VESTIMENTAS
Mantones y pellizas
El mantón y la pelliza son prendas de abrigo que se utilizaban antaño, muy principalmente entre la clase humilde y en el mundo rural. En los gélidos inviernos de la Meseta castellana era usual ver a las mujeres ataviadas con aquellos mantones de lana negra con flecos, doblados en pico para echárselos sobre los hombros. Recuerdo haber visto aquella peculiar estampa de la anciana abrigándose con el grueso mantón, pañuelo negro anudado a la cabeza, y atizando el brasero de cisco a la puerta de la casa. Eran elementos con los que combatir las bajas temperaturas de la época.
Los hombres, solían utilizar, como clásica prenda de abrigo la pelliza, una gruesa chaqueta con el cuello reforzado de piel o de la misma tela.
Ambas prendas han caído en desuso, o más bien la moda las han modificado por otras vestimentas que, con los mismos fines de utilización, reciben otros nombres, como trenkas, anoraks, etc.
Aunque el mantón, como vestido de abrigo de uso popular, que siendo de componente más ligero se le denominaba toquilla, podía llegar a ser una vestimenta de lujo cuando era de piel o de seda, como son los mantones de Manila.
La pelliza, con la categoría de indumentaria militar, se trataba de un chaquetón de paño, con el cuello y las bocamangas revestidos de astracán y ribeteados de trencilla de estambre negro.
Allá por los años cuarenta, del pasado siglo XX, en la marquesina del mercado de abastos solía verse a las mujeres vendedoras de frutas y verduras arrebujadas en sus negros mantones. En sus manos encallecidas por el rudo trabajo de la huerta aparecían grietas como testimonio de tenerlas siempre expuestas al frío y manejar con ellas las congeladas berzas y otros productos hortícolas.
Durante los días de la Semana Santa, en los soportales del viejo Consistorio, en la Plaza Mayor han estado expuestos grandes murales de fotografías conmemorativas de tiempos pasados. Puede que algunos de los niños que aparecen allí retratados, sean ahora ancianos que se reconozcan en esas imágenes. Pero indudablemente, ya no existirán esas dos personas mayores retratadas en actitud de esperar el paso de alguna procesión, en cuya fotografía se ve a ella con su negro pañuelo a la cabeza y el mantón de lana para resguardarse del frío que, sin duda haría en aquel momento; él se protege con su pelliza y la gorra visera, y ambos están con expresivos rostros de feliz expectación.
Balbino Lozano
El mantón y la pelliza son prendas de abrigo que se utilizaban antaño, muy principalmente entre la clase humilde y en el mundo rural. En los gélidos inviernos de la Meseta castellana era usual ver a las mujeres ataviadas con aquellos mantones de lana negra con flecos, doblados en pico para echárselos sobre los hombros. Recuerdo haber visto aquella peculiar estampa de la anciana abrigándose con el grueso mantón, pañuelo negro anudado a la cabeza, y atizando el brasero de cisco a la puerta de la casa. Eran elementos con los que combatir las bajas temperaturas de la época.
Los hombres, solían utilizar, como clásica prenda de abrigo la pelliza, una gruesa chaqueta con el cuello reforzado de piel o de la misma tela.
Ambas prendas han caído en desuso, o más bien la moda las han modificado por otras vestimentas que, con los mismos fines de utilización, reciben otros nombres, como trenkas, anoraks, etc.
Aunque el mantón, como vestido de abrigo de uso popular, que siendo de componente más ligero se le denominaba toquilla, podía llegar a ser una vestimenta de lujo cuando era de piel o de seda, como son los mantones de Manila.
La pelliza, con la categoría de indumentaria militar, se trataba de un chaquetón de paño, con el cuello y las bocamangas revestidos de astracán y ribeteados de trencilla de estambre negro.
Allá por los años cuarenta, del pasado siglo XX, en la marquesina del mercado de abastos solía verse a las mujeres vendedoras de frutas y verduras arrebujadas en sus negros mantones. En sus manos encallecidas por el rudo trabajo de la huerta aparecían grietas como testimonio de tenerlas siempre expuestas al frío y manejar con ellas las congeladas berzas y otros productos hortícolas.
Durante los días de la Semana Santa, en los soportales del viejo Consistorio, en la Plaza Mayor han estado expuestos grandes murales de fotografías conmemorativas de tiempos pasados. Puede que algunos de los niños que aparecen allí retratados, sean ahora ancianos que se reconozcan en esas imágenes. Pero indudablemente, ya no existirán esas dos personas mayores retratadas en actitud de esperar el paso de alguna procesión, en cuya fotografía se ve a ella con su negro pañuelo a la cabeza y el mantón de lana para resguardarse del frío que, sin duda haría en aquel momento; él se protege con su pelliza y la gorra visera, y ambos están con expresivos rostros de feliz expectación.
Balbino Lozano






















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