Miércoles, 03 de Diciembre de 2025

Emilia Casas Fernández
Viernes, 03 de Junio de 2022
LITERATURA

La curiosidad ¿mató al gato?

[Img #66598]¿Cuántas Tierras cabrían en el Sol? Es la típica pregunta que te toca cuando estás jugando al Trivial. La que te falta para conseguir el escurridizo quesito verde y ganar la partida. Por más que piensas no consigues dar con la respuesta, mientras notas cómo en tu cabeza algo no deja de crecer: la curiosidad. 

 Todo lo que se nos muestra oculto despierta un interés desmedido en quien ha de esperar a saber el resultado de una hipótesis no resuelta. Dado que la mente es como un músculo que se fortalece mediante el ejercicio continuo, el esfuerzo mental que va implícito a la curiosidad hace que ésta se vuelva cada vez más fuerte. Y es que, cuando aprendemos por la motivación de saber, nuestra memoria funciona con más precisión. 

 Para mí, la curiosidad juega un rol fundamental en el aprendizaje. Alimenta el interés por el mundo y además implica hacerlo de forma activa. Ayuda a que el aprendizaje no se convierta en algo pasivo o aburrido. Sin embargo, en la etapa adulta, son muy pocas las personas que se permiten mantenerla y potenciarla. Aprender es algo que debemos hacer siempre y sin parar. Nunca se sabe demasiado porque el conocimiento no tiene límites. 

Amigo lector ¿no se ha preguntado nunca por qué los insectos van irremediablemente hacia la luz? ¿por qué nosotros, los humanos, no tenemos pelo en el cuerpo y los primates, nuestros parientes más cercanos, sí? O ¿cómo es que la luna parece cambiar de tamaño y el arco iris tiene forma de arco? ¿Hablarán los perros? ¿A qué se debe la forma de las nubes? ¿Se da cuenta? Preguntas y más preguntas. La curiosidad es la cualidad que ha llevado al ser humano a, entre otros hitos, enviar robots a Marte, explorar el fondo de los océanos o pisar la Luna. ¿Es también lo que nos impulsa a intentar escuchar una conversación ajena en el autobús o a que queramos saber las últimas aventuras amorosas del famoso de turno? ¿Dónde está el límite entre la curiosidad y el cotilleo? Pregúntese qué superpoder le gustaría tener o haga la prueba y plantee este interrogante a algunos familiares o amigos: muchos se decantan por la invisibilidad porque podrían observar y escuchar sin ser vistos. ¿Por qué gusta tanto cotillear? No es que nuestro sistema educativo, en ningún nivel, ni nuestras jerarquías en el trabajo o en casi cualquier otro ámbito de la vida, alienten la curiosidad, la sana. Más bien la castran, pero esa es una tendencia que merece repensarse en todos estos ámbitos, por nuestro propio bien. 

Como dato curioso diré que inicialmente, una cotilla era una especie de corsé o de cinturón que se usaba por encima del blusón y que las mujeres de los siglos XVII y XVIII utilizaban para ceñirse la cintura. Esa prenda sirvió para dar el apodo de Tía Cotilla a María de la Trinidad, "una mujer murmuradora y amiga de meterse en todo tipo de discusiones, que se hizo muy famosa tras la muerte de Fernando VII por su obsesivo e incondicional apoyo al absolutismo del aspirante al trono Carlos V". Tía Cotilla lideró una banda de matones cuyo objetivo era atacar los intereses del régimen liberal de Isabel II. Fue condenada en numerosas ocasiones, pero en 1835 su fanatismo la llevó a acabar con la vida de Francisco Rancera, miembro del Cuerpo de los Urbanos de una forma particularmente despiadada. Por este crimen fue ajusticiada cuando contaba con 64 años. Según las crónicas de la época, Tía Cotilla era la mujer más inmoral e infame que había visto el sol y la declararon indigna para vivir en sociedad. Desde entonces se comenzó a aplicar el término cotilla a aquellas personas metomentodo, chismosas y amigas de hurgar en la vida de los demás. 

La curiosidad es un don maravilloso, siempre y cuando no caigamos en el chisme, en el cotilleo. Una persona sanamente curiosa, que no mete la mano en el fuego sin antes saber que quema, y no se deja deslumbrar por el brillo de los chismes, es un tesoro en estos tiempos. 

 Emilia Casas Fernández 

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