ANÁLISIS
Zamora no está preparada para recibir tanto turismo en unos días
El cambio de esta ciudad consistiría en nuevas políticas turísticas y buscar una Semana Santa en cada uno de los doce meses del año
Por mi propia experiencia y porque así lo confiesan restauradores y comerciantes, esta Semana Santa, con énfasis desde el Miércoles Santo, marca un récord en la historia de la Pasión zamorana. Nunca tantos visitantes se dieron cita en nuestra ciudad para contemplar los desfiles procesionales, disfrutar de la magnífica cocina de nuestros restaurantes y conocer otros parajes de una provincia que reúne espacios tan singulares como Sanabria, Aliste, los Arribes del Duero, las lagunas de Villafáfila, más localidades de extraordinaria belleza e historia como Toro, Fermoselle y Puebla de Sanabria. Perfecto. Encantado de que durante unos días Zamora parezca lo que no es, porque si durante todo el año las semanas se pareciesen a la Santa, ni habría cuitas económicas ni demográficas.
Ahora bien, esta masiva llegada de turistas demuestra que Zamora carece de condiciones para recibir a tanta gente. Ni sus calles, ni sus plazas, ni los propios zamoranos estamos preparados para acoger esa superpoblación de personas ávidas de disfrutar de unos días especiales como son los de la Semana Santa
La ciudad evidencia orfandad de estructuras para albergar tantos vehículos, caravanas, restaurar miles de cuerpos, transitar, con comodidad, por las calles, comer, cenar y dormir. Tenemos pocos hoteles y nos creemos que poseemos un número excesivo de bares, cafeterías y restaurantes. Durante el resto del año, seguro que, en efecto, incluso sobran; pero en Semana Santa la ciudad muestra su incapacidad para ofrecer a los miles de visitantes una atención excelente a sus demandas.
Ahora bien, en las actuales circunstancias económicas y sociales que padece Zamora, construir hoteles o abrir nuevos bares y cafeterías me parecía una locura, una ruina anticipada, porque, durante el resto del año, salvo los propios de la Semana Santa, quizá en Navidad y parte de julio y agosto, nos visita poco público para sacar rendimiento a las inversiones en esas materias.
¿Qué hacer, pues? Pues todos los meses del año, crear pequeñas semanas santas. ¿Cómo? Hay técnicos en turismo y políticos que cobran por pensar, por tener ideas, por plasmarlas. ¿Vendemos Zamora y su provincia en los grandes escenarios del turismo nacional internacional? No, porque ni se nos ven entre tantas joyas turísticas mundiales, un grano de arena en el desierto del Sahara. Hay que dar a conocer Zamora a través de las televisiones autonómicas con proyectos importantes, con ideas que potencien nuestro pasado histórico, cultura, paisajes. En este 2022, se cumplen los 950 años del Cerco de Zamora. Se han programado actividades, pero habría que publicitarlas lejos de la geografía provincial. Los acontecimientos históricos vividos en la ciudad medieval, argumentos propios de Shakespeare, con ese combate a muerte entre hermanos, con traiciones y héroes, interesarían a cualquier persona culta, que quiere conocer la historia de España y disfrute con estas tragedias fraternales y luchas por el poder.
No vale con vender nuestra historia en esta ciudad. Exportemos aquello que nos define y caracteriza. Seamos los mejores, como se ha demostrado con la Semana Santa. Ejecutemos, de acuerdo con todos los partidos políticos, asociaciones culturales, movimientos sociales un plan de actuaciones que renueven, restauren y ponga al día el casco antiguo. Eliminemos solares construyendo viviendas para matrimonios jóvenes. El Plan Director de la Muralla urge. Las torres del Puente Románico deberían ser reconstruidas. Los materiales, fotografías y planos están ahí. No hagamos caso de políticas reaccionarias ni caprichos de funcionarios de Patrimonio, convertidos en burócratas intocables. Realicemos nuevas catas en el parque del Castillo porque descubriremos documentos del pasado. Saquemos las obras de Lobo por las calles. Nuevos jardines y más fuentes. Obras del teatro español durante los meses del verano, representadas al aire libre. Y que la autoridad castigue a los que manchan paredes, sillares de iglesias y de monumentos. Y rehagamos la Plaza Mayor, que ni es plaza ni mayor, sino un totum revolutum infumable. Un caos arquitectónico. Un espacio seco y duro.
La “invasión” turística de esta Semana Santa de 2022, tras dos años de pandemia, debería servir para corregir errores y ejecutar ideas. Zamora, si quiere vivir del turismo, la gran industria española, y esta ciudad lo es, trabajemos, unidos, para que el año tenga más de una Semana Santa.
