PASIÓN POR ZAMORA
Zamora no debe olvidar... ni perdonar
Cuando era jovencito, recuerdo que una persona madura solía comentar: “Estoy tan acostumbrado a perder que ganar me ofende”. En esta provincia ya nos acostumbramos a la derrota. Nos echaron la democracia encima, con ese caldero de agua fría sobre la persona dormida, y nos asustamos. Pocas cosas cambiaron desde entonces: el caciquismo se mantuvo, pero con un adjetivo añadido: político, mientras el nepotismo se potenció: cientos de zamoranos, con amigos en la política, se encontraron, de la noche a la mañana, con un puesto en la función pública. Pasó en otras geografías, ya con el PP, bien con el PSOE, porque la izquierda no se quedó atrás en aplicar esta medida secular en una España que desconoce la democracia auténtica.
La democracia necesita ciudadanos. Zamora carece de esa clase política, de personas con conciencia de tal. Hay poca gente que sea ciudadana, que exija a los poderes públicos, que critique acciones políticas, que presione al poder. Hay una especie de miedo al que manda, como si el franquismo todavía formase parte de la estructura mental del zamorano. Se aguanta casi todo, como si existiera cierta vergüenza a responder al político de turno. Se quemó la Sierra de la Culebra y solo un anciano le dijo a Pedro Sánchez lo que creyó oportuno. Sé que también echaron a los populares de algún pueblo. Todo en caliente. Habría que ser muy frío para no insultar a los políticos, a la autoridad.
Ahora bien, ¿recordarán los zamoranos, cuando se les convoque a los comicios municipales de mayo de 2023, por qué se produjeron esos incendios, por qué se extendieron tanto hasta quemar más de 30.000 hectáreas? ¿La memoria colectiva de aquellos acontecimientos se mantendrá fresca cuando haya que depositar el voto en las urnas?
Los responsables de aquellas desgracias mantienen sus cargos, como si no hubiera pasado nada, una pequeñez, cuestión de mala suerte. Poco a poco, el tiempo sutura heridas. Todo se olvida. Mala suerte. Somos Zamora. En esta tierra se nace para sufrir, para vivir como buenamente se pueda y emigrar.
Mientras, los políticos, con o sin corbata, pisan moqueta, cobran salarios por encima de sus capacidades profesionales y sus patrimonios siguen aumentando. La gente llana apenas tiene para comer, para, como se dice vulgarmente, ir tirando y…poco más.
En Valladolid y Madrid nos consideran paletos, gente pusilánime, reaccionaria y cándida. La prensa del movimiento político, que vive de la publicidad pública en perfecta armonía político-mediática, actuará como portavoz de los mensajes de la Junta de Castilla y León y del Gobierno central. Nos lloverán millones para desfacer entuertos. Y la buena gente zamorana pensará que Mañueco y Suárez-Quiñones o Pedro Sánchez y la ministra Ribera, la de Medio Ambiente, nos regalarán inversiones multimillonarias que saldrán de sus bolsillos particulares. Lógico. El dinero público no es de nadie, que diría la ínclita ministra de Zapatero y vicepresidenta de Sánchez, como el desahogo y la insolencia hállanse entre los vicios, con contadas excepciones, de la clase política.
Citaba, en el primer párrafo de este artículo, un dicho que se grabó en mi cerebro y que no olvidaré jamás mientras viva. Al zamorano le ofende ganar… por falta de costumbre. El grave problema de nosotros, porque yo también nací aquí, es que nos vencieron sin luchar, que nos derrotaron sin ir al frente de combate.
Desde la tierna infancia fui un niño rebelde, siempre quería que se me explicara por qué tenía yo que obedecer. Y así fui creciendo. Cerca de la última etapa de mi vida profesional, todavía critico a los políticos, a la prensa, de la que formo parte; a los caciques y a los cobardes; a los que se cruzan de brazos para asistir a la muerte de Zamora, la tierra en la que nacieron. A mí me duele mi ciudad y mi provincia y la serie de injusticias cometidas por los gobiernos de la nación y autonómicos con Zamora y los zamoranos.
Y recuerdo aquellos versos de Antonio Machado para concluir esta carta a los zamoranos que me quieran leer:
“Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete”.
