RES PÚBLICA
Las subvenciones, una forma de dependencia política
Una nación, acostumbrada a las subvenciones, nunca será libre, porque siempre se humillará ante cualquier institución pública que ejerza esa práctica política con tal de seguir recibiéndolas.
El Estado, a través de sus gobiernos, central o autonómicos, diputaciones y autonomías, ha acostumbrado a organismos y colectivos a recibir dinero público hasta transformar esa decisión, o capricho, política en un hábito, que alcanza incluso la obligación. Y el organismo que percibe esas ayudas, las considera ya como un deber, un derecho consuetudinario.
Sirvan estos dos primeros párrafos como subvención de mi artículo sobre la decisión de VOX de recortar las ayudas a las patronales y sindicatos, que juzgo escasas, un querer y no poder, un ejercicio de cobardía política. Porque ni sindicatos, ni patronales, ni partidos, ni nadie debería recibir ayudas del Estado, donde sobran las autonomías, y lo escribo como jacobino convencido, el Senado, cámara alta que solo genera gastos, reparto de sueldos para que los políticos mantengan la paz interior en los senos de sus respectivos partidos. Y sobran coches oficiales, y prebendas, y pensiones descomunales para los políticos, más en una nación donde los jubilados perciben salarios bajísimos.
Sindicatos, partidos y patronales que vivan de las cuotas de sus afiliados. Ni un solo euro público para todos ellos
. Yo no tengo que pagar a organismos que no me representan, de los que no soy miembro. ¡Qué se lo paguen ellos! ¿O tenemos los españoles que no estamos sindicados, ni somos afiliados a partido alguno, ni capitalistas, para que las elites de esos organismos disfruten de la bicoca de las subvenciones públicas? Ridículo. ¿Un hincha del Real Madrid paga impuestos para que el Barça se aproveche?
España será más libre cuando se acaben las subvenciones a partidos políticos, sindicatos, que no son de clase, patronales y medios de comunicación, y demás asociaciones culturales y de todo tipo. Esta nación es pobre, por lo tanto no necesita mantener criados para que vivan como ricos. Ni Marcelino Camacho ni Nicolás Redondo, dos ejemplos de sindicalistas libres necesitaron liberarse para representar a sus sindicatos. Punto.
Eugenio-Jesús de Ávila
Una nación, acostumbrada a las subvenciones, nunca será libre, porque siempre se humillará ante cualquier institución pública que ejerza esa práctica política con tal de seguir recibiéndolas.
El Estado, a través de sus gobiernos, central o autonómicos, diputaciones y autonomías, ha acostumbrado a organismos y colectivos a recibir dinero público hasta transformar esa decisión, o capricho, política en un hábito, que alcanza incluso la obligación. Y el organismo que percibe esas ayudas, las considera ya como un deber, un derecho consuetudinario.
Sirvan estos dos primeros párrafos como subvención de mi artículo sobre la decisión de VOX de recortar las ayudas a las patronales y sindicatos, que juzgo escasas, un querer y no poder, un ejercicio de cobardía política. Porque ni sindicatos, ni patronales, ni partidos, ni nadie debería recibir ayudas del Estado, donde sobran las autonomías, y lo escribo como jacobino convencido, el Senado, cámara alta que solo genera gastos, reparto de sueldos para que los políticos mantengan la paz interior en los senos de sus respectivos partidos. Y sobran coches oficiales, y prebendas, y pensiones descomunales para los políticos, más en una nación donde los jubilados perciben salarios bajísimos.
Sindicatos, partidos y patronales que vivan de las cuotas de sus afiliados. Ni un solo euro público para todos ellos
. Yo no tengo que pagar a organismos que no me representan, de los que no soy miembro. ¡Qué se lo paguen ellos! ¿O tenemos los españoles que no estamos sindicados, ni somos afiliados a partido alguno, ni capitalistas, para que las elites de esos organismos disfruten de la bicoca de las subvenciones públicas? Ridículo. ¿Un hincha del Real Madrid paga impuestos para que el Barça se aproveche?
España será más libre cuando se acaben las subvenciones a partidos políticos, sindicatos, que no son de clase, patronales y medios de comunicación, y demás asociaciones culturales y de todo tipo. Esta nación es pobre, por lo tanto no necesita mantener criados para que vivan como ricos. Ni Marcelino Camacho ni Nicolás Redondo, dos ejemplos de sindicalistas libres necesitaron liberarse para representar a sus sindicatos. Punto.
Eugenio-Jesús de Ávila
























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