PASIÓN POR ZAMORA
Zamora, una provincia sin espíritu empresarial, necesita del Estado
Agosto corre muy deprisa. Zamora vive más satisfecha, porque ve mucha gente, de aquí y de allá, en sus calles y plazas, bares y restaurantes, cafeterías y terrazas. Los que vivimos en la ciudad del Romancero, porque nos dio la gana, nos cruzamos con personas que desconocemos. Gente con mapas turísticos que, a veces, ignoran dónde se encuentran y hacía dónde ir. A los zamoranos jóvenes, les sucede algo parecido. No saben qué hacer en el futuro, cuando acaben una carrera o llegan a esa edad de trabajar. Si no hay labor, se quedarán con sus padres y quizá algún abuelo.
En esta provincia hay que ser un osado para solicitar un crédito e invertir en un negocio. Ser empresario en Zamora sería como escribir en Madrid, como decía Larra al principio del siglo XIX. Yo me la jugué con este medio de comunicación hace más de doce años. Perseguido por un personaje que mandaba mucho en el PP, y despedido de un periódico por negarme a escribir al dictado del capitalista, arriesgué e invertí en este periódico, que ha batido todas las marcas en la historia del periodismo zamorano. Esta docena de años y más ha enseñado que crear una empresa en nuestra ciudad, en mi caso, periodística, te aboca a jugártela todos los días, a trabajar desde el alba a la madrugada, a recibir todo tipo de críticas, a chantajes políticos; ahora bien, te sientes libre, porque escribes lo que te da la gana, tu verdad, siempre subjetiva, pero nadie me obliga a decir lo que no quiero. Y, además, te sientes envidiado por los mediocres de la profesión y admirado por la buena gente.
Un servidor no es una excepción. Aquí no hay espíritu empresarial. No gusta el riesgo, se prefiere la oposición a las instituciones públicas, la opción más conservadora. Se emprende porque no hay otro remedio, otra salida. A no ser que seas muy joven y te vayas de Zamora a buscarte el pan, porque aquí solo te colocarás si tienes un amigo empresario o en la política.
Nacer en Zamora y su provincia en los próximos años conlleva una carga adicional. No tenemos nada. Lo poco que poseíamos, nos lo quitaron. Nunca tuvimos un político bien colocado ni en Madrid ni en Valladolid. Martínez-Maíllo fue la mano derecha, izquierda o negra de Rajoy, y no recordamos ni una sola acción de ese ejecutivo ni del propio dirigente político zamorano que beneficiara a nuestra tierra.
Si el Estado se llevó, cuando entró el PSOE en el poder, vías férreas, Universidad Laboral, Prisión Provincial, Regimiento Toledo, reconversión agroganadera, silente, pero demoledora para el sector primario, ahora esperamos que Pedro Sánchez cumpla con su palabra y Monte la Reina sea una realidad en los próximos tres años, y, por supuesto, en ese mismo espacio temporal, se puede viajar a la hermana Portugal por autovía. Zamora, sin la aportación económica del Estado, desaparecerá. Y aviso, porque no soy felón, que si el PP gana las próximas elecciones se olvida de ambas inversiones, militar e infraestructura, se lo tendremos en cuenta. Habrá preguntárselo a Feijóo y a los cuates populares de Zamora en el otoño-invierno de 2023. Ya estamos hartos de que nos engañen hunos y otres.
Y exijo las inversiones del Estado, porque, convencido estoy, que no se implantará empresa alguna en Zamora en los próximos años. Vicente Merino lo intentó en Barcial del Barco. La Junta lo impidió, según afirman las lenguas de doble filo.
Eugenio-Jesús de Ávila
Agosto corre muy deprisa. Zamora vive más satisfecha, porque ve mucha gente, de aquí y de allá, en sus calles y plazas, bares y restaurantes, cafeterías y terrazas. Los que vivimos en la ciudad del Romancero, porque nos dio la gana, nos cruzamos con personas que desconocemos. Gente con mapas turísticos que, a veces, ignoran dónde se encuentran y hacía dónde ir. A los zamoranos jóvenes, les sucede algo parecido. No saben qué hacer en el futuro, cuando acaben una carrera o llegan a esa edad de trabajar. Si no hay labor, se quedarán con sus padres y quizá algún abuelo.
En esta provincia hay que ser un osado para solicitar un crédito e invertir en un negocio. Ser empresario en Zamora sería como escribir en Madrid, como decía Larra al principio del siglo XIX. Yo me la jugué con este medio de comunicación hace más de doce años. Perseguido por un personaje que mandaba mucho en el PP, y despedido de un periódico por negarme a escribir al dictado del capitalista, arriesgué e invertí en este periódico, que ha batido todas las marcas en la historia del periodismo zamorano. Esta docena de años y más ha enseñado que crear una empresa en nuestra ciudad, en mi caso, periodística, te aboca a jugártela todos los días, a trabajar desde el alba a la madrugada, a recibir todo tipo de críticas, a chantajes políticos; ahora bien, te sientes libre, porque escribes lo que te da la gana, tu verdad, siempre subjetiva, pero nadie me obliga a decir lo que no quiero. Y, además, te sientes envidiado por los mediocres de la profesión y admirado por la buena gente.
Un servidor no es una excepción. Aquí no hay espíritu empresarial. No gusta el riesgo, se prefiere la oposición a las instituciones públicas, la opción más conservadora. Se emprende porque no hay otro remedio, otra salida. A no ser que seas muy joven y te vayas de Zamora a buscarte el pan, porque aquí solo te colocarás si tienes un amigo empresario o en la política.
Nacer en Zamora y su provincia en los próximos años conlleva una carga adicional. No tenemos nada. Lo poco que poseíamos, nos lo quitaron. Nunca tuvimos un político bien colocado ni en Madrid ni en Valladolid. Martínez-Maíllo fue la mano derecha, izquierda o negra de Rajoy, y no recordamos ni una sola acción de ese ejecutivo ni del propio dirigente político zamorano que beneficiara a nuestra tierra.
Si el Estado se llevó, cuando entró el PSOE en el poder, vías férreas, Universidad Laboral, Prisión Provincial, Regimiento Toledo, reconversión agroganadera, silente, pero demoledora para el sector primario, ahora esperamos que Pedro Sánchez cumpla con su palabra y Monte la Reina sea una realidad en los próximos tres años, y, por supuesto, en ese mismo espacio temporal, se puede viajar a la hermana Portugal por autovía. Zamora, sin la aportación económica del Estado, desaparecerá. Y aviso, porque no soy felón, que si el PP gana las próximas elecciones se olvida de ambas inversiones, militar e infraestructura, se lo tendremos en cuenta. Habrá preguntárselo a Feijóo y a los cuates populares de Zamora en el otoño-invierno de 2023. Ya estamos hartos de que nos engañen hunos y otres.
Y exijo las inversiones del Estado, porque, convencido estoy, que no se implantará empresa alguna en Zamora en los próximos años. Vicente Merino lo intentó en Barcial del Barco. La Junta lo impidió, según afirman las lenguas de doble filo.
Eugenio-Jesús de Ávila





















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