ZAMORANA
El triste ocaso de Zamora 10
Decía Víctor Hugo: “¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta” y ciertamente esta máxima se reproduce una y mil veces en nuestra Zamora, provincia hermosa y singular, cuyos habitantes en su mayoría tienen en común una característica dañina y nefasta, y es que no soportan la felicidad, la prosperidad o el relumbrón ajeno (máxime si es de uno de los suyos), e intentan destruirlo con maquiavélicos argumentos, ya sea denostando su trabajo, criticándolo ferozmente, insinuando conjuras, o anulando la importancia de los logros.
Ocurre con las personas y también con las instituciones. Disponemos de una ciudad rica y variada, pero muy poco promocionada más allá de sus fronteras. A nadie se le había ocurrido poner en marcha estas y otras inquietudes hasta que llegó el grupo Zamora 10 y surgieron un montón de proyectos ilusionantes, la gente se implicó, una parte de la ciudad se esperanzó ante un sector de empresarios libres, no sujetos a siglas políticas y con el aval de la Caja Rural, cuyo compromiso con Zamora es manifiesto, e iniciaron un camino de trabajo duro, compromiso y esperanza para llevar a cabo unos planes y bosquejar otros que hasta entonces nadie había osado emprender.
Pero tenía que cumplirse el dicho, y “la envidia, el más mezquino de los vicios, que se arrastra por el suelo como una serpiente” (Ovidio dixit), se manifestó con su peor cara. Hubo políticos con afán mediático que se metieron por medio; unos que disentían de algún proyecto, pero no dieron la cara para enfrentar la situación, discutirla y solucionarla como hace la gente de bien; otros que hicieron mutis por el foro sin despedirse ni explicar el motivo de su marcha. En cuanto a las propuestas iniciales de Zamora 10, unas se han hecho realidad; otras han quedado a medias y algunas morirán irremediablemente si este Grupo u otro parecido no toma las riendas para continuar con un trabajo planificado y diseñado, que lleva mucho camino ya hecho.
Los zamoranos recelosos, suspicaces y resentidos se justificarán con la marcha de Zamora 10; sin embargo, los que anhelábamos que este grupo continuara, seguiremos luchando para que aparezca otro y continúe la labor iniciada, con las mismas características: emprendedor, ambicioso, luchador, sin siglas políticas y con las espaldas anchas para que la maledicencia le resbale.
Hasta que termine el año, aún hay tiempo de rectificar con elegancia, de que los fugados regresen o aclaren su desaparición; de terminar algunas actuaciones que iban avanzadas y no pueden perderse, porque Zamora necesita de gente como este grupo de personas con Francisco Prieto Toranzo, su gerente, a la cabeza, para que esta ciudad y provincia no se diluya en la nada como las nieblas que llegarán con el comienzo del otoño.
Mª Soledad Martín Turiño
Decía Víctor Hugo: “¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta” y ciertamente esta máxima se reproduce una y mil veces en nuestra Zamora, provincia hermosa y singular, cuyos habitantes en su mayoría tienen en común una característica dañina y nefasta, y es que no soportan la felicidad, la prosperidad o el relumbrón ajeno (máxime si es de uno de los suyos), e intentan destruirlo con maquiavélicos argumentos, ya sea denostando su trabajo, criticándolo ferozmente, insinuando conjuras, o anulando la importancia de los logros.
Ocurre con las personas y también con las instituciones. Disponemos de una ciudad rica y variada, pero muy poco promocionada más allá de sus fronteras. A nadie se le había ocurrido poner en marcha estas y otras inquietudes hasta que llegó el grupo Zamora 10 y surgieron un montón de proyectos ilusionantes, la gente se implicó, una parte de la ciudad se esperanzó ante un sector de empresarios libres, no sujetos a siglas políticas y con el aval de la Caja Rural, cuyo compromiso con Zamora es manifiesto, e iniciaron un camino de trabajo duro, compromiso y esperanza para llevar a cabo unos planes y bosquejar otros que hasta entonces nadie había osado emprender.
Pero tenía que cumplirse el dicho, y “la envidia, el más mezquino de los vicios, que se arrastra por el suelo como una serpiente” (Ovidio dixit), se manifestó con su peor cara. Hubo políticos con afán mediático que se metieron por medio; unos que disentían de algún proyecto, pero no dieron la cara para enfrentar la situación, discutirla y solucionarla como hace la gente de bien; otros que hicieron mutis por el foro sin despedirse ni explicar el motivo de su marcha. En cuanto a las propuestas iniciales de Zamora 10, unas se han hecho realidad; otras han quedado a medias y algunas morirán irremediablemente si este Grupo u otro parecido no toma las riendas para continuar con un trabajo planificado y diseñado, que lleva mucho camino ya hecho.
Los zamoranos recelosos, suspicaces y resentidos se justificarán con la marcha de Zamora 10; sin embargo, los que anhelábamos que este grupo continuara, seguiremos luchando para que aparezca otro y continúe la labor iniciada, con las mismas características: emprendedor, ambicioso, luchador, sin siglas políticas y con las espaldas anchas para que la maledicencia le resbale.
Hasta que termine el año, aún hay tiempo de rectificar con elegancia, de que los fugados regresen o aclaren su desaparición; de terminar algunas actuaciones que iban avanzadas y no pueden perderse, porque Zamora necesita de gente como este grupo de personas con Francisco Prieto Toranzo, su gerente, a la cabeza, para que esta ciudad y provincia no se diluya en la nada como las nieblas que llegarán con el comienzo del otoño.
Mª Soledad Martín Turiño





















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