FIESTAS
El día después de la noche de San Juan
Amanecía. Toda la orilla del rio estaba mojada, lo mismo cientos de metros aguas arriba del puente del ferrocarril, como aguas abajo. En la arena se notaban esos corros de humedad, en las hierbas y hojas de arbustos colgaban esas gotitas, síntoma claro de estar mojadas. El misterio, tiene una solución, que se resolverá fácilmente con otro par de pistas. Cientos de papeles, húmedos también, de los cuales se deshicieron, después de haber secado alguna parte del cuerpo, salteados aquí y allá. Había no muchos, algún que otro vaso de plástico, con el contenido que pudiera albergar derramado por el suelo. Cerca, en el aparcamiento de la sindical, con la participación de las peñas, y todo aquel que quisiera acercarse a echar un baile, había tenido lugar la hoguera de San Juan, que se apagó, pero la fiesta se prolongó hasta las cuatro de la mañana, y por algunos podía haber seguido algo más.
No, en ese borde no hay, no está precisamente ajardinado, no hay sistema alguno de riego, como en las zonas verdes. Resulta claro de dónde viene tanta humedad en la mañana de San Juan, de esos chorros lanzados de espalda al camino por los varones, de esos alivios femeninos en los mismos sitios, sin reparo alguno en enseñar muslito y exponiéndolo a las bajas temperaturas de las noche, sin importarle el sexo de los ojos cercanos al lugar escogido para agacharse. Las, como los, más cautos, capaces fueron de alejarse un poco de la muchedumbre, confiando que el manto de la noche ocultara aquello, que otros guiándose su destino con la luz de los móviles dejaron al descubierto.
Han retirado, aquello que tiene la consideración de basura. No está a la vista, pero ese aroma pestilente, fruto del líquido dejado a lo largo de muchos metros de ribera, sigue. Perdurará durante un tiempo, hasta que las lluvias, que llegarán cuando lleguen, consigan diluirlo. Hasta entonces, paseantes acostúmbrense.
Bien pronto, un buen número de operarios, tanto del servicio de limpieza como de jardines, ha conseguido dejar el lugar, lo más parecido a como estaba antes. En el aparcamiento fueron retirados, como era previsible vasos de plástico, botellas de vidrio, bolsas de plástico, botes de bebidas, un trozo de resalte de alguna calle, sí han leído bien, ¿Qué hacia allí? Hay, misterios difíciles de resolver.
Manuel Herrero Alonso
Amanecía. Toda la orilla del rio estaba mojada, lo mismo cientos de metros aguas arriba del puente del ferrocarril, como aguas abajo. En la arena se notaban esos corros de humedad, en las hierbas y hojas de arbustos colgaban esas gotitas, síntoma claro de estar mojadas. El misterio, tiene una solución, que se resolverá fácilmente con otro par de pistas. Cientos de papeles, húmedos también, de los cuales se deshicieron, después de haber secado alguna parte del cuerpo, salteados aquí y allá. Había no muchos, algún que otro vaso de plástico, con el contenido que pudiera albergar derramado por el suelo. Cerca, en el aparcamiento de la sindical, con la participación de las peñas, y todo aquel que quisiera acercarse a echar un baile, había tenido lugar la hoguera de San Juan, que se apagó, pero la fiesta se prolongó hasta las cuatro de la mañana, y por algunos podía haber seguido algo más.
No, en ese borde no hay, no está precisamente ajardinado, no hay sistema alguno de riego, como en las zonas verdes. Resulta claro de dónde viene tanta humedad en la mañana de San Juan, de esos chorros lanzados de espalda al camino por los varones, de esos alivios femeninos en los mismos sitios, sin reparo alguno en enseñar muslito y exponiéndolo a las bajas temperaturas de las noche, sin importarle el sexo de los ojos cercanos al lugar escogido para agacharse. Las, como los, más cautos, capaces fueron de alejarse un poco de la muchedumbre, confiando que el manto de la noche ocultara aquello, que otros guiándose su destino con la luz de los móviles dejaron al descubierto.
Han retirado, aquello que tiene la consideración de basura. No está a la vista, pero ese aroma pestilente, fruto del líquido dejado a lo largo de muchos metros de ribera, sigue. Perdurará durante un tiempo, hasta que las lluvias, que llegarán cuando lleguen, consigan diluirlo. Hasta entonces, paseantes acostúmbrense.
Bien pronto, un buen número de operarios, tanto del servicio de limpieza como de jardines, ha conseguido dejar el lugar, lo más parecido a como estaba antes. En el aparcamiento fueron retirados, como era previsible vasos de plástico, botellas de vidrio, bolsas de plástico, botes de bebidas, un trozo de resalte de alguna calle, sí han leído bien, ¿Qué hacia allí? Hay, misterios difíciles de resolver.
Manuel Herrero Alonso



















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