"He perdido momentos por la prisa"

Trasteando por las redes sociales; - ¡como me gusta esa palabra!-, he encontrado en un post una foto en la que aparecía un cartel de "cerrado"; aquel que vemos continuamente en los escaparates de las tiendas cuando paseamos por las calles. En esta ocasión, me ha sorprendido, provocando una sonrisa en la que los pájaros se podrían posar, ya que la frase no era un simple: "Cerrado"; sino "Cerrado por Amor". El cartel, decía el post, estaba colocado en una librería. - ¡Ay, el poder de los libros!-. La frase, poesía pura, por el sentimiento que crea en el alma y cuerpo de quién se puede atrever a pararse en frente de esa cristalera, leer esas líneas, disfrutar de su significado, y después de asimilarlo, seguir con el camino que venían haciendo; pero, con la diferencia de que ahora se pueden encontrar un  poco más felices. No tengo datos, ni pruebas de ello; pero estoy segura de que leer carteles así puede provocar poesía hasta en el corazón, que en ese momento, en un mar oscuro se encuentra.

Aunque, si me sentara en un banco y me parara, en frente de ese cartel, para observar quien se para, quien no; quien sonríe, y quien no, podría sacar la conclusión de que el ser humano va con prisa. No se para a mirar a su alrededor si tiene un objetivo al que llegar. Va con la mirada recta, sin pensar que a su lado se puede encontrar una amapola de un color rojizo, que la sangre envidiaría; una margarita con los pétalos suficientes para mostrar ese "me quiere" que llevas años esperando para dar el paso; o las sonrisas de aquellas personas que miras por la calle, y, sin motivo, te sonríen, y te arreglan el día. Pero no. La prisa gana; y la belleza del día a día pierde.

A lo mejor yo, ahora mismo, que estoy mostrando mi frustración por la rapidez humana, por las prisas, me he perdido cientos de flores, pájaros cantando, o fenómenos extraordinarios, por ir con la mirada recta; a lo mejor me he perdido carteles similares a "Cerrado por amor"; pero ha tenido que llegar alguien, subirlo a las redes sociales, porque esa persona sabía que la rapidez e impaciencia del ser humano le hace perder esos momentos por los que merece la pena vivir.