La victoria será nuestra. No lo dudes. Aguardemos. Si bien no nos queda mucho tiempo. Pero no olvidemos, ni perdonemos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Cuando era jovencito, recuerdo que una persona madura solía comentar: “Estoy tan acostumbrado a perder que ganar me ofende”. En esta provincia ya nos acostumbramos a la derrota. Nos echaron la democracia encima, con ese caldero de agua fría sobre la persona dormida, y nos asustamos. Pocas cosas cambiaron desde entonces: el caciquismo se mantuvo, pero con un adjetivo añadido: político, mientras el nepotismo se potenció: cientos de zamoranos, con amigos en la política, se encontraron, de la noche a la mañana, con un puesto en la función pública. Pasó en otras geografías, ya con el PP, bien con el PSOE, porque la izquierda no se quedó atrás en aplicar esta medida secular en una España que desconoce la democracia auténtica.
La democracia necesita ciudadanos. Zamora carece de esa clase política, de personas con conciencia de tal. Hay poca gente que sea ciudadana, que exija a los poderes públicos, que critique acciones políticas, que presione al poder. Hay una especie de miedo al que manda, como si el franquismo todavía formase parte de la estructura mental del zamorano. Se aguanta casi todo, como si existiera cierta vergüenza a responder al político de turno. Se quemó la Sierra de la Culebra y solo un anciano le dijo a Pedro Sánchez lo que creyó oportuno. Sé que también echaron a los populares de algún pueblo. Todo en caliente. Habría que ser muy frío para no insultar a los políticos, a la autoridad.
Ahora bien, ¿recordarán los zamoranos, cuando se les convoque a los comicios municipales de mayo de 2023, por qué se produjeron esos incendios, por qué se extendieron tanto hasta quemar más de 30.000 hectáreas? ¿La memoria colectiva de aquellos acontecimientos se mantendrá fresca cuando haya que depositar el voto en las urnas?
Los responsables de aquellas desgracias mantienen sus cargos, como si no hubiera pasado nada, una pequeñez, cuestión de mala suerte. Poco a poco, el tiempo sutura heridas. Todo se olvida. Mala suerte. Somos Zamora. En esta tierra se nace para sufrir, para vivir como buenamente se pueda y emigrar.
Mientras, los políticos, con o sin corbata, pisan moqueta, cobran salarios por encima de sus capacidades profesionales y sus patrimonios siguen aumentando. La gente llana apenas tiene para comer, para, como se dice vulgarmente, ir tirando y…poco más.
En Valladolid y Madrid nos consideran paletos, gente pusilánime, reaccionaria y cándida. La prensa del movimiento político, que vive de la publicidad pública en perfecta armonía político-mediática, actuará como portavoz de los mensajes de la Junta de Castilla y León y del Gobierno central. Nos lloverán millones para desfacer entuertos. Y la buena gente zamorana pensará que Mañueco y Suárez-Quiñones o Pedro Sánchez y la ministra Ribera, la de Medio Ambiente, nos regalarán inversiones multimillonarias que saldrán de sus bolsillos particulares. Lógico. El dinero público no es de nadie, que diría la ínclita ministra de Zapatero y vicepresidenta de Sánchez, como el desahogo y la insolencia hállanse entre los vicios, con contadas excepciones, de la clase política.
Citaba, en el primer párrafo de este artículo, un dicho que se grabó en mi cerebro y que no olvidaré jamás mientras viva. Al zamorano le ofende ganar… por falta de costumbre. El grave problema de nosotros, porque yo también nací aquí, es que nos vencieron sin luchar, que nos derrotaron sin ir al frente de combate.
Desde la tierna infancia fui un niño rebelde, siempre quería que se me explicara por qué tenía yo que obedecer. Y así fui creciendo. Cerca de la última etapa de mi vida profesional, todavía critico a los políticos, a la prensa, de la que formo parte; a los caciques y a los cobardes; a los que se cruzan de brazos para asistir a la muerte de Zamora, la tierra en la que nacieron. A mí me duele mi ciudad y mi provincia y la serie de injusticias cometidas por los gobiernos de la nación y autonómicos con Zamora y los zamoranos.
Y recuerdo aquellos versos de Antonio Machado para concluir esta carta a los zamoranos que me quieran leer:
“Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete”.
La victoria será nuestra. No lo dudes. Aguardemos. Si bien no nos queda mucho tiempo. Pero no olvidemos, ni perdonemos.
Eugenio-Jesús de Ávila





















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