Las iglesias, más abandonadas que nunca

“La iglesia de San Martín, en Molacillos, se cae a pedazos”; esta frase ilustra el video que “El Día de Zamora” y otros medios locales llevan publicando desde hace unos días, donde se observa el calamitoso estado de un templo que, literalmente, se desmorona. Por desgracia no es el único en esta tierra zamorana, abonada por la cristiandad, en la que cada pueblo tiene su correspondiente iglesia, la mayoría sin reparar desde hace varios años, con la desidia singular que define el carácter de sus gentes y con el secular abandono por parte de un Obispado ciego y mudo que no demuestra intención alguna de gastar un solo euro de las repletas arcas de su patrimonio para el mantenimiento de sus templos; el panorama no puede resultar más desolador.

Transcribo literalmente lo que, a propósito de este tema, firma Ährenfeldspfleger en la sección de Noticias, de “El Portal de la Tierra del Pan”: “Hay otros templos en la provincia, ya abatidos por la desidia o por otras razones como: la iglesia de San Salvador de Abezames que ya está en ruinas, la iglesia de Otero de Sariegos que ya anda por los suelos, la ermita de San Esteban, refugio de El Emberronao que cualquier día se nos cae y la iglesia de El Cubo de la Tierra del Vino donde se descascarillan las paredes. En fin, que el patrimonio zamorano anda por los suelos y nadie se preocupa de guardarlo. Los responsables aparentes se preocupan de otras cosas.”

Podríamos mapear las comarcas de Zamora con sus respectivos pueblos y resultaría sorprendente, a la vez que decepcionante, el estado de desgaste de muchas de sus iglesias y ermitas, la mayoría cerradas. Los motivos de su deterioro son, sobre todo: el abandono de un necesario y periódico mantenimiento, el enorme peso de los nidos de las cigüeñas en sus campanarios que provoca el desprendimiento de estelas y losetas, muros deshechos por los efectos de la climatología, grietas a la vista que ponen en peligro el interior de las iglesias proclives a actos vandálicos… y un largo etcétera. 

 Son templos que invitan a pasar de largo, muchos esperando que su estado de quebrantamiento forme parte de la Lista Roja de Patrimonio, ya que parece que nadie está dispuesto a invertir en estos tesoros, tanto por su arquitectura, como por el valor de las imágenes y retablos que se custodian en su interior; además de la tradición secular de años de adoctrinamiento católico en su seno.

 No podemos mirar para otro lado; es hora de que Diputación, Obispado o la Administración competente, destine una inversión para estas iglesias de los pueblos, y que no sigan contribuyendo a su ruina por indolencia e inacción. No se trata tan solo de un lugar donde los creyentes vayan a orar, o cumplir con los ritos religiosos; son, también lugares para visitar que invitan a la meditación.

Y para finalizar, solo un apunte: desde el año 2007 al 2015 se han contabilizado dispersas por la provincia de Zamora trece iglesias y capillas que ya forman parte de la Lista Roja de Patrimonio debido a su situación de deterioro o estado ruinoso irrecuperable. La datación de estos templos va desde el siglo XII al XVIII y ya no existen. Avergüenza que las autoridades pertinentes estén permitiendo este desastre sin hacer nada por evitarlo. Las iglesias, al igual que otras construcciones civiles o militares, son el legado que vamos a dejar a las siguientes generaciones. ¿Con qué se van a encontrar, con un erial que fue cuna, santo y seña de la infancia y educación de sus padres? ¿Se lo creerán cuando no vean nada, cuando no haya sino una historia que contar porque el soporte físico ya no existe?

La Diputación, el Obispado o a quien corresponda solucionar este problema, deberían poner manos a la obra canto antes, sin entrar en las controvertidas diatribas de falta de presupuesto, o quien tiene la responsabilidad de esta competencia; esos contubernios los conocemos de sobra. Queremos soluciones, y que sean rápidas.

Mª Soledad Martín Turiño