Sábado, 06 de Diciembre de 2025

Redacción
Viernes, 24 de Junio de 2022
HABLEMOS

Por un nuevo rumbo

Carlos Domínguez

[Img #67378]   Ni derrotismo ni rasgarse las vestiduras. Cierto que los resultados de Vox en los comicios andaluces no respondieron a las expectativas generadas, hecho que no debería impedir ver las cosas con realismo, en el sentido de que la tercera fuerza política nacional nuevamente ha ganado votos y escaños, algo que los corifeos mediáticos de obediencia social comunista prefieren ignorar, desde la opinión sesgada a que acostumbran. En cualquier caso, sin caer en el pesimismo, unos resultados que se esperaban más prometedores no se explican únicamente por una campaña mal diseñada, como tampoco por la elección de una candidata todo lo brillante que se quiera en determinados círculos políticos y profesionales, pero con poco tirón respecto a un electorado de una idiosincrasia tan peculiar como el andaluz. En el fondo, de verlo como tropezón, el dudoso fracaso de Vox se debe a que, incluso desde un juicio favorable en lo que ha supuesto de revulsivo frente a mensajes y dogmas de la izquierda totalitaria, la formación de Abascal adolece de deficiencias programáticas y organizativas, a falta de auténtica estructura partidaria a nivel territorial, junto a la ausencia de una línea programática definida más allá del voluntarismo, la improvisación y la soflama; sin olvidar un clamoroso vacío de cuadros con capacidad de dirección.

 

   Es en tales aspectos donde se hace necesario cambiar el rumbo, buscando dotar a Vox de una sólida estructura partidaria, con miras a una acción eficaz a escala nacional, pero igualmente regional y local. Verdad es que no queremos un Vox partitocrático, corte y hechura de ese PP en el que nada ha cambiado, pese a lo rotundo de su victoria electoral. Ahora bien, en el marco de la democracia parlamentaria todo progreso requiere aparato, organización y definición programática, por encima de liderazgos y personalismos sin duda meritorios, pero que por sí solos jamás podrán hacer realidad un proyecto político. Santiago Abascal tiene madera de estadista, a diferencia de otras figuras más o menos cercanas, como un Feijóo siempre gris e incapaz, por talante y estrategia, de comprometerse en materias decisivas, “culturales” o de principios. Sin embargo, Abascal nunca ocupará el lugar que le corresponde en la política española si lo que tiene detrás es un partido hecho a retales, incapaz de definir, implementar y materializar, en una dimensión programática y asimismo institucional, los valores que le han llevado a merecer la confianza de una parte sustancial de la ciudadanía.

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