El Zamora CF pierde otro partido y quizá también la categoría

La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Karl Marx. La frase del ideólogo del comunismo la extrapolo a la temporada, horrible, del Zamora CF. Esta tarde de Domingo de Ramos el partido entre el cuadro rojiblanco y el Real Unión de Irún fue una repetición, la enésima, por lo tanto, una farsa.

Vaya por delante que el cuadro que dirige Yago Iglesias completó la mejor primera parte que se recuerda por estos pagos, pero, como siempre, la historia real, nada de memoria, ni un solo centro fue rubricado por los atacantes. Quizá el problema de este equipo no radique tanto en la falta de un ariete clásico, sino en que no llega una pelota buena, franca, diáfana, desde las bandas para que se la remate a las redes, bien de cabeza, ya con ambos pies. Imposible.

El técnico gallego nos dio una gran sorpresa con el once inicial, pues dio la titularidad a Assane, que, prácticamente, no había jugado desde que llegó en el mercado de invierno, al que se encomendó el trabajo de medio centro defensivo. El jugador africano no lo hizo mal para ser su primer partido, porque lo hace muy fácil, no soba el balón y lo pasa al compañero en mejor posición y, además, entra con gallardía. El resto tampoco resultó sorprendente. Jon Rojo jugaba de lateral izquierdo, Cordero, de central zurdo, con Garay por la diestra, y arriba Diego salía como titular, mientras Yanis y Baselga se encargaban de las bandas de ataque. Carlos Ramos se quedó en el banquillo.

A los treinta segundos ya había llegado al área vasca, con peligro, el Zamora, y continuó ejerciendo ese mando y gozando de oportunidades. Se jugaba bien, mejor que nunca, mientras que el Real Unión se limitaba a defender, sin apenas acercarse por las inmediaciones del área local.

Hubo oportunidades, no muy claras, con buenos disparos que el portero irunés despejó o detuvo. Pero poco más. Porque desde las bandas no llegaron centros francos para rematar.

Solo en los últimos diez minutos de la primera mitad, bajó la intensidad rojiblanca, lo que aprovechó el Real Unión para llegar a las inmediaciones del área rojiblanca.

Tras el paso por vestuarios, el Zamora intentó abrir la puerta rival. Ejecutó excelentes acciones de ataque, pero, como escribí con anterioridad, ni un buen centro digno de ser rematado. Ese mando, duró justo hasta el minuto 59, cuando Elósegui remataba un balón raso, dentro del área, en un clásico pase de la muerte. A partir de ahí, el Zamora se derrumbó.

Llegaron los cambios en el 71, cuando Assane, Yanis y Diego se fueron a los vestuarios, para que los sustituyeran Ramos, Kepa y Losada. Y hubo acciones para igualar el marcador, pero siempre faltan centímetros para encontrar portería. El caso es que los minutos fueron pasando, continuaron los cambios en el Real Unión y las pérdidas de tiempo. Navas, que se colocó con exterior diestro para centrar balones al área chica, sin que ejecutara ni uno solo bueno, y Donguo, un jugador que no se sabe si es bueno, malo, regular o todo lo contrario y, al concluir el choque de esta tarde, sigo sin conocer las virtudes de este jugador africano.

En el tramo final, el árbitro, una calamidad, mantuvo su bajísimo nivel, enfadando a una apenada afición -1.088 personas entraron en el Ruta de la Plata-, mientras Ramos lo intentaba, sin suerte, desde fuera del área, y sus compañeros corrían y corrían, pero nunca tanto esfuerzo recogió tan escaso fruto. El Zamora suda, da el callo, se esfuerza, pero no da más de sí, porque le falta piezas clave, confianza y agresividad y le sobra cierto mal fario y talento.

Creo que la suerte está echada. El club está, prácticamente, descendido. Solo se salvará si la burocracia federativa lo permite.