A gobiernos de mediocres corresponden incendios apocalípticos

No se me exija que escriba lo que no siento, que mi corazón se burle de mi cerebro, que augure un futuro maravilloso para esta provincia y los zamoranos. Dos de ellos, personas humildes y sencillas, se dejaron en la vida trabajando ayer para su tierra. Ellos si merecen calles con sus nombres, no los políticos incapaces que nos desgobiernan. Zamora es ya un alma en cenizas.

Apocalipsis Now. Zamora ha recibido una estocada mortal: el fuego que arrasó la Sierra de la Culebra y los incendios, aliados con Eolo, que están convirtiendo en cenizas Tábara y sus tierras, parte de los Valles del Tera, que ya alcanzan Muelas del Pan y Almaraz, que amenazan Sanabria desde Orense, nos han robado el futuro de esta provincia.

La naturaleza, tratada sin mimo, sin caricias, como si no importase, sufre ahora su abandono. Pero antes los dirigentes políticos, los de Madrid y los de Valladolid, con sus gobernanzas caprichosas, botarates, gente sin una idea superior, se encargaron de vaciar Zamora. Y si no hay hombres y mujeres, ni jóvenes ni niños en los pueblos, bosques y fauna no tienen quien los cuiden. Y llegan olas de calor y tormentas secas y se encuentran una naturaleza indefensa, caótica, anárquica. La ecología no está reñida con la limpieza del patrimonio natural. Hace cien años, en anteriores centurias, en la historia de la Humanidad, los bosques y sus cuidados formaban parte de la sociedad, de la economía del agro. Valorio es un bosque, verbigracia, que necesitaría labores diarias durante todo el año, como retirar leña, ramas secas, vegetación. Pues sus hermanos de la Sierra de la Culebra, de Tábara, de Alba, de Aliste, también son seres vivos que necesitan atención, protección, celo.

Marlaska dijo hoy, en Zamora, un secreto a voces, como que las tareas preventivas son un instrumento esencial para que los incendios no alcancen magnitudes tan descomunales como las que estamos viviendo en nuestra provincia. Pero esas labores preventivas se ejecutan con dinero. ¿Cómo? Sencillo: preparando a gente joven, preferentemente de las poblaciones cercanas a masas boscosas, dándoles un trabajo durante todo el año para que, si las tormentas secas clavan sus rejones a los bosques, trabajar con celeridad, con inteligencia, con estrategia, sin vocación por la heroicidad. Que la Junta de Castilla y León, del PP-VOX, y la de Extremadura, del PSOE, que se gasten nuestro dinero, no el suyo, porque esas instituciones solo administran los impuestos de la gente y priorizan las inversiones, dedican partidas a la contratación durante todo el año, de forma continua, no esa tontería del fijo discontinuo de Yolanda Díaz, la ministra comunista, burguesa en la moda. Los pueblos quieren sentirse protegidos, habitados, mimados. Se conseguiría, además, asentar población joven en su patria chica.

Quizá eso del cambio climático sea cierto. Soy un escéptico antropológico. Pero vivimos en la época política más mediocre de la democracia. Los gobiernos centrales, desde Zapatero, pasando por Rajoy, y ahora el de Sánchez, con las iluminadas de Podemos, han alcanzado el máximo nivel de la vulgaridad. ¡Y qué decir de las autonomías, de sus presidentes y consejeros! Y, por supuesto, cuenta con el fervor y favor de una prensa, bien pagada por el dinero público, incapaz de realizar una sola crítica a los políticos que le pagan. Obsérvese la de esta desgraciada provincia.

“En general, el político es político precisamente porque es torpe”. Frase de Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”.

Eugenio-Jesús de Ávila