Eugenio de Ávila
Miércoles, 10 de Agosto de 2022
PASIÓN POR ZAMORA

Es posible otra Zamora

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Escribía ayer que Zamora es otra ciudad en agosto. En este octavo mes del año, mi ciudad, que también es la tuya, y la provincia, que es la nuestra, se transforman, parecen otra. Más gente en las calles, en los pueblos, en las tiendas, en las terrazas. Zamora sonríe en agosto. Cuando concluya el estío, los que vivimos aquí regresaremos a la rutina, a la monotonía, al cotilleo, a la calumnia. Los mismos de siempre, los que quisimos quedarnos aquí o carecimos de valor o talento para irnos, para olvidarnos del río Duero y del románico, viviremos del debate de ideas para cambiar Zamora, para asir el futuro, para terminar con el secular caciquismo, ahora con menos clase que el decimonónico, para hallar un punto de inflexión en esta marcha hacia la nada económica y social que nos aguarda.

 

Al cacique, le repele la masa, porque se pierde, no la domina, no la tutela. Prefiere controlar a la persona, con necesidades; al individuo que pide labor, trabajo, puesto. Porque cuando corre el dinero, cuando la gente no necesita favores para ganarse el pan con el sudor de su frente, vive su libertad.

 

Mientras Zamora siga mermando, empequeñeciéndose, desapareciendo sus hijos más jóvenes asumirán que aquí, en su patria chica, no hay nada que hacer; quizá si contasen con un cacique político encontrarían una colocación, como sucedió desde que llegó este tipo de democracia a las instituciones locales, provinciales, de la comunidad y central.

 

A los van heredando el poder en Zamora, no les interesa que esta provincia crezca, se dinamiza económicamente, prospere. En su momento, cuando se hablaba de la instalación en Monte la Reina del Ejército, mostraron su disgusto algunos políticos. Sus argumentos pasaban porque aquí vivimos muy tranquilos -quizá disfrutando de la paz de los cementerios- y más gente en las calles, bulevares, bares y cafeterías les incomodaría. Convencido estoy que si, al final, el gobierno sanchista desestimará la opción de Monte la Reina, también estos caciques postmodernos brindarían con champagne francés.

 

A Zamora no viene nadie, salvo por obligación; de Zamora se va toda persona que quiere progresar en su profesión u obtener un trabajo. Se nos visita para apreciar nuestro patrimonio, para contemplar esa extrañeza que es la Semana Santa y por parte de los zamoranos que se fueron a otros lares a buscarse la vida. Y poco más.

 

Y anhelo esa Zamora de agosto, y la de Navidad, y la de la Semana de Pasión porque todos viviríamos mejor, en el sentido burgués del término; sin agobios, sin humillarse ante cualquier cacique pidiendo trabajo. Nuestra tierra sería más libre, más democrática, más ancha y larga. Los políticos profesionales perderían fuerza y se andarían con cuidado de incumplir sus promesas.

 

La prensa local funcionaria con publicidad privada, sin recibir la ayuda pública, con lo que ganaría libertad, capacidad crítica y dejaría de ser la voz de su amo.

 

Y quizá también esa cosa de Valladolid, conocida como Junta, y el Gobierno central nos tomarían en consideración y se olvidarían de humillarnos, de tomarnos por palurdos, pusilánimes y apáticos.  

 

Es posible otra Zamora, como la de agosto, Navidad y Semana Santa. Hay que colocar la primera piedra el futuro edificio que cambie nuestra mentalidad.

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