El dinero de la política y la catástrofe de la Sierra de la Culebra

Un político gasta los impuestos del pueblo como cree conveniente. Un político prioriza inversiones. Decide, verbigracia, destinar dinero público a infraestructuras y ahorrárselo en, por ejemplo, el mantenimiento, mimo, cuidado de los bosques. Piensa que los incendios se provocan en una determinada época del año, como a principios del verano, porque llueve menos y la vegetación aparece más seca. El cerebro del político se cree que tormentas y pirómanos desatan su furia natural y amor al fuego en una fecha determinada, fija, como si la naturaleza y la locura programasen cielos y mentes. Por lo tanto, con esas premisas, los bosques y sus criaturas permanecen sin defensa alguna durante nueve meses del año, a merced de cualquier rayo o de un tipo enfermo.  

Ahora bien, como los políticos no son dioses, sucede que, de cuando en cuando, se desatan, merced a un cambio climático, tormentas secas anacrónicas: relámpagos, truenos y rayos dominan espacio y tierra. Y, como todo está dispuesto para prender fuego, acontece que se inician incendios por doquier, favorecidos, además, por Eolo, que lanza a sus vientos con fuerza, para que todos los árboles del bosque ardan, calcinen fauna y flora, rodeen poblaciones e impidan a los profesionales combatir la enorme fuerza del fuego.

El consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, que no debió estudiar Ingeniería de Montes, creyó, en su candidez, que mantener un operativo anual para limpiar los bosques conllevaría un gasto enorme, innecesario y que, con contratar operarios a partir de julio, no habría graves problemas. Todo solucionado. Tranquilidad y sosiego. Pero hete aquí que la fortuna se muestra esquiva. Y su aserto de ahorrador público lo dejó con la boca abierta y seca y sin palabras.

Quiñones ya tendría pensado el destino del ahorro en el mantenimiento de los bosques. Sucede que, como a la lechera del cuento, se le rompió el cántaro. Y ahora Fernández Mañueco se ha visto obligado a soltar 35 millones de euros para que el enfado de los zamoranos de la Sierra de la Culebra, gente bondadosa, sencilla y humilde, que solo piden que los políticos les dejen en paz, que no les fastidien la vida, que no creen desasosiego, que los dejan vivir y morirse en paz, alcancen cierto sosiego tras la tragedia.

Como escribí en el génesis de este artículo, los políticos juegan con nuestros impuestos a priorizar gasto, inversiones. La Junta de Castilla y León como sabe que en Zamora nunca pasa n nada, que los zamoranos no nos enfadamos, que lo aguantamos todos, prefirieron ahorrar en la limpieza de nuestros bosques para invertirlos allá donde hay gente, donde hay votos, donde te dan el poder para que después lo administren según sus caprichos e intereses les den a entender.

Por si algún lector cándido lo ignora, los dos millones de euros que el Gobierno dedicará a los afectados de la Sierra de la Culebra y los 35 de la Junta de Castilla y León con el mismo destino no son salen ni del bolsillo de Pedro Sánchez y sus 22 ministros, ministras y ministres, ni del de Fernández Mañueco y Suárez-Quiñones, porque me temo que ese si dinero nos los extraen a todos de nuestros bolsillos, vía impuestos, en cualquiera de sus numerosas modalidades. Se trata de imponer. Es lo que tiene la falta de libertad y las democracias paupérrimas en categoría política.

Eugenio-Jesús de Ávila