Eugenio-Jesús de Ávila
Por mi propia experiencia y porque así lo confiesan restauradores y comerciantes, esta Semana Santa, con énfasis desde el Miércoles Santo, marca un récord en la historia de la Pasión zamorana. Nunca tantos visitantes se dieron cita en nuestra ciudad para contemplar los desfiles procesionales, disfrutar de la magnífica cocina de nuestros restaurantes y conocer otros parajes de una provincia que reúne espacios tan singulares como Sanabria, Aliste, los Arribes del Duero, las lagunas de Villafáfila, más localidades de extraordinaria belleza e historia como Toro, Fermoselle y Puebla de Sanabria. Perfecto. Encantado de que durante unos días Zamora parezca lo que no es, porque si durante todo el año las semanas se pareciesen a la Santa, ni habría cuitas económicas ni demográficas.
Ahora bien, esta masiva llegada de turistas demuestra que Zamora carece de condiciones para recibir a tanta gente. Ni sus calles, ni sus plazas, ni los propios zamoranos estamos preparados para acoger esa superpoblación de personas ávidas de disfrutar de unos días especiales como son los de la Semana Santa
La ciudad evidencia orfandad de estructuras para albergar tantos vehículos, caravanas, restaurar miles de cuerpos, transitar, con comodidad, por las calles, comer, cenar y dormir. Tenemos pocos hoteles y nos creemos que poseemos un número excesivo de bares, cafeterías y restaurantes. Durante el resto del año, seguro que, en efecto, incluso sobran; pero en Semana Santa la ciudad muestra su incapacidad para ofrecer a los miles de visitantes una atención excelente a sus demandas.
Ahora bien, en las actuales circunstancias económicas y sociales que padece Zamora, construir hoteles o abrir nuevos bares y cafeterías me parecía una locura, una ruina anticipada, porque, durante el resto del año, salvo los propios de la Semana Santa, quizá en Navidad y parte de julio y agosto, nos visita poco público para sacar rendimiento a las inversiones en esas materias.
¿Qué hacer, pues? Pues todos los meses del año, crear pequeñas semanas santas. ¿Cómo? Hay técnicos en turismo y políticos que cobran por pensar, por tener ideas, por plasmarlas. ¿Vendemos Zamora y su provincia en los grandes escenarios del turismo nacional internacional? No, porque ni se nos ven entre tantas joyas turísticas mundiales, un grano de arena en el desierto del Sahara. Hay que dar a conocer Zamora a través de las televisiones autonómicas con proyectos importantes, con ideas que potencien nuestro pasado histórico, cultura, paisajes. En este 2022, se cumplen los 950 años del Cerco de Zamora. Se han programado actividades, pero habría que publicitarlas lejos de la geografía provincial. Los acontecimientos históricos vividos en la ciudad medieval, argumentos propios de Shakespeare, con ese combate a muerte entre hermanos, con traiciones y héroes, interesarían a cualquier persona culta, que quiere conocer la historia de España y disfrute con estas tragedias fraternales y luchas por el poder.
No vale con vender nuestra historia en esta ciudad. Exportemos aquello que nos define y caracteriza. Seamos los mejores, como se ha demostrado con la Semana Santa. Ejecutemos, de acuerdo con todos los partidos políticos, asociaciones culturales, movimientos sociales un plan de actuaciones que renueven, restauren y ponga al día el casco antiguo. Eliminemos solares construyendo viviendas para matrimonios jóvenes. El Plan Director de la Muralla urge. Las torres del Puente Románico deberían ser reconstruidas. Los materiales, fotografías y planos están ahí. No hagamos caso de políticas reaccionarias ni caprichos de funcionarios de Patrimonio, convertidos en burócratas intocables. Realicemos nuevas catas en el parque del Castillo porque descubriremos documentos del pasado. Saquemos las obras de Lobo por las calles. Nuevos jardines y más fuentes. Obras del teatro español durante los meses del verano, representadas al aire libre. Y que la autoridad castigue a los que manchan paredes, sillares de iglesias y de monumentos. Y rehagamos la Plaza Mayor, que ni es plaza ni mayor, sino un totum revolutum infumable. Un caos arquitectónico. Un espacio seco y duro.
La “invasión” turística de esta Semana Santa de 2022, tras dos años de pandemia, debería servir para corregir errores y ejecutar ideas. Zamora, si quiere vivir del turismo, la gran industria española, y esta ciudad lo es, trabajemos, unidos, para que el año tenga más de una Semana Santa.
Eugenio-Jesús de Ávila






























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