte en esculturas únicas que Zamora luce con orgullo a buen recudo en sus templos.
La Semana Santa es, en fin, un motivo más para que Zamora recobre un poco de vida, atraiga visitantes y, al menos durante unos días, parezca que la ciudad sigue viva. Luego, cuando pasen las celebraciones, volverá a ser la pequeña capital provinciana con encanto, algo solitaria, más vacía de lo que quisiéramos, pero hermosa en extremo; una joya que ojalá sea más conocida, más visitada, más habitada por gente que la elija como destino para quedarse; una Zamora donde se puede encontrar, además de tranquilidad, un lugar cómodo donde huir de las prisas y disfrutar de los enormes atractivos paisajísticos, gastronómicos o culturales que brinda esta provincia singular y desconocida.
Mª Soledad Martín Turiño






















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